EL JAMON DEL SANDWICH
El Partido Demócrata Cristiano chileno celebró el fin de semana pasado sus cincuenta años de existencia, asumiendo la difícil tarea de tratar de recuperar el Gobierno dentro de una alianza que siente que su papel moderador ha perdido sentido, y enfrentando a una oposición que invoca los principios del Humanismo Cristiano sólo para atraer los votos que cree que requiere para asegurar el triunfo electoral en las próximas elecciones presidenciales.
La implementación en Chile de un partido que recogiera explícitamente los postulados de la Iglesia Católica en el ámbito de la política, en la senda de lo que venía ocurriendo en Europea con medio siglo de anticipación, tuvo un importante éxito que le permitió a esta colectividad alcanzar su primer Gobierno con Frei Montalva apenas con siete años de existencia. Era una época, sin duda, en que la ideologización, la confrontación sorda de derechas e izquierdas y la existencia de una clase media vigorosa hacían necesario un partido como la DC.
El posterior advenimiento de la dictadura militar mantuvo la justificación de la DC como una colectividad moderada que permitiría suavizar el tránsito del régimen pinochetista al camino del socialismo que se había iniciado con Allende e incluso el mismo Frei Montalva, y ese rol lo cumplió exitosamente a lo largo de otros dos mandatos presidenciales.
En estos días, sin embargo, cuando derecha e izquierda parecen coincidir en la defensa del mercado y la neutralidad del Estado frente a la economía; cuando los conflictos sociales o políticos son presentados a los tribunales o a los medios de comunicación para su resolución, en lugar de disponer que el juego de las mayorías defina la verdad y la razón; cuando los políticos apelan a la ciudadanía sólo en su calidad de votantes y no consideran su condición de seres humanos, resulta necesario reflexionar acerca de la vigencia de la Democracia Cristiana.
Usualmente, cuando se hace este tipo de críticas se responde que el Humanismo Cristiano es más necesario que nunca en una sociedad hedonista y materialista, pero no es eso lo que se pone en duda sino a la Democracia Cristiana como expresión político partidista de una determinada corriente filosófica en momentos en que no es el pensamiento el que distingue a los partidos sino las estrategias del marketing.
Tradicionalmente, en Chile y el resto del mundo, la Democracia Cristiana ha sido el puente de plata que inclina la mayoría y el acceso al Gobierno de la Izquierda o la Derecha, pero cuando deja de tener justificación se convierte simplemente en el jamón del sándwich que tanto la Izquierda como la Derecha tratan de copar para consolidar su mayoría.
La implementación en Chile de un partido que recogiera explícitamente los postulados de la Iglesia Católica en el ámbito de la política, en la senda de lo que venía ocurriendo en Europea con medio siglo de anticipación, tuvo un importante éxito que le permitió a esta colectividad alcanzar su primer Gobierno con Frei Montalva apenas con siete años de existencia. Era una época, sin duda, en que la ideologización, la confrontación sorda de derechas e izquierdas y la existencia de una clase media vigorosa hacían necesario un partido como la DC.
El posterior advenimiento de la dictadura militar mantuvo la justificación de la DC como una colectividad moderada que permitiría suavizar el tránsito del régimen pinochetista al camino del socialismo que se había iniciado con Allende e incluso el mismo Frei Montalva, y ese rol lo cumplió exitosamente a lo largo de otros dos mandatos presidenciales.
En estos días, sin embargo, cuando derecha e izquierda parecen coincidir en la defensa del mercado y la neutralidad del Estado frente a la economía; cuando los conflictos sociales o políticos son presentados a los tribunales o a los medios de comunicación para su resolución, en lugar de disponer que el juego de las mayorías defina la verdad y la razón; cuando los políticos apelan a la ciudadanía sólo en su calidad de votantes y no consideran su condición de seres humanos, resulta necesario reflexionar acerca de la vigencia de la Democracia Cristiana.
Usualmente, cuando se hace este tipo de críticas se responde que el Humanismo Cristiano es más necesario que nunca en una sociedad hedonista y materialista, pero no es eso lo que se pone en duda sino a la Democracia Cristiana como expresión político partidista de una determinada corriente filosófica en momentos en que no es el pensamiento el que distingue a los partidos sino las estrategias del marketing.
Tradicionalmente, en Chile y el resto del mundo, la Democracia Cristiana ha sido el puente de plata que inclina la mayoría y el acceso al Gobierno de la Izquierda o la Derecha, pero cuando deja de tener justificación se convierte simplemente en el jamón del sándwich que tanto la Izquierda como la Derecha tratan de copar para consolidar su mayoría.