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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, February 24, 2013

Chile es un festival


            Aunque han aparecido otros festivales que amenazan la hegemonía del tradicional de Viña del Mar, este sigue siendo el más significativo por una razón muy sencilla, y es que es la última fiesta antes del reinicio de las actividades rutinarias.   Habrá quien se tome las vacaciones en otras fechas más apropiadas, menos calurosas y menos atiborradas de turistas disputando la última mesita del restaurant o el metro cuadrado de playa, pero lo concreto es que, terminado febrero finaliza el período de descanso.

            Como somos un país tan falto de personalidad para todo, cuando unos se van de descanso es como si todos interrumpiéramos lo que estamos haciendo y nos vamos de vacaciones.   Presidente, ministros, jueces, parlamentarios desaparecen, y solos nos quedamos esperando que pase el verano y que vuelva a suceder algo o nada con el país.

            Y es en ese instante, cuando ya se asoma el último fin de semana del veraneo, que se produce el Festival de Viña del Mar, y no importa los escandalillos de las figurillas más o menos famosillas, que de los numerosos números que se presentan sólo uno, o dos, o tres sean del interés de uno, pero la gran mayoría se vuelca al festival y por una semana Chile entero es un festival.  De mentira, claro, porque esa no es la realidad sino un juego de máscaras.

            O era un festival, porque mucha agua ha pasado por los puentes del estero Marga-Marga desde que se inició este evento hace ya 53 años, y lo que era virtualmente un monopolio ha dejado de serlo.  Otras ciudades se han atrevido a montar sus propias fiestas y han aparecido otros canales de televisión, tanto por señal abierta como por cable, y entonces el impacto del festival de Viña ya no es el mismo porque sencillamente todo cambia.

            Los nuevos festivales han arrebatado audiencia televisiva al evento principal pero no le han podido disputar espacio en los medios de prensa ni en las conversaciones porque, a fin de cuentas, de lo que se trata es de participar en la última fiesta antes de ponerse serios de nuevo, dentro de lo razonablemente posible claro, porque apenas asome otro motivo podemos volver en un dos por tres al baile sudoroso, los viajes en buses atestados y las borracheras sin más sentido que el aumento de las estadísticas en accidentes de tránsito y asumir nuestra inconsciencia por un ratito.   Se acaba el verano y empieza el año, como si no hubiera dado inicio ya hace dos meses atrás.

            Al final, Chile es un festival y cualquier excusa es buena para celebrar, aunque los motivos objetivos sean pocos.  No es malo, siempre que no se abuse del escapismo.

Sunday, February 17, 2013

Estar solo


            Joseph Ratzinger ha anunciado su decisión de renunciar a su trabajo, lo que no tiene nada de particular aunque ese puesto sea el de Papa, si no fuera por el hecho que esa medida refleja al mismo tiempo lo que siempre se suele decir, en cuanto a la soledad del poder.

            En el caso del alemán, esa soledad tan propia de los poderosos lleva aparejada consigo la contradicción de que está a la cabeza de una iglesia que todos los domingos ora por él, que se trata de una institución excepcionalmente vertical en la que uno supondría que basta con que su líder imparta una orden para que sea obedecida, aun cuando se trate de un asunto que entra en el pensamiento y la vida privada de las personas.

            Resulta raro entonces que alguien así se sienta solo.  Puede estarlo quien no tiene nadie que lo acompañe o que nadie siquiera se interese en una conversación, pero no es el caso, como le ocurre a millones de personas sin las oportunidades de un Papa.

            Oficialmente, Ratzinger ha dicho que carece de las fuerzas para cumplir con sus responsabilidades.  Está en todo su derecho, pero en los días posteriores se han venido entregando otras interpretaciones que ponen en duda la efectividad de su supuesto poder y hasta ahora se ha dicho incluso que la idea de retirarse a un monasterio dentro del territorio del Vaticano -un estado independiente, hay que recordarlo- incluye el propósito de eludir cualquier obligación de responder ante la justicia casi por cualquier tipo de investigación en la que pudiera estar relacionado, ya sea directa o indirectamente, por acción u omisión.

            Sin duda, eso es estar solo, como un dictador que ha perdido su autoridad y no le queda más defensa que el dinero que pudo acumular en su momento.  Es bastante triste que el representante de Dios, una autoridad moral que debiera ser sinónimo de intachabilidad, esté expuesto a ese escenario de tener que autorecluirse para no responder por sus actos.

            Algo se hizo mal y es difícil pensar que Ratzinger o los oscuros vericuetos del poder pontificio sean los únicos responsables, pero lo concreto es que en estos días cuesta encontrar personas interesadas en asumir un cargo que tradicionalmente estuvo tan rodeado de honor, prestigio y poder.

             Es probable que alguien siga rezando por Ratzinger porque, como dice la sabiduría popular, a nadie le falta Dios, aunque sus propios representantes hayan faltado a sus deberes de forma que toda la majestad moral que acompañaba el cargo de Papa esté puesta ahora en duda.

