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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, May 19, 2013

Amores y desamores


   
Si hay un ámbito de la vida de las personas al que se asemeja la política es el amor: La presencia de pasiones, la necesidad de establecer lealtades y suscribir entendimientos a pesar de las diferencias lleva en muchas ocasiones a que los políticos formen una suerte de matrimonio que les ayude a conseguir sus propósitos.

   Estos días han sido de desamores.   La UDI, que se había enamorado del candidato de las encuestas, decidió que ese romance no prosperaba, y cual mujer que decide sus relaciones en base a las conveniencias, dejó al novio de lado y lo reemplazó por quien apareció siempre como el novio ideal, el de siempre, el preferido por las madres del partido.

   Escalona vio romperse su larguísimo idilio con la candidata presidencial, que venía desde los tiempos de la RDA, porque cometió un error: Pidió privilegios por su condición de amante titular y su mujer se dio cuenta que estaban abusando de su paciencia y lo dejó caer en el limbo.   Romance terminado, y rotas las relaciones de confianza que le permitieron en más de una ocasión a uno y a otra obtener beneficios mutuos de su noviazgo.

   Los socialistas a través de su Comisión Política, como novia despechada, fueron cambiando las exigencias del romance en un verdadero que sí, que no, hasta que terminaron fijando los requisitos que, en su opinión, son los que exige la sociedad para fijar las bases del romance entre el partido y sus candidatos.

   Hasta la diputada independiente Marta Isasi, que nunca había sido una figura decisiva en la política, se vio traicionada por su ex-asesor, que en una actitud poco compatible con eso de que un caballero no tiene memoria, le sacó todos los trapitos al sol para terminar con la revelación definitiva: Eran amantes, pero no en el término político del que se tratan los casos anteriores, sino desde la más estrictamente carnal de las posibles interpretaciones.

   Como en los romances entre las personas, las relaciones que establecen entre sí los dirigentes políticos tienen mucho de pasión.   Y, al mismo tiempo, como es natural cuando la emoción entra en juego, mucho de despecho, de traiciones y de necesidad de renovar confianzas y lealtades cuando estas quedan en entredicho por algún desliz ocasional.

   Si los romances entre las personas son difíciles, mucho más complejo es en la política que los amores lleguen a buen puerto, que mantengan su solidez y no acaben en el divorcio, estando como están expuestos al escrutinio popular.   ¿Alguien podría acusar a los políticos por actuar como personas, sensibles y con emociones?

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