Politica e Ideas

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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Tuesday, January 30, 2007

LA FUERZA DE LA TERCERA FUERZA

Cuando dos bloques políticos se encuentran en un virtual empate, la única forma de romper la inmovilidad que se produce está en la introducción de una cuña que actúe como tercera fuerza. Es un hecho que, aunque las encuestas muestren un predominio de la Concertación sobre la Alianza por Chile, en las dos últimas elecciones presidenciales se ha producido un virtual empate entre estos dos grupos, y si la Concertación ha triunfado en la segunda vuelta ha sido por el apoyo de la Izquierda extraparlamentaria. Incluso, en el caso de Bachelet los dos postulantes de la Derecha sumaron más votos que la Concertación en la primera vuelta, sin poder consolidar un triunfo en las urnas con posterioridad.

Así ocurrió en Alemania cuando se formó el Partido Verde, que durante varios períodos pudo inclinar la balanza a favor de la Social Democracia o de la Democracia Cristiana porque, a pesar de tener una exigua importancia electoral, tenía el peso necesario para decidir quién tomaría el Gobierno.

Aparentemente esta es la apuesta que están haciendo los colorines en la Democracia Cristiana o el Movimiento Humanista Cristiano. Hasta ahora, los que se han salido de la Concertación no han tenido el respaldo que pretendían, pero siempre han sido aventuras personales, por lo que no es prudente afirmar que estos intentos estén condenados al fracaso.

El éxito no depende, sin embargo, de buenos propósitos ni de actos voluntariosos sino de la capacidad de asumir las expectativas ciudadanas, y desde este punto de vista es un hecho que ni la Concertación ni la Alianza han tenido la capacidad de responder plenamente a lo que se espera de ellas. La gente quiere participación y que los políticos den soluciones, en lugar de limitarse a la lucha por el poder.

La Presidenta Bachelet tuvo el acierto de apelar a la ciudadanía para su elección, evitando una vinculación directa con los partidos políticos tradicionales, pero no ha tenido la misma habilidad para dar conducción a las diversas inquietudes ciudadanas, que han terminado por canalizar la búsqueda de soluciones a sus necesidades a través de medios alternativos a los partidos, lo que confirma que los partidos no están siendo los vehículos de expresión ciudadana que debieran ser.

Quien tenga la capacidad de asumir la representación de la inmensa masa de votantes que no se siente interpretada por la Concertación o la Alianza -aunque terminen votando por sus candidatos- tendrá la posibilidad cierta de recibir un apoyo electoral que, a pesar de ser limitado, podrá permitirles contar con la llave para conformar el futuro Gobierno. Si después se tiene la habilidad de administrar una cuota del 5 por ciento de los votos, el sistema político chileno podría dirigirse a un cambio que las actuales coaliciones no han podido generar.

Tuesday, January 16, 2007

TODOS CONTRA TODOS

Es prácticamente un deporte entre los políticos formar las más inverosímiles alianzas al interior de los partidos o de los pactos cuando una figura comienza a tomar relevancia y amenaza con convertirse en una candidatura presidencial. Esta actitud que entre el público se conoce como chaqueteo, es conocida en los partidos como la fórmula “Todos contra Fulano o Mengano”. Una vez que la amenaza se desvanece o se constata que ya no es posible anular las posibilidades electorales del personaje, dichas alianzas se desvanecen hasta la próxima pretemporada electoral.

Esto es lo que sucede, por ejemplo, en los partidos de la Concertación respecto a Soledad Alvear o José Miguel Insulza, a los que se les deslizan críticas tendientes a menoscabar su prestigio. En la Alianza por Chile, esta actitud es la que explica la rivalidad entre Pablo Longueira y Sebastián Piñera.

No existe esta situación cuando el criticado pertenece al bando adversario, como ha ocurrido con los ataques de la Alianza contra Ricardo Lagos Escobar, porque se entiende que son contrincantes, pero sí se produce cuando los supuestos aliados del atacado no lo defienden.

El problema no es exclusivamente la debilidad de las propias posiciones que queda en evidencia con este tipo de actitudes, ya que si los políticos tuvieran mayor confianza en sus propios méritos no necesitarían estar restándole valor a los eventuales competidores, sino que apunta de modo esencial al hecho de que se genera una pobre imagen del conjunto de la clase política a los ojos de la ciudadanía, que no distingue entre unos y otros sino que obtiene como resumen la conclusión de que los políticos se pasan peleando entre ellos.

De esta forma, cuando se llega al momento en que los ciudadanos tienen que emitir su sufragio no se apoya al mejor, sino al menos malo, y eso se hace con la inevitable sensación de que los partidos no ofrecen al electorado los más capaces sino a los que han sobrevivido a una verdadera guerra de ataques y descalificaciones.

Si se desea elevar el nivel del debate y aportar efectivamente al progreso nacional con proposiciones positivas, concretas y realistas, se requiere un cambio de actitud del conjunto de la clase política, porque de nada sirve declarar buenas intenciones y actuar con los peores propósitos porque la gente se queda con las imágenes y no con los sesudos documentos, que la mayoría de las veces han sido elaborados por asesores del candidato y no por quien pide el respaldo ciudadano para hacerse cargo de los destinos del país.

