INDEPENDENCIA NACIONAL
... tan soberbia, gallarda y belicosa,
que no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida”. (Alonso de Ercilla)
Sin entrar siquiera a considerar que la verdadera fecha de la independencia de Chile es el 12 de febrero de 1818, cuando efectivamente el país aseguró su libertad del dominio extranjero, y no el 18 de septiembre de 1810, cuando se formó la primera Junta de Gobierno, que tenía como principal propósito resguardar el país para volver a la corona española, una vez que esta se liberara del dominio napoleónico, siempre es útil preguntarse qué tan independientes somos como nación.
En lo estrictamente jurídico, somos independientes sin duda desde ese año de 1818, pero en otros ámbitos la respuesta es más complicada. Sin entrar en posiciones ideológicas acerca de nuestra pertenencia al área de influencia de Estados Unidos o la forma en que las potencias han ido ocupando espacios dentro del planeta, es evidente que políticamente nos insertamos dentro de lo que se conocen como democracias occidentales, tributarias a su vez de la tradición griega y de la Revolución Francesa.
Esta definición sin embargo tiene matices, ya que no es lo mismo adherir a un sistema a lo norteamericano que a lo británico, por ejemplo. Curiosamente, aunque es difícil decir que Chile ha creado su propio sistema político, es inevitable recalcar que las modalidades que ha ido adoptando nuestra institucionalidad, en especial a partir de la dictadura y luego con el retorno a la democracia, resultan bastante sui generis y hasta incomprensibles para el observador foráneo.
En lo económico, siempre hemos dependido del comercio internacional y esa es una condición que determina nuestras opciones políticas, pero que al mismo tiempo es ineludible, por lo que no se puede siquiera pensar en modificar esta situación, salvo en lo que se refiere al mejoramiento de nuestra capacidad comercial y negociadora. En este plano, y siendo extremos, sería posible poner en duda nuestra independencia, más por una cierta desidia de los responsables internos y el realismo frente al proceso de globalización de los mercados, que por imposiciones externas como podría haber sido en el pasado.
Posiblemente, es en lo cultural en donde somos más auténticamente independientes porque, a pesar de que estamos imbuidos en una globalización que se da también en lo cultural, hemos sido capaces de generar expresiones genuinamente chilenas que han sido capaces de competir con la influencia externa, aunque en ciertos períodos con bastantes dificultades. No obstante ello, hay un aspecto vinculado con lo cultural en lo que tenemos que asumir con mayor decisión la tarea de definir nuestra identidad: No sabemos con exactitud cómo somos y sólo cuando el extranjero comenta acerca de nuestras peculiaridades nos damos cuenta que tenemos rasgos distintivos, y es a partir de ellos que tenemos que levantar nuestra fortaleza política, económica y social.
Hay que tener cuidado de todos modos con un excesivo afán por defender una independencia sin sentido, porque es fácil pasar del patriotismo a un chauvinismo que perjudica en lugar de contribuir al progreso, así como hay que recordar que ese desarrollo es para las personas y no para un ficticio promedio nacional que nadie reconoce como real. Si no fuera de ese modo, ser una nación independiente no se justificaría.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home