Politica e Ideas

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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, December 30, 2012

Quiero mi metro cuadrado verde

De vez en cuando, entre declaraciones de políticos que cuestionan a sus contendores y escandalillos de las figurillas de la farandulilla nacional, aparecen noticias que llaman la atención, como un estudio hecho por la empresa MapCity que indica que los santiaguinos tienen una fuerte carencia de espacios verdes, esenciales para paliar los efectos de la contaminación, para la realización de actividades recreativas y para la integración de las personas con la naturaleza.


No se entregaron todos los resultados, pero con lo publicado basta. Se dice, por ejemplo, que las Naciones Unidas recomienda un promedio de 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante y que la comuna de Santiago que más se acerca es Providencia, con 14,1 metros cuadrados por vecino.

En el ranking aparecen luego Vitacura y La Reina, y se da la cifra importante: Entre estas tres comunas suman el 49 por ciento de la superficie verde de toda la ciudad de Santiago. Como la información es incompleta, no se sabe si se están considerando las 37 comunas del Gran Santiago o solamente las 26 que están completamente dentro del radio urbano. Sea cual sea la situación, si únicamente tres comunas concentran la mitad es evidente que la otra mitad se divide entre 34 o 23 comunas, con lo que da un promedio bajísimo.

Por último, la noticia informa que el 2,4 por ciento de los santiaguinos vive cerca de un parque de al menos 10 mil metros cuadrados, sin que se diga qué tan cerca es eso ni que se recuerde que 10 mil metros cuadrados es apenas una manzana, o sea casi nada.

La nota incluye la reacción del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que naturalmente dice que se está trabajando en el tema, pero nadie dice nada que cualquier ciudad, sobre todo una tan grande como Santiago, necesita espacios para el desarrollo de sus habitantes. No puede ser que a la gente se la tenga arrumada en edificios, consumiendo más de dos horas diarias en sus desplazamientos desde sus hogares a sus sitios de trabajo o de estudio, con sueldos que se destinan en un porcentaje altísimo a pagar deudas y que, cuando llegan a tener un momento de recreación -que resultan bastante escasos- no tengan lugares donde ir.

El resultado de este modelo de vida es evidente: Las personas viven estresadas, desarrollan más enfermedades -mentales y de las otras- y las únicas vías de salida que tienen son ahondar en la única forma de vida que tienen: Más aislamiento, más individualismo, desconfianza, materialismo, consumismo.

Si se trata de tener una fábrica de trabajadores al menor costo posible, sería bueno que alguien se de cuenta que se están extremando las condiciones a tal punto que, en cualquier momento, los santiaguinos pueden reventar como una caldera bajo presión.

Sunday, December 23, 2012

El fin del mundo como lo conocemos

Contrariamente a lo que se supuso que predijeron los mayas, el pasado día 21 no se produjo ninguna hecatombe de nivel planetario que pusiera en riesgo la existencia de la raza humana ni de ninguna otra especie, pero como estos tiempos de dudas y temores dan para todo no faltó quien advirtiera que se trataba de un cambio cultural, una especie de renacer de una consciencia que permitirá un mejor equilibrio entre los hombres y el planeta.


Por eso me llamó la atención un comentario en las redes sociales de un amigo de derecha que afirmó que no se había acabado el mundo “ni el modelo”. Sin considerar que esta preocupación es diametralmente opuesta a las aspiraciones de quienes postulan una especie de mudanza espiritual, ¿es posible que se acaben los “modelos”, entendiendo como tales a un determinado ordenamiento político y económico? Pareciera que no, dado que siempre existirá la necesidad de que la sociedad se organice de alguna manera y, hasta ahora, la historia ha mostrado que es posible que coexistan distintas alternativas, a pesar de que en determinados momentos una pueda predominar sobre otras.

La defensa de un determinado modelo -como lo hacía mi amigo- va complementada con la aspiración de otros amigos respecto al fin de ese mismo modelo (es una virtud tener amigos con distintos pensamientos), pero a la hora de ser realistas hay que decir que las diferentes formas de pensar respecto a cómo debiera organizarse la sociedad pueden seguir prolongándose en el tiempo con total independencia de que se materialicen o no en algún país concreto.

