El Pato Cojo
Sin
embargo, en los hechos, a la actual administración le restan sólo ocho meses,
de los cuales uno -febrero- no cuenta porque se van todos de vacaciones y el
Congreso cierra sus actividades legislativas.
Si
a ello agregamos que en dos meses más se sabrá quiénes son los candidatos
oficiales y únicos de los principales pactos políticos, es inevitable pensar
que este afán por seguir gobernando hasta el último minuto puede parecer muy
loable pero es poco realista. El
síndrome del Pato Cojo es un fenómeno bien conocido por la ciencia política y
descrito con cuidado, y se refiere a la pérdida del poder que se produce antes
de la entrega formal del mismo. Es cosa de ver lo que sucede con los
parlamentarios que ya anunciaron que no irán a la reelección: Ya no se les
invita a las reuniones, ya no se les piden gestiones y casi se les trata con
desprecio, como si al momento de oficializar su decisión de no buscar un nuevo
período hubieran dejado de ser parlamentarios de manera inmediata.
Es
sabido que en período de campañas electorales, la figura del Presidente se
disuelve en el tráfago de actividades de los aspirantes a sucederlo y resulta
difícil que los partidos se abstraigan de la campaña para sentarse a conversar
con La Moneda el contenido de los proyectos de ley.
Puede
parecer un poco absurdo que, teniendo un mandato presidencial relativamente
corto de 4 años, se permita además que la elección se adelante más de medio
año. Es un precio justo a pagar por la
implementación de unas elecciones primarias que se habían acordado para
fomentar la participación ciudadana, aunque a la hora de actuar en
consecuencia, sólo RN y únicamente para 10 de los 60 distritos permitirá que
los votantes opinen sobre sus candidatos a la Cámara de Diputados.
No
faltará entonces quien proponga extender el período presidencial, o plantee la
reelección del mandatario en ejercicio, pero como la mayoría de esas veces tales
sugerencias tienen nombre y apellido, no suelen ser siquiera recogidas para su
análisis. Mientras tanto, el pato sigue
cojeando y el país esperando que la nueva administración tome asiento, se
acomode y comience a cumplir con su trabajo y las promesas que estará haciendo
durante casi ocho meses.