Amores y desamores
Estos
días han sido de desamores. La UDI, que
se había enamorado del candidato de las encuestas, decidió que ese romance no
prosperaba, y cual mujer que decide sus relaciones en base a las conveniencias,
dejó al novio de lado y lo reemplazó por quien apareció siempre como el novio
ideal, el de siempre, el preferido por las madres del partido.
Escalona
vio romperse su larguísimo idilio con la candidata presidencial, que venía
desde los tiempos de la RDA, porque cometió un error: Pidió privilegios por su
condición de amante titular y su mujer se dio cuenta que estaban abusando de su
paciencia y lo dejó caer en el limbo.
Romance terminado, y rotas las relaciones de confianza que le
permitieron en más de una ocasión a uno y a otra obtener beneficios mutuos de
su noviazgo.
Los
socialistas a través de su Comisión Política, como novia despechada, fueron
cambiando las exigencias del romance en un verdadero que sí, que no, hasta que
terminaron fijando los requisitos que, en su opinión, son los que exige la
sociedad para fijar las bases del romance entre el partido y sus candidatos.
Hasta
la diputada independiente Marta Isasi, que nunca había sido una figura decisiva
en la política, se vio traicionada por su ex-asesor, que en una actitud poco
compatible con eso de que un caballero no tiene memoria, le sacó todos los
trapitos al sol para terminar con la revelación definitiva: Eran amantes, pero
no en el término político del que se tratan los casos anteriores, sino desde la
más estrictamente carnal de las posibles interpretaciones.
Como
en los romances entre las personas, las relaciones que establecen entre sí los
dirigentes políticos tienen mucho de pasión.
Y, al mismo tiempo, como es natural cuando la emoción entra en juego,
mucho de despecho, de traiciones y de necesidad de renovar confianzas y
lealtades cuando estas quedan en entredicho por algún desliz ocasional.
Si
los romances entre las personas son difíciles, mucho más complejo es en la
política que los amores lleguen a buen puerto, que mantengan su solidez y no
acaben en el divorcio, estando como están expuestos al escrutinio popular. ¿Alguien podría acusar a los políticos por
actuar como personas, sensibles y con emociones?
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