EL OCASO DEL MINISTRO
El traspié sufrido en el Congreso por el ministro de Hacienda Andrés Velasco, a raíz de la tramitación en el Senado del proyecto sobre depreciación acelerada, ha sido mostrado como un síntoma del propósito de algunos grupos de la propia Concertación por desbancar al Secretario del Estado.
Sin embargo, y aunque a Andrés Velasco se le pueda reprochar cierta soberbia en su trato con los parlamentarios y un descuido de sus relaciones políticas, lo cierto es que el problema no es con el Ministro sino con la política económica del Gobierno, porque el Ministro podrá tener mucho poder pero en la práctica es un ejecutor de los lineamientos definidos por la autoridad máxima, es decir la Presidenta de la República.
Si parte de la Concertación no está satisfecha con la política económica es la propia Concertación la responsable de introducir las modificaciones pertinentes, pero en esa tarea se vuelve a producir la lucha que data desde la administración de Eduardo Frei Ruiz-Tagle entre los “autoflagelantes” y los “autocomplacientes”, es decir los que piensan que todo se ha hecho mal y los que estiman que todo se ha hecho bien.
Como todo en la vida, en la política no hay términos absolutos, por lo que lo cierto es decir que las cosas se pueden hacer mejor. Es el eterno dilema del vaso medio vacío o medio lleno, pero con la diferencia de que en política es posible medir el vaso con las elecciones y las encuestas, y estas dicen hasta ahora que la Concertación lo ha hecho pasablemente bien pero que en cualquier momento puede perder el respaldo mayoritario por los errores que se puedan cometer.
Lo que importa entonces es la capacidad de la Concertación de responder a las expectativas de los chilenos, tras 17 años en el poder y cuando ya se han agotado las promesas respecto a la democratización del país. Como lo que la gente desea es alcanzar el mayor bienestar posible, el tema económico cobra mayor protagonismo y las presiones de los políticos hacia el Ministro de Hacienda ya no se refieren exclusivamente a obtener el financiamiento para obras que pueden ser esgrimidas como logros de los políticos sino que abarcan ahora al cumplimiento de las expectativas generadas por varios años de crecimiento económico y que se resumen en la promesa hecha por el ex-Presidente Ricardo Lagos en cuanto a que Chile sería un país desarrollado al momento del bicentenario.
El problema es que la creciente convicción de que ese tipo de metas resultan lejanas coincide con que el crecimiento ya no se puede asegurar con la mera explotación de los recursos naturales o la apertura de los mercados internacionales y es en ese punto que se requiere algo más que el crecimiento con chorreo.
Sin embargo, y aunque a Andrés Velasco se le pueda reprochar cierta soberbia en su trato con los parlamentarios y un descuido de sus relaciones políticas, lo cierto es que el problema no es con el Ministro sino con la política económica del Gobierno, porque el Ministro podrá tener mucho poder pero en la práctica es un ejecutor de los lineamientos definidos por la autoridad máxima, es decir la Presidenta de la República.
Si parte de la Concertación no está satisfecha con la política económica es la propia Concertación la responsable de introducir las modificaciones pertinentes, pero en esa tarea se vuelve a producir la lucha que data desde la administración de Eduardo Frei Ruiz-Tagle entre los “autoflagelantes” y los “autocomplacientes”, es decir los que piensan que todo se ha hecho mal y los que estiman que todo se ha hecho bien.
Como todo en la vida, en la política no hay términos absolutos, por lo que lo cierto es decir que las cosas se pueden hacer mejor. Es el eterno dilema del vaso medio vacío o medio lleno, pero con la diferencia de que en política es posible medir el vaso con las elecciones y las encuestas, y estas dicen hasta ahora que la Concertación lo ha hecho pasablemente bien pero que en cualquier momento puede perder el respaldo mayoritario por los errores que se puedan cometer.
Lo que importa entonces es la capacidad de la Concertación de responder a las expectativas de los chilenos, tras 17 años en el poder y cuando ya se han agotado las promesas respecto a la democratización del país. Como lo que la gente desea es alcanzar el mayor bienestar posible, el tema económico cobra mayor protagonismo y las presiones de los políticos hacia el Ministro de Hacienda ya no se refieren exclusivamente a obtener el financiamiento para obras que pueden ser esgrimidas como logros de los políticos sino que abarcan ahora al cumplimiento de las expectativas generadas por varios años de crecimiento económico y que se resumen en la promesa hecha por el ex-Presidente Ricardo Lagos en cuanto a que Chile sería un país desarrollado al momento del bicentenario.
El problema es que la creciente convicción de que ese tipo de metas resultan lejanas coincide con que el crecimiento ya no se puede asegurar con la mera explotación de los recursos naturales o la apertura de los mercados internacionales y es en ese punto que se requiere algo más que el crecimiento con chorreo.