BACHELET 3.0
Nuestra Presidenta puede ser cuestionada por su falta de liderazgo o de confusión en su visión que tiene respecto al tipo de sociedad que aspira a construir, pero no se puede decir que no sea moderna porque ha tomado el ejemplo de Bill Gates para determinar los ejes de su Gobierno, y a partir del último cambio de ministros estamos presenciando lo que vendría a ser el modelo 3.0.
Efectivamente, el cambio de gabinete no es el tercer equipo que la Primera Mandataria tiene en poco más de un año de gestión, sino que represente el tercer tipo de gobierno que se intenta, lo cual resulta preocupante cuando quedan sólo tres años de administración.
Primero fue el gobierno ciudadano, una entelequia sin destino cuando no se tiene la verdadera voluntad de aceptar lo que quiere el pueblo soberano y se persiste en interpretar la voluntad popular desde las alturas del poder. Entelequia es aquello que es teóricamente perfecto pero no existe en la realidad, y alguno recordará una columna escrita por Pablo Huneeus durante el régimen militar en el que empleó el término para referirse al sentido que tenía el modelo impuesto por Pinochet, lo que le valió su expulsión del periódico que lo había acogido, una vez que sus superiores consultaron el diccionario para saber qué significa esa palabra extraña.
Este esquema no alcanzó siquiera a implementarse porque salió de los discursos entre la primera y la segunda vuelta electoral, cuando la entonces candidata reconoció que necesitaba el apoyo de los partidos para imponerse a Piñera.
Luego de ese capítulo -que amenazaba con ser auténticamente revolucionario como hubiera correspondido a una Presidenta socialista- vino el gobierno paritario, en el que no habría cuoteos entre los partidos y nadie “se repetiría el plato” pero sí habría igualdad en el número de mujeres y hombres que ocuparían los cargos ejecutivos. Eso se ha desintegrado en la medida que las mujeres ya no están en las carteras políticas y para el público resulta difícil recordar cuáles son los nombres de las ministras.
Ahora todo indica que se ha abierto paso a un modelo de gobierno tecnocrático, en el mismo sentido que se aplicó durante la administración del ex-presidente Ricardo Lagos, en el que los ministros son designados de acuerdo a su capacidad administrativa, sin que parezca relevante su posición ideológica, lo que en el caso de Lagos terminó con un alineamiento implícito con las posturas neoliberales que le permitió al anterior Presidente terminar su gestión entre los aplausos de los empresarios, luego de que estos mismos temían lo que pudiera hacer con el poder el que sería el primer presidente socialista desde Salvador Allende.
Efectivamente, el cambio de gabinete no es el tercer equipo que la Primera Mandataria tiene en poco más de un año de gestión, sino que represente el tercer tipo de gobierno que se intenta, lo cual resulta preocupante cuando quedan sólo tres años de administración.
Primero fue el gobierno ciudadano, una entelequia sin destino cuando no se tiene la verdadera voluntad de aceptar lo que quiere el pueblo soberano y se persiste en interpretar la voluntad popular desde las alturas del poder. Entelequia es aquello que es teóricamente perfecto pero no existe en la realidad, y alguno recordará una columna escrita por Pablo Huneeus durante el régimen militar en el que empleó el término para referirse al sentido que tenía el modelo impuesto por Pinochet, lo que le valió su expulsión del periódico que lo había acogido, una vez que sus superiores consultaron el diccionario para saber qué significa esa palabra extraña.
Este esquema no alcanzó siquiera a implementarse porque salió de los discursos entre la primera y la segunda vuelta electoral, cuando la entonces candidata reconoció que necesitaba el apoyo de los partidos para imponerse a Piñera.
Luego de ese capítulo -que amenazaba con ser auténticamente revolucionario como hubiera correspondido a una Presidenta socialista- vino el gobierno paritario, en el que no habría cuoteos entre los partidos y nadie “se repetiría el plato” pero sí habría igualdad en el número de mujeres y hombres que ocuparían los cargos ejecutivos. Eso se ha desintegrado en la medida que las mujeres ya no están en las carteras políticas y para el público resulta difícil recordar cuáles son los nombres de las ministras.
Ahora todo indica que se ha abierto paso a un modelo de gobierno tecnocrático, en el mismo sentido que se aplicó durante la administración del ex-presidente Ricardo Lagos, en el que los ministros son designados de acuerdo a su capacidad administrativa, sin que parezca relevante su posición ideológica, lo que en el caso de Lagos terminó con un alineamiento implícito con las posturas neoliberales que le permitió al anterior Presidente terminar su gestión entre los aplausos de los empresarios, luego de que estos mismos temían lo que pudiera hacer con el poder el que sería el primer presidente socialista desde Salvador Allende.
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