Incluso si se concretaran las aspiraciones de un tercer grupo de amigos, que podríamos denominar como los “místicos”, en cuanto a que el cambio sería espiritual, seguiría siendo necesaria una organización social y, por lo tanto, todos los aportes respecto a la manera en que esta pueda funcionar continuarían siendo útiles y esencialmente controvertibles porque nunca todos estarán completamente de acuerdo en una sola opción.

Al final, pareciera que todo cambia para seguir más o menos igual, y si no se ven grandes cambios la posibilidad de que todo siga igual es aún más elevada.

La pregunta no es entonces si se acabó el mundo como lo conocemos, ya que no se terminó el planeta ni la especie humana, si no si es posible que llegue a cambiar. Desde esta perspectiva la siguiente pregunta es lógica y necesaria: ¿Para qué debería cambiar? La repuesta es obvia: Para que el mundo sea más justo, para que todas las personas puedan tener lo necesario para su desarrollo, pero nuevamente esos propósitos son entendidos de distintas formas, todas ellas legítimas.

Sunday, December 16, 2012

Los Patriarcas

Hay un grupo de chilenos que, siendo igualmente ciudadanos que todos los demás, tienen una condición distinta por haber sido en los años recientes presidentes de la República. Se podría decir que son los primeros dentro de los iguales, pero esa es una señal de respeto que tienen que seguir mereciendo porque no basta con su calidad de ex-mandatarios para asegurar esa respuesta de los demás chilenos.


Ser ex-presidentes no los hace mejores ni peores ni les significa dignidades distintas -salvo una dieta establecida por el Congreso como una forma de empujar el retiro del Senado del general Pinochet, pero que es sólo dinero, y la posibilidad de prestar declaración por oficio en los procesos judiciales-, y si quieren seguir participando en el debate político quedan tan expuestos como cualquier otro actor a que se les contradiga y se les recuerde sus errores del pasado. Posiblemente se les diga con decoro que están equivocados, pero no se les deja de señalar su equivocación.

La aproximación de las elecciones hará que esas respuestas sean cada vez menos educadas, y si esos ex-presidentes quieren conservar su condición de verdaderos patriarcas de la democracia nacional tendrán que tener especial cuidado en demostrar que, efectivamente, están sobre el promedio del resto de la clase política nacional.

En este sentido, tienen dos opciones: Reservarse en su calidad de patriarcas o de “hombres buenos” para los momentos en los que se requiera una suerte de árbitro para definir las polémicas que no logran resolverse, o entrar directamente en el debate.

Se podría argumentar que por sus atributos, su carrera política, sus logros, sus servicios al país, podrían estar obligados a permanecer congelados, como esas viejas glorias que de tanto quedarse quietos para la adulación ciudadana pierden su movilidad y se convierten en estatuas vivientes. Pero no sería justo, si así lo desean, impedirles que ejerzan sus derechos como ciudadanos a opinar, igual que todos los demás chilenos que no han sido presidentes.

La elección es de ellos, pero tienen que estar conscientes que su capital político se puede perder con malas decisiones, que los tiempos en los que gobernaron no son los mismos y, especialmente, que ahora todos los ciudadanos tienen la posibilidad de criticarlos por las redes sociales, y es seguro que ellos no serán tan respetuosos como lo podrían ser sus contendores políticos. Si sienten la responsabilidad de seguir contribuyendo con su experiencia al desarrollo de la política, muchos se lo agradecerán, pero están haciendo una apuesta a la que nadie los obliga.

Sunday, December 09, 2012

Cuando se unen la política y la economía

A propósito de la decisión de la autoridad regional de Atacama en orden a permitir la reapertura de la planta faenadota de cerdos de Agrosuper en Freirina, luego que hace no mucho tiempo se había ordenado su clausura por serios daños al medio ambiente, se ha comenzado a divulgar una campaña en las redes sociales para que las personas dejen de comprar los productos de esta empresa, incluyendo las marcas Superpollo, Supercerdo, La Crianza, Sopraval y Supersalmón.


Sin duda las imágenes de los vecinos enfrentándose a la policía agrega más dramatismo a esta iniciativa.

