CUANDO EL SISTEMA POLÍTICO SE HUNDE
Si algo comparten concertacionistas y aliancistas es su apego al sistema bipolar de partidos políticos impuesto por Pinochet, sin darse cuenta que este modelo contiene dos riesgos esenciales para su existencia. En primer lugar, que al no ser coherente con la tradición nacional, que siempre consideró tres bloques (izquierda, centro y derecha), terminaría generando engendros (centro-izquierda y centro-derecha) que terminan marginando de la representación política a vastos sectores del pensamiento.
El segundo riesgo con el sistema político bipolar es que, al dejar de representar a la gente, aleja a los dirigentes políticos de la ciudadanía hasta el punto en que les interesa más conservar las cuotas de poder que pudieran tener que hacer bien su trabajo.
Así, y después de cuatro mandatos presidenciales enmarcados en un esquema de partidos bipolar, se ha llegado al punto en que la Concertación ha olvidado sus fundamentos democratizadores iniciales y la Alianza no logra encontrar los suyos, reduciéndose todo a la mayor o menor capacidad de determinados individuos por satisfacer sus legítimas aspiraciones políticas, casi con total independencia y prescindencia de los partidos políticos.
Tampoco los dos bloques relevantes han tenido la voluntad de flexibilizar el esquema bipolar, y no han permitido la participación de los partidos o movimientos pequeños o dar mayor espacios reales de libertad a la participación ciudadana. Son como un partido de fútbol de barrio en que se amenaza con llevarse la pelota a la casa para no permitir que juegue el muchacho feucho o pobretón, pero es evidente que cuando se comete un acto de prepotencia de ese tipo se envicia la el aire para los que se quedan en la cancha con la venia de los dueños de la pelota.
Incluso el cargo presidencial ya no es la culminación de una carrera política, como antes, sino apenas el premio para el que se atreve a apostar en las encuestas que han reemplazado la voluntad popular. Como en el póquer, la ganancia es para el más astuto y no para el que tiene las mejores cartas.
En estas circunstancias, algunos dirigentes ven que el sistema bipolar de partidos es como un barco que se hunde y anticipan su salida, pensando en caer mejor parados en el próximo reacomodo del sistema político. No son ratas: Son como ajedrecistas capaces de prever dos, tres o más jugadas, y si entienden que la gente no acepta que su derecho a decidir la política de un país sea monopolizado por unos pocos, que la política es dinámica, y está por lo tanto en permanente evolución, es posible incluso que pasen a ser los que se lleven el mérito de la siguiente etapa de la historia política nacional y sean recordados en el futuro como figuras heroicas.
El segundo riesgo con el sistema político bipolar es que, al dejar de representar a la gente, aleja a los dirigentes políticos de la ciudadanía hasta el punto en que les interesa más conservar las cuotas de poder que pudieran tener que hacer bien su trabajo.
Así, y después de cuatro mandatos presidenciales enmarcados en un esquema de partidos bipolar, se ha llegado al punto en que la Concertación ha olvidado sus fundamentos democratizadores iniciales y la Alianza no logra encontrar los suyos, reduciéndose todo a la mayor o menor capacidad de determinados individuos por satisfacer sus legítimas aspiraciones políticas, casi con total independencia y prescindencia de los partidos políticos.
Tampoco los dos bloques relevantes han tenido la voluntad de flexibilizar el esquema bipolar, y no han permitido la participación de los partidos o movimientos pequeños o dar mayor espacios reales de libertad a la participación ciudadana. Son como un partido de fútbol de barrio en que se amenaza con llevarse la pelota a la casa para no permitir que juegue el muchacho feucho o pobretón, pero es evidente que cuando se comete un acto de prepotencia de ese tipo se envicia la el aire para los que se quedan en la cancha con la venia de los dueños de la pelota.
Incluso el cargo presidencial ya no es la culminación de una carrera política, como antes, sino apenas el premio para el que se atreve a apostar en las encuestas que han reemplazado la voluntad popular. Como en el póquer, la ganancia es para el más astuto y no para el que tiene las mejores cartas.
En estas circunstancias, algunos dirigentes ven que el sistema bipolar de partidos es como un barco que se hunde y anticipan su salida, pensando en caer mejor parados en el próximo reacomodo del sistema político. No son ratas: Son como ajedrecistas capaces de prever dos, tres o más jugadas, y si entienden que la gente no acepta que su derecho a decidir la política de un país sea monopolizado por unos pocos, que la política es dinámica, y está por lo tanto en permanente evolución, es posible incluso que pasen a ser los que se lleven el mérito de la siguiente etapa de la historia política nacional y sean recordados en el futuro como figuras heroicas.
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