Los Buenos Muchachos
Este no es sólo el nombre de la famosa picada de parrilladas sino que perfectamente puede servir para referirse a lo que fue la Concertación de Partidos por la Democracia en los primeros años de su existencia, cuando tenía el claro propósito de recuperar la democracia y luchar contra el empobrecimiento y los desequilibrios económicos y sociales que se habían venido arrastrando desde la dictadura.
Pero tal como le sucede a los actores de Hollywood, el paso del tiempo destruye la novedad y produce un natural envejecimiento, una suerte de pérdida de los “años dorados” que sólo alguien con especial inteligencia y habilidad para detectar y comprender las señales de los nuevos tiempos podría evitar. Eso no ha sucedido con la Concertación que, lejos de demostrar ese talento para sobrevivir y adaptarse, lleva cerca de un lustro anunciándose a sí misma su extinción, sin tener al mismo tiempo la dignidad de aceptar el proceso.
Como la anciana que se niega a asumir su realidad y recurre a tinturas y cremas, la Concertación ha tratado de negar la realidad, hasta que, inevitablemente, se llegó al punto en el que esa misma realidad le da una bofetada en el rostro y le recuerda que “los muchachos” ya no son los de antes, que su tiempo pasó y que ahora se requieren “nuevos muchachos”.
Nadie podrá negar que la Concertación cumplió un rol de primera importancia en la historia nacional y eso se debe agradecer, sin duda. Pero el agradecimiento no puede incluir obligaciones de ninguna naturaleza y mucho menos compromisos de apoyo electoral que no estén respaldados por realidades.
Tal como en las películas de Hollywood, el galán maduro debe ceder su lugar a las nuevas figuras. Puede y debe aportar su experiencia, pero no puede ya pretender asumir los roles protagónicos. Es una cuestión de realismo y de dignidad porque los tiempos cambian y demandan nuevos liderazgos para nuevas situaciones.
Jubilarse no es fácil, pero sí inevitable y se hace aún más complicado cuando se cree que aún se tienen las fuerzas para seguir aportando a la causa de construir un país mejor, pero es que es el mismo país el que ha decidido que los servicios de la Concertación no se requieren más.
Es posible que con el paso del tiempo se aprecie en toda su magnitud la relevancia de su labor, pero en este momento lo que prima en el ánimo de la sociedad es un profundo malestar, básicamente por lo que se hizo mal y por lo que se dejó de hacer y últimamente por la actitud de tratar de asumir como propia una movilización social que es intrínsecamente ciudadana, de modo que no es el momento adecuado para que la Concertación pretenda usar como salvavidas a las organizaciones sociales que descuidó a lo largo de dos décadas.