Democracia eres tú
Pero se puede parafrasear también a Gustavo Adolfo
Bécquer con su célebre poema, repetido tantas veces: “¿Qué es poesía? --dices
mientras clavas / en mi pupila tu pupila azul. / ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo
preguntas? / Poesía... eres tú.
Pues bien, la democracia eres tú, y esa forma de decirlo
no solamente respeta la definición oficial sino que agrega un componente de
interpelación. Si no te gusta la
democracia, entonces es lo que tú mismo haces o no haces en cuanto a tu
participación política lo que no te gusta.
Si crees que los políticos son corruptos, ineficientes,
egoístas, has sido tú mismo quien les ha permitido alcanzar el poder, ya sea
votando por ellos, o absteniéndote de votar, o dejando de denunciarlos con
fuerza cuando tengas pruebas que no son personas elegibles para actuar como
representantes del pueblo.
Parece olvidarse que los dirigentes políticos actúan por
mandato popular. No se designan a sí
mismos ni se aprueban en su gestión por su propia voluntad. Dependen de los electores y si se mantienen
es porque nadie los cuestiona.
Al margen de la soberanía popular, la gente tiene -y cada
vez más- el acceso a las herramientas necesarias para expresar su
voluntad. Suele escucharse la queja que
al pueblo se le consulta sólo con las elecciones. ¿Y qué importa si es cierto? ¿Significa eso que hay que rendirse, aceptar
que la soberanía ha sido sustraída del pueblo, a plena luz del día y seguir con
las quejas para siempre?
Siempre se puede hacer algo más. Si los franceses a finales del siglo XVIII
hubieran creído que el rey era inamovible, no se hubiera producido la
Revolución Francesa; si los descendientes de los españoles y los mestizos no
hubieran decidido morir por la independencia, seríamos aún una colonia; y más
cerca en el tiempo, si los egipcios no se hubieran concertado a través de las
redes sociales para derribar el régimen de Hosni Mubarak, el gobernante
seguiría disfrutando del poder en vez de estar reducido al espacio de una celda.
El ejercicio de la democracia nunca ha sido sencillo,
exige a menudos sacrificios y está plagado de insatisfacciones, pero aún sigue
siendo el mejor sistema de Gobierno que se ha dado la Humanidad. Ponerlo en duda abre el camino a las
autocracias y los regímenes totalitarios.