Esta situación está haciendo crisis en este último período presidencial de la Concertación, ya que la Presidenta Bachelet lleva recién la cuarta parte de su mandato y ya hay por lo menos cuatro nombres para sucederla en el cargo, a pesar de que algunos de ellos afirmen que hay que dejarla gobernar sin presiones.

Monday, January 08, 2007

EL AÑO DE LOS CIUDADANOS

1973 fue el año de la crisis institucional, o como quiera llamársele: 1983 sería el año decisivo en la lucha contra Pinochet; pero 1988 fue finalmente el año del triunfo -o de la derrota- en el plebiscito; y 1989 el de la recuperación de la democracia. Cada etapa tiene su impronta, y el 2007 está llamado a ser el año de los ciudadanos, el momento en el que las personas deberán aprender a organizarse para hacer valer sus derechos y exigir soluciones a sus necesidades.

Este hito es consecuencia de todos los anteriores y si ocurre en los próximos doce meses tendrá que producirse a continuación porque es el siguiente paso previsible e inevitable en el proceso de maduración política de los chilenos.

Primero, se tomó conciencia de la dignidad de los derechos políticos; ello permitió valorar la democracia, luego se ejerció la soberanía a través de la recuperación de la democracia, y lo que viene es el perfeccionamiento del sistema democrático con personas que no quieren esperar que la autoridad responda a sus expectativas y están dispuestas a obviar la delegación del poder que se produce en cada elección para asumir por si mismas la acción necesaria para encontrar las soluciones que esperan.

Normalmente, deberían ser los dirigentes políticos y los partidos los que encauzan las demandas ciudadanas, pero cuando los políticos están ocupados en solucionar sus propios problemas y se olvidan de que se deben a sus electores, son estos entonces los que deciden saltarse a sus representantes y tienen que resolver la mejor forma de solucionar sus problemas, aunque deban ir en contra de las autoridades.

Este es, sin duda, un proceso complejo, que requiere aunar miles de voluntades individuales en organizaciones nuevas y formadas exclusivamente para responder a situaciones puntuales, y por lo tanto está más cercano al fracaso que al éxito, pero en la medida en que los políticos no satisfagan las expectativas del pueblo la presión social por construir un sistema de soluciones, incluso alternativo al sistema político tradicional y formal, seguirá intensificándose hasta que se alcance el éxito.

Este es el momento en el que el triunfo electoral está reservado para los dirigentes que comprendan que el rol de los políticos no es actuar en base a recetas mágicas, dirigiendo desde la cúpula y las alturas desde la que no es posible el contacto con la realidad, sino reconocer lo que quiere y espera la gente y responder a esas expectativas, acompañando a los ciudadanos que serán los que dirigirán sin mesianismos los movimientos necesarios para construir una sociedad efectivamente más justa.

Tuesday, January 02, 2007

LA SUMA Y LAS PARTES

Con motivo de la expulsión de Jorge Schaulsohn, un personero de la colectividad, sin duda pecando de soberbia, afirmó que Schaulsohn había sido expulsado al mismo tiempo de la Concertación, curiosidad que sólo se podría entender si se aceptara que los pactos políticos están constituidos en forma exclusiva por los partidos y que estos tienen la propiedad de una alianza a la cual adhieren millones de personas que más que multiplican el número de militantes reales de las colectividades.

Esta afirmación, que vale tanto para la Concertación como para la Alianza por Chile o el Juntos podemos, además de cualquier organización social que se basa en la adhesión de la gente como pueden ser los clubes deportivos, revela al mismo tiempo uno de los errores básicos que se han cometido en la política nacional en los últimos años: Suponer que las personas que una vez respaldaron una determinada candidatura están obligados a seguir votando en forma indefinida por los nombres que propongan los partidos correspondientes. Si ello fuera así, no serían necesarias las campañas para captar la voluntad de los indecisos, y además sería un insulto para la inteligencia de la gente que sí se da cuenta de que los políticos cometen errores y pueden llegar a perder la confianza ciudadana, mientras otros puedan llegar a ganar el reconocimiento de los votantes.

Todo tipo de pacto político está constituido por los partidos, una cierta cantidad de organizaciones no partidistas que prestan su colaboración, otras organizaciones que no cooperan pero al momento del sufragio sí dan su respaldo y, por último, los votantes. Este listado está ordenado en términos de la fidelidad de la adhesión, por lo que los votantes son los más susceptibles de cambiar su voto en cualquier momento si les viene en gana, y deben ser la principal preocupación por hacer las cosas bien, responder a sus expectativas y, especialmente, darles el respeto que se merecen.

Nadie puede, por lo tanto, ser expulsado de la adhesión a una determinada corriente política, del mismo modo que nadie está obligado de por vida a mantener su adhesión a una posición política ni, incluso, a adherir a una de las que están disponibles en el mercado electoral.

Por ello, ningún dirigente -por brillante que se crea- puede considerarse dueño de la voluntad de los votantes porque estos actúan como los consumidores de refrescos y pueden llegar a decidir un cambio en sus hábitos de consumo por razones aparentemente tan irracionales como la soberbia mostrada por su proveedor habitual, especialmente cuando parecen diluirse las supuestas diferencias entre los partidos políticos y cuando las razones éticas y democráticas que justificaron a la Concertación en su momento han sido superadas por la consolidación institucional del país.