El pragmatismo en la política
Mucha tinta se ha esparcido en la prensa para comentar la posibilidad de que la Concertación y el Partido Comunista puedan conformar un acuerdo político permanente o programático, como se le dice en estos tiempos a un entendimiento que va más allá de lo puramente electoral.
¿Es esto una muestra de pragmatismo? Por supuesto que sí. ¿No son acaso estrictamente utilitarios todos los acuerdos políticos existentes en el país, una forma de aminorar los efectos del sistema electoral binominal?
Si es así, ¿cuál es el motivo del escándalo? Simplemente que el Presidente de la Democracia Cristiana ha señalado su disconformidad a un entendimiento con los comunistas, como si a lo largo de estos casi veintitrés años no hubiera habido un diálogo permanente que, si bien no es un acuerdo formal, ha permitido una importante dosis de gobernabilidad.
La raíz del escándalo es, en esencia, que la DC y el PC han sido los partidos más dogmáticos en la historia política nacional, en el sentido de que tienen un conjunto de ideas que defienden con garras y no han claudicado en sus postulados por ninguna ventaja electoral. En la larga historia de ambas colectividades han estado la mayor parte del tiempo en veredas opuestas y sólo vinieron a coincidir de forma parcial cuando se trató de terminar con la dictadura, aunque con serias discrepancias respecto a los métodos válidos para hacer oposición.
Luego, a lo largo de los gobiernos de la Concertación la DC siempre mantuvo una suerte de veto a un entendimiento público y formal con el PC, sin perjuicio del diálogo que existía en la base social y en las organizaciones territoriales y funcionales. A fin de cuentas, se trataba que la democracia funcionara y en eso los dos partidos estaban de acuerdo.
Los demás socios de la Concertación nunca han tenido los anticuerpos que tiene la DC con los comunistas. Es más, durante la Unidad Popular ya habían sido partícipes de un mismo pacto, con la DC en contra, y sin embargo todos fueron capaces de organizarse para recuperar la democracia.
El problema es que, tras veinte años, la Concertación perdió el poder y para recuperarlo necesita ampliarse. Hay que reconocer entonces que en este posible acuerdo hay una cierta dosis de realismo porque aunque la Concertación -o como se vaya a llamar este conglomerado- lleve de candidata a Michelle Bachelet, siguen faltándole los votos para tener una mayoría parlamentaria. ¿Y quién tiene los votos que faltan? El Partido Comunista. Dos más dos es cuatro, y los dogmas tienen que ser dejados de lado, ¿pero podrán hacerlo los dos partidos más dogmáticos?
¿Es esto una muestra de pragmatismo? Por supuesto que sí. ¿No son acaso estrictamente utilitarios todos los acuerdos políticos existentes en el país, una forma de aminorar los efectos del sistema electoral binominal?
Si es así, ¿cuál es el motivo del escándalo? Simplemente que el Presidente de la Democracia Cristiana ha señalado su disconformidad a un entendimiento con los comunistas, como si a lo largo de estos casi veintitrés años no hubiera habido un diálogo permanente que, si bien no es un acuerdo formal, ha permitido una importante dosis de gobernabilidad.
La raíz del escándalo es, en esencia, que la DC y el PC han sido los partidos más dogmáticos en la historia política nacional, en el sentido de que tienen un conjunto de ideas que defienden con garras y no han claudicado en sus postulados por ninguna ventaja electoral. En la larga historia de ambas colectividades han estado la mayor parte del tiempo en veredas opuestas y sólo vinieron a coincidir de forma parcial cuando se trató de terminar con la dictadura, aunque con serias discrepancias respecto a los métodos válidos para hacer oposición.
Luego, a lo largo de los gobiernos de la Concertación la DC siempre mantuvo una suerte de veto a un entendimiento público y formal con el PC, sin perjuicio del diálogo que existía en la base social y en las organizaciones territoriales y funcionales. A fin de cuentas, se trataba que la democracia funcionara y en eso los dos partidos estaban de acuerdo.
Los demás socios de la Concertación nunca han tenido los anticuerpos que tiene la DC con los comunistas. Es más, durante la Unidad Popular ya habían sido partícipes de un mismo pacto, con la DC en contra, y sin embargo todos fueron capaces de organizarse para recuperar la democracia.
El problema es que, tras veinte años, la Concertación perdió el poder y para recuperarlo necesita ampliarse. Hay que reconocer entonces que en este posible acuerdo hay una cierta dosis de realismo porque aunque la Concertación -o como se vaya a llamar este conglomerado- lleve de candidata a Michelle Bachelet, siguen faltándole los votos para tener una mayoría parlamentaria. ¿Y quién tiene los votos que faltan? El Partido Comunista. Dos más dos es cuatro, y los dogmas tienen que ser dejados de lado, ¿pero podrán hacerlo los dos partidos más dogmáticos?
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