Politica e Ideas

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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, September 25, 2011

Los Buenos Muchachos

Este no es sólo el nombre de la famosa picada de parrilladas sino que perfectamente puede servir para referirse a lo que fue la Concertación de Partidos por la Democracia en los primeros años de su existencia, cuando tenía el claro propósito de recuperar la democracia y luchar contra el empobrecimiento y los desequilibrios económicos y sociales que se habían venido arrastrando desde la dictadura.

Pero tal como le sucede a los actores de Hollywood, el paso del tiempo destruye la novedad y produce un natural envejecimiento, una suerte de pérdida de los “años dorados” que sólo alguien con especial inteligencia y habilidad para detectar y comprender las señales de los nuevos tiempos podría evitar. Eso no ha sucedido con la Concertación que, lejos de demostrar ese talento para sobrevivir y adaptarse, lleva cerca de un lustro anunciándose a sí misma su extinción, sin tener al mismo tiempo la dignidad de aceptar el proceso.

Como la anciana que se niega a asumir su realidad y recurre a tinturas y cremas, la Concertación ha tratado de negar la realidad, hasta que, inevitablemente, se llegó al punto en el que esa misma realidad le da una bofetada en el rostro y le recuerda que “los muchachos” ya no son los de antes, que su tiempo pasó y que ahora se requieren “nuevos muchachos”.

Nadie podrá negar que la Concertación cumplió un rol de primera importancia en la historia nacional y eso se debe agradecer, sin duda. Pero el agradecimiento no puede incluir obligaciones de ninguna naturaleza y mucho menos compromisos de apoyo electoral que no estén respaldados por realidades.

Tal como en las películas de Hollywood, el galán maduro debe ceder su lugar a las nuevas figuras. Puede y debe aportar su experiencia, pero no puede ya pretender asumir los roles protagónicos. Es una cuestión de realismo y de dignidad porque los tiempos cambian y demandan nuevos liderazgos para nuevas situaciones.

Jubilarse no es fácil, pero sí inevitable y se hace aún más complicado cuando se cree que aún se tienen las fuerzas para seguir aportando a la causa de construir un país mejor, pero es que es el mismo país el que ha decidido que los servicios de la Concertación no se requieren más.

Es posible que con el paso del tiempo se aprecie en toda su magnitud la relevancia de su labor, pero en este momento lo que prima en el ánimo de la sociedad es un profundo malestar, básicamente por lo que se hizo mal y por lo que se dejó de hacer y últimamente por la actitud de tratar de asumir como propia una movilización social que es intrínsecamente ciudadana, de modo que no es el momento adecuado para que la Concertación pretenda usar como salvavidas a las organizaciones sociales que descuidó a lo largo de dos décadas.

Sunday, September 18, 2011

INDEPENDENCIA NACIONAL


“…la gente que produce es tan granada,

... tan soberbia, gallarda y belicosa,

que no ha sido por rey jamás regida

ni a extranjero dominio sometida”. (Alonso de Ercilla)



Sin entrar siquiera a considerar que la verdadera fecha de la independencia de Chile es el 12 de febrero de 1818, cuando efectivamente el país aseguró su libertad del dominio extranjero, y no el 18 de septiembre de 1810, cuando se formó la primera Junta de Gobierno, que tenía como principal propósito resguardar el país para volver a la corona española, una vez que esta se liberara del dominio napoleónico, siempre es útil preguntarse qué tan independientes somos como nación.

En lo estrictamente jurídico, somos independientes sin duda desde ese año de 1818, pero en otros ámbitos la respuesta es más complicada. Sin entrar en posiciones ideológicas acerca de nuestra pertenencia al área de influencia de Estados Unidos o la forma en que las potencias han ido ocupando espacios dentro del planeta, es evidente que políticamente nos insertamos dentro de lo que se conocen como democracias occidentales, tributarias a su vez de la tradición griega y de la Revolución Francesa.

Esta definición sin embargo tiene matices, ya que no es lo mismo adherir a un sistema a lo norteamericano que a lo británico, por ejemplo. Curiosamente, aunque es difícil decir que Chile ha creado su propio sistema político, es inevitable recalcar que las modalidades que ha ido adoptando nuestra institucionalidad, en especial a partir de la dictadura y luego con el retorno a la democracia, resultan bastante sui generis y hasta incomprensibles para el observador foráneo.

En lo económico, siempre hemos dependido del comercio internacional y esa es una condición que determina nuestras opciones políticas, pero que al mismo tiempo es ineludible, por lo que no se puede siquiera pensar en modificar esta situación, salvo en lo que se refiere al mejoramiento de nuestra capacidad comercial y negociadora. En este plano, y siendo extremos, sería posible poner en duda nuestra independencia, más por una cierta desidia de los responsables internos y el realismo frente al proceso de globalización de los mercados, que por imposiciones externas como podría haber sido en el pasado.

