TUS 17, MIS 17
Cada cierto tiempo queda en evidencia la profunda inteligencia de Violeta Parra, porque decir que “volver a los 17, después de vivir un siglo, es como descifrar signos sin ser sabio competente” resulta completamente cierto cuando el próximo 11 de marzo se cumplan 17 años de la Concertación en el Gobierno, tras casi el mismo período del régimen militar.
Darse cuenta que, para muchos chilenos, unos 17 años son buenos y los otros malos resulta tan intrigante que resulta difícil analizar esta situación sin ser un “sabio competente”.
En primer término, los 17 años de Pinochet no fueron un período plenamente democrático, en estricto rigor, a pesar de que sus partidarios tengan argumentos para decir lo contrario; del mismo modo que se puede ensalzar la gestión económica del régimen militar apelando a raciocinios como el hecho de que, en lo principal, su orientación parece seguir vigente en la actualidad, pero también hay argumentos para plantear lo contrario.
Por el contrario, los 17 años de la Concertación, aunque formalmente democráticos, no han satisfecho las expectativas de todos los chilenos y, aunque se suponía que la Concertación representa el progresismo, tanto en lo económico como lo social e incluso lo moral, la verdad es que los avances tampoco han sido los que podrían haber esperado sus partidarios.
A fin de cuentas, todo depende del cristal con que se mira. Incluso la circunstancia de que, al menos para quienes tenemos cierta edad, el régimen militar pareció una eternidad debería llevar a aceptar que la misma sensación deben tener los jóvenes que no recuerdan el período pinochetista. Pero las matemáticas son una ciencia exacta, y los 17 años de un caso debieran medir lo mismo que en el otro caso, y ello es lo que lleva a la oposición a reclamar que les toca el turno a ellos.
Sin embargo, la alternancia en el poder se tiene que ganar con argumentos y capacidad de convencimiento en relación a los votantes, y aunque pareciera que Concertación y Alianza por Chile sean, más o menos, lo mismo para el ciudadano común existe aún una diferencia dada por la legitimidad democrática que tendrían unos y no los otros. Si Pinochet era esencialmente malo porque representa un gobierno autoritario, ello convierte a la Concertación en la buena por ser lo contrario, pero las negaciones no atraen al electorado sino que la voluntad real de dar respuestas a las necesidades, y a 17 años del cambio político es urgente para los propios partidos oficialistas resolver qué van a hacer con el poder que les otorgaron millones de personas en las urnas, al mismo tiempo que las colectividades de la oposición tienen que convencer a la misma gente por qué ahora lo podrían hacer mejor de lo que lo hicieron en su turno de 17 años.
Darse cuenta que, para muchos chilenos, unos 17 años son buenos y los otros malos resulta tan intrigante que resulta difícil analizar esta situación sin ser un “sabio competente”.
En primer término, los 17 años de Pinochet no fueron un período plenamente democrático, en estricto rigor, a pesar de que sus partidarios tengan argumentos para decir lo contrario; del mismo modo que se puede ensalzar la gestión económica del régimen militar apelando a raciocinios como el hecho de que, en lo principal, su orientación parece seguir vigente en la actualidad, pero también hay argumentos para plantear lo contrario.
Por el contrario, los 17 años de la Concertación, aunque formalmente democráticos, no han satisfecho las expectativas de todos los chilenos y, aunque se suponía que la Concertación representa el progresismo, tanto en lo económico como lo social e incluso lo moral, la verdad es que los avances tampoco han sido los que podrían haber esperado sus partidarios.
A fin de cuentas, todo depende del cristal con que se mira. Incluso la circunstancia de que, al menos para quienes tenemos cierta edad, el régimen militar pareció una eternidad debería llevar a aceptar que la misma sensación deben tener los jóvenes que no recuerdan el período pinochetista. Pero las matemáticas son una ciencia exacta, y los 17 años de un caso debieran medir lo mismo que en el otro caso, y ello es lo que lleva a la oposición a reclamar que les toca el turno a ellos.
Sin embargo, la alternancia en el poder se tiene que ganar con argumentos y capacidad de convencimiento en relación a los votantes, y aunque pareciera que Concertación y Alianza por Chile sean, más o menos, lo mismo para el ciudadano común existe aún una diferencia dada por la legitimidad democrática que tendrían unos y no los otros. Si Pinochet era esencialmente malo porque representa un gobierno autoritario, ello convierte a la Concertación en la buena por ser lo contrario, pero las negaciones no atraen al electorado sino que la voluntad real de dar respuestas a las necesidades, y a 17 años del cambio político es urgente para los propios partidos oficialistas resolver qué van a hacer con el poder que les otorgaron millones de personas en las urnas, al mismo tiempo que las colectividades de la oposición tienen que convencer a la misma gente por qué ahora lo podrían hacer mejor de lo que lo hicieron en su turno de 17 años.