Un país sin traumas
Naturalmente,
no se puede olvidar que en el mismo día de 1973 miles de familias vieron
quebrados sus destinos, algunos como víctimas y otros como victimarios y que aún
a cuarenta años de los sucesos el trauma sigue presente, bastando que se
muestren algunas imágenes y se rescaten algunos testimonios para que muchos
revivamos un período de la historia en el que las diferencias políticas entre
compatriotas fueron todas las excusas necesarias para una campaña de exterminio
respecto de quien pensaba diferente.
Hubo
abusos que sólo pueden calificarse de inhumanos, pero también hay que valorar
que las personas trataban de vivir al mismo tiempo lo mejor posible, haciendo
realidad eso de ponerle buena cara al mal tiempo. Las heridas seguían por dentro porque no se
pueden borrar si no son tratadas adecuadamente, como los traumas psicológicos,
que en nuestro caso son colectivos e individuales.
Pero
inmersos en ese trauma, los que somos adultos ahora no tenemos palabras para
explicar a los que no habían nacido aún en 1988, cuando el plebiscito significó
el término de la dictadura, qué fue lo que hicimos mal como país para perder la
capacidad de convivencia y no sabemos siquiera si alguna vez la tuvimos.
Se
podrá argumentar que hoy en día sí podemos coexistir unos con otros sin mayores
roces, pero basta con revivir las causas del trauma para que se erice la piel y
las garras se afilen en búsqueda de un contrario al cual negarle su verdad y
toda posibilidad de argumentar sus puntos de vista.
No
me atrevería, por un asunto de pudor, a pedirle a nadie que enfrente esta
conmemoración del “11” como lo hago yo, pero creo que es honesto decir que lo
que más me preocupa es qué país van a recibir mis hijos. No quiero que vivan en una sociedad que se
arrastra en un paisaje en blanco y negro.
Quiero colores para ellos, matices, gradaciones en la apreciación de la
realidad, pero sin dejar de reconocer nunca tampoco que el pasado no se
resuelve simplemente diciendo que hay que mirar sólo hacia el futuro y que las
diferencias son legítimas pero debe primar la tolerancia porque el diálogo es
el que permite el crecimiento de los países.
Cuando
se dice que Chile está al borde del desarrollo o que tenemos una economía
espectacular, una estabilidad institucional que es envidia de otros, se están
dejando muchos factores de lado de los que no se puede prescindir en una
sociedad madura.
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