Posiblemente, es en lo cultural en donde somos más auténticamente independientes porque, a pesar de que estamos imbuidos en una globalización que se da también en lo cultural, hemos sido capaces de generar expresiones genuinamente chilenas que han sido capaces de competir con la influencia externa, aunque en ciertos períodos con bastantes dificultades. No obstante ello, hay un aspecto vinculado con lo cultural en lo que tenemos que asumir con mayor decisión la tarea de definir nuestra identidad: No sabemos con exactitud cómo somos y sólo cuando el extranjero comenta acerca de nuestras peculiaridades nos damos cuenta que tenemos rasgos distintivos, y es a partir de ellos que tenemos que levantar nuestra fortaleza política, económica y social.

Hay que tener cuidado de todos modos con un excesivo afán por defender una independencia sin sentido, porque es fácil pasar del patriotismo a un chauvinismo que perjudica en lugar de contribuir al progreso, así como hay que recordar que ese desarrollo es para las personas y no para un ficticio promedio nacional que nadie reconoce como real. Si no fuera de ese modo, ser una nación independiente no se justificaría.

Sunday, September 11, 2011

RAZÓN Y EMOCIÓN







El accidente ocurrido en Juan Fernández y el hecho de que entre las víctimas hubiera distintas figuras reconocibles para el público, especialmente Felipe Camiroaga, ha permitido a todos los chilenos comprobar las distintas formas que tienen los medios de comunicación para conectarse con el público.



Salvo las portadas de los periódicos el primer día y al día siguiente de que se confirmara la muerte de Camiroaga, la prensa escrita derivó rápidamente a la información concreta o dura, sin recurrir en la mayor parte de los casos a la morbosidad porque es lo que el papel permite y es lo que los lectores buscan, que es precisamente información.



La televisión, por el contrario, apeló claramente a la emoción y aunque también ha entregado algo de información en los noticiarios, es claro que ha privilegiado el propósito de mantener en la audiencia el estado de sensibilidad frente a la desgracia ocurrida, llegando incluso a despertar algunas críticas por un afán por conquistar el rating con actitudes que ya parecen una empatía más artificial que real y que deslindan con la morbosidad.



Quienes se han expuesto a los programas especiales de la televisión sobre lo ocurrido, pueden servir perfectamente como testimonio de la manipulación a la que han sido sometidos, ya que se trata de personas que han tenido muchos más problemas para soportar el natural dolor que produce el sufrimiento de la muerte de alguien cercano.



En este sentido hay otro aspecto que diferencia a la televisión de la prensa escrita. Por el solo hecho de aparecer en la pantalla durante años, para muchos Felipe Camiroaga era una persona muy cercana, incluso más cercana que algunos familiares, amigos reales o vecinos. Esto explica la conmoción causada por su deceso y refuta, al mismo tiempo, las eventuales críticas de quienes consideran que se ha sobredimensionado el espacio dedicado a lamentar el accidente.



Para la perspectiva periodística, la cercanía entre el público y el personaje que protagoniza la información es un elemento de incuestionable valor noticioso. No es lo mismo la muerte de un familiar que la de un desconocido, como tampoco lo es la de alguien que ha participado en la vida familiar, aunque fuera desde la pantalla y sin una retroalimentación real. Camiroaga cumplía esas condiciones, pero eso no justifica el abuso al que se ha ido llegando por parte de algunos canales de televisión que han insistido en mostrar casi cualquier imagen de archivo que haya permanecido sin utilizar.



Lo que importa, en definitiva, es que el público conozca las características específicas de cada tipo de medio de comunicación, además de la línea editorial de cada medio en particular, de modo que sepa evaluar sus contenidos de acuerdo a esas condiciones.

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Friday, September 09, 2011

EL GABRIEL VALDÉS QUE YO CONOCÍ



Cuando una figura pública muere, es normal que su legado y su vida sean motivo del encomio de personas de todos los sectores, tanto partidarios como detractores. No hay muerto malo, se suele decir, pero a veces las exageraciones, tanto en la alabanza como en las omisiones, obligan a intervenir aprovechando, como en mi caso, el acceso a la posibilidad de difundir mi testimonio sobre el Gabriel Valdés que yo conocí.



Por razones de trabajo compartí con él por poco más de una década y, sin violar la confidencialidad correspondiente, puedo decir que estuve muchas veces a solas con él en la intimidad de su oficina, oportunidades en las que me decía que fulano de tal era un perfecto imbécil, aunque sin nunca utilizar garabatos, o que mengano era una persona valiosa y confiable, y tales juicios estaban siempre basados en el conocimiento de las personas y con prescindencia de las militancias partidistas.



Conocí también con el mismo nivel de confianza a sus amigos y a sus detractores. Debo decir que era frecuente el comentario de que la edad ya se le estaba notando, pero el mejor comentario que he escuchado en los últimos días y que refleja perfectamente la relación de Gabriel Valdés con sus pares es lo que dijo Sergio Bitar, en el sentido de que el Conde hacía política a la europea, mientras ahora impera en Chile el ejercicio de la política a la norteamericana.