¿Es legítimo llamar a boicotear a una empresa? Por supuesto que lo es, y no sólo es legítimo sino que, además, es recomendable porque se trata de la participación ciudadana en un asunto de interés político pero expresado en el ámbito económico.

La unión de la política y la economía no está reservada exclusivamente para los supuestos planes de dominación mundial o de una clase sobre el resto de la sociedad que, sumados a intentos de evasión tributaria u otras formas de eludir su responsabilidad, han ido minando el prestigio de algunas empresas. También puede ser utilizada en el sentido inverso, y aunque una causa pueda parecer más simpática que la otra hay que decir que, sea cual sea el uso que se le de a los derechos políticos y económicos, en todos los casos se trata de algo legítimo.

Durante mucho tiempo se pregonó la libertad económica en tiempos que se negaba la libertad política, pero ya a estas alturas parecen haberse igualado las libertades en ambos campos y lo que puede ser el próximo paso es que la acción política se exprese en el ámbito de lo económico.

Nadie puede negar el derecho al emprendimiento como tampoco se puede negar el derecho a elección del consumidor y es cosa de sumar dos más dos que se de el siguiente paso, que no es otro que los intereses del ciudadano sean los que orienten las conductas del consumidor, del mismo modo que el empresario debe ir comprendiendo que sus decisiones tienen un componente político.

En este sentido, es posible que la reapertura de la planta de Freirina sea técnicamente correcta e incluso aconsejable, pero no es políticamente apropiada, aunque parte de los propios habitantes de Freirina se puedan ver beneficiados por la fuente de empleo que representa. Cuando se unen la política y la economía, es inevitable que las decisiones se hagan más complejas pero eso es ineludible porque es una etapa propia de la evolución de la democracia.

Sunday, December 02, 2012

El pragmatismo en la política

Mucha tinta se ha esparcido en la prensa para comentar la posibilidad de que la Concertación y el Partido Comunista puedan conformar un acuerdo político permanente o programático, como se le dice en estos tiempos a un entendimiento que va más allá de lo puramente electoral.


¿Es esto una muestra de pragmatismo? Por supuesto que sí. ¿No son acaso estrictamente utilitarios todos los acuerdos políticos existentes en el país, una forma de aminorar los efectos del sistema electoral binominal?

Si es así, ¿cuál es el motivo del escándalo? Simplemente que el Presidente de la Democracia Cristiana ha señalado su disconformidad a un entendimiento con los comunistas, como si a lo largo de estos casi veintitrés años no hubiera habido un diálogo permanente que, si bien no es un acuerdo formal, ha permitido una importante dosis de gobernabilidad.

La raíz del escándalo es, en esencia, que la DC y el PC han sido los partidos más dogmáticos en la historia política nacional, en el sentido de que tienen un conjunto de ideas que defienden con garras y no han claudicado en sus postulados por ninguna ventaja electoral. En la larga historia de ambas colectividades han estado la mayor parte del tiempo en veredas opuestas y sólo vinieron a coincidir de forma parcial cuando se trató de terminar con la dictadura, aunque con serias discrepancias respecto a los métodos válidos para hacer oposición.

Luego, a lo largo de los gobiernos de la Concertación la DC siempre mantuvo una suerte de veto a un entendimiento público y formal con el PC, sin perjuicio del diálogo que existía en la base social y en las organizaciones territoriales y funcionales. A fin de cuentas, se trataba que la democracia funcionara y en eso los dos partidos estaban de acuerdo.

Los demás socios de la Concertación nunca han tenido los anticuerpos que tiene la DC con los comunistas. Es más, durante la Unidad Popular ya habían sido partícipes de un mismo pacto, con la DC en contra, y sin embargo todos fueron capaces de organizarse para recuperar la democracia.

El problema es que, tras veinte años, la Concertación perdió el poder y para recuperarlo necesita ampliarse. Hay que reconocer entonces que en este posible acuerdo hay una cierta dosis de realismo porque aunque la Concertación -o como se vaya a llamar este conglomerado- lleve de candidata a Michelle Bachelet, siguen faltándole los votos para tener una mayoría parlamentaria. ¿Y quién tiene los votos que faltan? El Partido Comunista. Dos más dos es cuatro, y los dogmas tienen que ser dejados de lado, ¿pero podrán hacerlo los dos partidos más dogmáticos?