GÓMEZ Y LA PORFÍA RADICAL
Algún observador mal pensado podría pensar que la obcecación del presidente del Partido Radical por competir en las primarias de la Concertación con el DC Eduardo Frei tendría algún propósito oculto, como disimular el creciente escándalo por la venta de los aviones Mirage para evitar que empañe la candidatura de Frei, pero si ese fuera el caso los presidentes de los demás partidos no estarían presionando a Gómez para que se retire.
Es loable que José Antonio Gómez mantenga su decisión de competir, al menos hasta la primera etapa de las primarias de la Concertación, con la votación regional en O’Higgins y el Maule prevista para el 5 de abril, pero si se repite lo ocurrido con las definiciones presidenciales del PS y del PPD -a la primera no lo invitaron y en la segunda sacó cerca del 2 %- sus opciones son inferiores a mínimas, por lo que es necesario preguntarse qué busca Gómez con su persistencia.
Descartada la idea de tender una cortina de humo sobre el caso Mirage, habría que pensar en que el presidente de los radicales se está exponiendo al sacrificio para, a última hora, conseguir mayor espacio en la lista de candidatos a parlamentarios para los radicales, pero para eso ya debería haberse producido una negociación con una oferta concreta de la DC, el PS y el PPD que, hasta ahora, sólo han mostrado su preocupación por la porfía radical, desde el punto de vista de la demora en el despegue de la candidatura de Frei, el costo de realizar la primaria y la necesidad de evitar la posibilidad de que no llegue nadie a votar.
Desde el punto de vista radical, siendo un partido que ha sido postergado al último espacio dentro de la Concertación, la alternativa de centrar el debate en su principal figura y exponer con más luces y cámaras sus propias propuestas sólo representa ganancias, aunque también implica cierto grado de riesgo porque para sus socios el radicalismo sólo mantiene existencia gracias al subsidio que se le ha otorgado en cada elección.
¿Qué ocurriría si DC, PPD y PS, molestos por la obstinación de los radicales, deciden no llevarlos en sus listas de candidatos a parlamentarios, o presentan candidatos competitivos en cada sitio en que se presente un radical? ¿Para sus socios, el radicalismo representa un aliado conveniente o es sólo un convidado de piedra al que nadie le interesa en realidad?
Para Gómez resulta claro que en esta apuesta se juega su futuro y no ha pensado solamente en contribuir al debate o fomentar la competencia, lo que de todos modos se agradece, sino que tiene la convicción de que el radicalismo puede volver a ser atractivo, como lo fue antaño, ocupando el espacio del centro político que está perdiendo la DC por su declive electoral y eso podría ser de paso un cambio significativo para el conjunto de la Concertación.
Es loable que José Antonio Gómez mantenga su decisión de competir, al menos hasta la primera etapa de las primarias de la Concertación, con la votación regional en O’Higgins y el Maule prevista para el 5 de abril, pero si se repite lo ocurrido con las definiciones presidenciales del PS y del PPD -a la primera no lo invitaron y en la segunda sacó cerca del 2 %- sus opciones son inferiores a mínimas, por lo que es necesario preguntarse qué busca Gómez con su persistencia.
Descartada la idea de tender una cortina de humo sobre el caso Mirage, habría que pensar en que el presidente de los radicales se está exponiendo al sacrificio para, a última hora, conseguir mayor espacio en la lista de candidatos a parlamentarios para los radicales, pero para eso ya debería haberse producido una negociación con una oferta concreta de la DC, el PS y el PPD que, hasta ahora, sólo han mostrado su preocupación por la porfía radical, desde el punto de vista de la demora en el despegue de la candidatura de Frei, el costo de realizar la primaria y la necesidad de evitar la posibilidad de que no llegue nadie a votar.
Desde el punto de vista radical, siendo un partido que ha sido postergado al último espacio dentro de la Concertación, la alternativa de centrar el debate en su principal figura y exponer con más luces y cámaras sus propias propuestas sólo representa ganancias, aunque también implica cierto grado de riesgo porque para sus socios el radicalismo sólo mantiene existencia gracias al subsidio que se le ha otorgado en cada elección.
¿Qué ocurriría si DC, PPD y PS, molestos por la obstinación de los radicales, deciden no llevarlos en sus listas de candidatos a parlamentarios, o presentan candidatos competitivos en cada sitio en que se presente un radical? ¿Para sus socios, el radicalismo representa un aliado conveniente o es sólo un convidado de piedra al que nadie le interesa en realidad?
Para Gómez resulta claro que en esta apuesta se juega su futuro y no ha pensado solamente en contribuir al debate o fomentar la competencia, lo que de todos modos se agradece, sino que tiene la convicción de que el radicalismo puede volver a ser atractivo, como lo fue antaño, ocupando el espacio del centro político que está perdiendo la DC por su declive electoral y eso podría ser de paso un cambio significativo para el conjunto de la Concertación.
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