Posiblemente por eso, lo suyo era la política de salón, lejos de la cuña, del asistencialismo o de las fanfarrias con globos y serpentinas de colores. Pero también tenía una fina sensibilidad para comprender los desafíos de cada momento y, aunque lo suyo era el estilo decimonónico, estaba muy bien enterado de lo que pasaba en el siglo XXI. Por eso, aceptó dejar su comodidad en buenos puestos de organismos internacionales para volver al país a liderar la oposición a la dictadura cuando Andrés Zaldívar fue exiliado y para la izquierda era imposible pensar en una resistencia pacífica a la represión.



Es preciso recordar que no era fácil. Sólo oponerse al dictador significaba ser etiquetado como delincuente y arriesgar cárcel, amenazas y ataques. Ahora, a 25 años de distancia, son héroes, pero en esos años era cosa seria y aunque a Valdés había que convencerlo de salir a la calle, lo hacía y ponía la cara de una forma que algunos no hacen en democracia.



Se le recuerda ahora como un hombre que hubiera llenado bien el cargo de Presidente de la República, pero la verdad es que el camino que había que recorrer para esa carrera era algo que estaba fuera de su ética y su estilo. Nunca entendió bien lo de los lotes al interior de la Democracia Cristiana. Lo que entendía era que él tenía méritos para llegar a la Presidencia y que las máquinas internas se lo impidieron.



También se le critica haber valorado la candidatura presidencial de Sebastián Piñera, pero es que no era el empresario Piñera ni el RN Piñera, sino el hijo de su amigo Pepe Piñera y, además, no era tan derechista a sus ojos. Si no, que lo digan en la UDI donde todavía se le considera un DC infiltrado en la Derecha.



Aclaro, por último, que no rindo este testimonio por una especial amistad ni por un aprecio particular de su pensamiento, sino porque Gabriel Valdés era un caballero y creo que al país le hacen falta caballeros como fue él, gente que sabe lo que es el deber y la responsabilidad y actúa en consecuencia, sin echarle la culpa a ninguna circunstancia.

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Sunday, September 04, 2011

PERIODISMO PARA LA DEMOCRACIA



Si no fuera porque Las Últimas Noticias y Publimetro publicaron portadas el sábado pasado, dando anticipadamente la información de la muerte del animador Felipe Camiroaga, nadie se habría fijado en la forma en que actúan nuestros medios de comunicación, a pesar de las reiteradas quejas que distintos actores han venido presentando por las políticas editoriales.



Así como la movilización ciudadana ha obligado al Gobierno a sentarse a negociar con los estudiantes, la molestia del público obligó también a ambos medios impresos a presentar excusas, pero habitualmente la gente no reacciona a los abusos o informaciones parciales que se publican y de esa forma, sin darse cuenta, van aceptando la realidad que construyen día a día los medios de comunicación.



Cuando se estableció la ley que dio origen a Televisión Nacional de Chile se determinó que sus funciones serían las de "informar, educar y entretener", y debe entenderse que este marco es válido para todos los medios, sean televisivos, radiales o escritos.



En el caso de la televisión y de la radio, por tener mucho mayor impacto social y por ocupar para sus transmisiones un espacio de la banda de frecuencias, que es un bien de uso público, concesionado por la autoridad a particulares por períodos determinados de tiempo, la exigencia tiene aún más relevancia, ya que utilizan un espacio que le pertenece a todos -como los minerales o el agua- para desarrollar una actividad empresarial particular a la que se le añade la consecución de fines políticos y económicos propios.



Sin duda, la prensa representa un poder de gran relevancia en los procesos sociales y es por eso que las cúpulas partidistas y empresariales tratan siempre de hacer lo posible por contar con su simpatía, lo que afecta aún más a quienes carecen de los medios y herramientas para hacer valer su opinión. En la actualidad, salvo la posibilidad de recurrir a los tribunales que siempre es una alternativa cara, limitada y engorrosa, no existen mecanismos para que los ciudadanos se defiendan frente a las acciones y omisiones de los medios de prensa. El Colegio de Periodistas tiene un tribunal de ética y la Federación de Medios de Comunicación otro organismo especializado, pero su existencia es mayoritariamente desconocida, su labor tiende a proteger a sus asociados salvo casos flagrantes y, por último, sus dictámenes no son de cumplimiento obligatorio.



Es incuestionable que en una sociedad democrática todas las personas deberían tener el derecho a que sus opiniones tengan la misma difusión que las de cualquier otro. Es evidente que eso es impracticable por razones de espacio, pero el ideal sería que se buscara un punto intermedio y que en ningún caso la dificultad técnica se convierta en una denegación del derecho a expresión. Esta es un área en la que el asunto no se puede someter a las leyes del mercado sino que requiere mayor regulación para equilibrar la situación de cada una de las partes.

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