Sunday, February 10, 2013

Contar hasta diez


            Esta semana hubo dos episodios que demostraron nuestra tendencia como chilenos a hablar sin pensar demasiado.   El primero de ellos, la denuncia de que Pablo Mackenna habría realizado tocaciones a una menor de edad; la segunda, el video que mostraba a un grupo de soldados cantando frases ofensivas contra los países vecinos.

            El primero de estos casos fue el más claro, ya que a las pocas horas se dio a conocer la filmación de una cámara de seguridad que mostraba la escena y dejaba bien poco espacio para cualquier tipo de abuso deshonesto.   Las imágenes parecían confirmar que alguien parecido a Mackenna -la calidad era mala- efectivamente se sentaba al lado de la niña durante 16 segundos, lo que no da tiempo para casi nada.

            De todos modos, el proceder de la Fiscalía es el correcto.  Ante la existencia de una denuncia se debe investigar, sin prejuzgar si el denunciado puede o no ser responsable o si la denunciante es creíble, ya que también se conocieron con el paso de las horas algunos antecedentes de la madre que permitían colgarle el cartel de poco confiable.

            Sin embargo, en las redes sociales la reacción fue inmediata: Pablo Mackenna “es un pedófilo” y la madre una “inconsciente”.

            El segundo caso es más complicado porque el video es clarísimo y no hay forma de justificar los comentarios de los marinos chilenos sobre los nacionales de los países vecinos, pero sí el paso de las horas permitió concluir que lo mismo ocurre en todos lados y que, en definitiva, el error fue principalmente entonar el canto en la vía pública, justo en temporada de turistas, pero antes de eso se habló de un incidente internacional, de llamados a la solidaridad mundial contra un “acto de agresión” y hasta se alcanzó a pedir la destitución de los soldados que sólo se limitaban a repetir las consignas del instructor, ello sin contar con quienes respaldaban la letra del canto y casi pedían un ataque armado contra los vecinos.

            En definitiva, en ambos casos las opiniones son lapidarias y concluyentes, y cuando las situaciones se van aclarando en vez de que las personas se excusen por sus comentarios, en la medida que afectan el prestigio de los involucrados o la paz entre vecinos, simplemente se cambia el tema y se busca a alguien más sobre el cual descargar la insidia típicamente criolla.

            Mi abuelo tenía razón en eso que me decía: “Piensa mal y acertarás”.  Si estuviera vivo en estos tiempos es posible que hubiera agregado algo como “pero no lo dejes por escrito”.

Sunday, February 03, 2013

Las mal habladas


            Si se piensa bien, no hay motivos para la dimensión que cobró el escandalo protagonizado por la ministra Evelyn Matthei y la diputada Marta Isasi, a raíz de la difusión del diálogo subido de tono, cuando se enfrentaron en  una reunión sobre la situación de los trabajadores en la sede de Iquique de la fallida Universidad del Mar.

            Es cierto.   Llama la atención que dos mujeres aparentemente educadas tengan un vocabulario como el que se conoció, pero hay que considerar que el habla habitual de muchas mujeres chilenas ha ido deteriorándose en los últimos años.  Es cosa de escuchar en la calle casi cualquier conversación de dos amigas que se sientan en confianza y se podrá comprobar que no sólo usan palabras de grueso calibre sino que hasta comparten detalles de su vida íntima, en especial cuando se trata de mujeres jóvenes.

            ¿Que son autoridades que deben cuidar su comportamiento?   Claro, pero no es claro que la ministra Matthei supiera que la grabación se podría difundir, aunque la diputada Isasi ha mostrado que la cámara estaba bien visible.   Por otro lado, mucho más grave que decir un garabato es condonar la deuda tributaria de una empresa a la que, al mismo tiempo, se le arrienda una propiedad por varios millones de pesos mensuales, sin que el Gobierno aparte a ese funcionario de su puesto.   Eso es mucho más obsceno.

            Otro asunto es que la ciudadanía tenga derecho a exigir de sus autoridades un comportamiento determinado.   En teoría, sí existe ese derecho, al menos en lo que se refiere a todo lo que está relacionado con eventuales abusos en el ejercicio del poder, pero en ninguna ley está escrito que incluso el Presidente de la República no pueda decir una palabrota de vez en cuando.  Son seres humanos, a fin de cuentas, y tienen sentimientos y emociones.

            Distinto es cuando se considera a las autoridades como modelos de comportamiento para el resto de la sociedad, y desde ese argumento sí que la ciudadanía tiene derecho a reclamar un comportamiento que trasciende por mucho el marco de lo descrito por las leyes.   Visto el asunto desde ese punto de vista, el decoro es una obligación, pero no ética sino que estética, lo que no le quita un ápice a la responsabilidad que se debe tener de todos modos.   Incurrir en actos poco estéticos amerita un reproche, pero no va más allá de eso porque no es delito ni falta.

            También resulta grave que alguien no sea capaz de controlar su vocabulario, porque puede ser síntoma de una situación de estrés que justifica vacaciones, más o menos extensas, según la necesidad.

            Por último, más que preocuparse de los garabatos de una ministra y una diputada, sería más útil usar ese tiempo y esa energía en preocuparnos de mejorar nuestro propio uso del lenguaje.