Quiero mi metro cuadrado verde
De vez en cuando, entre declaraciones de políticos que cuestionan a sus contendores y escandalillos de las figurillas de la farandulilla nacional, aparecen noticias que llaman la atención, como un estudio hecho por la empresa MapCity que indica que los santiaguinos tienen una fuerte carencia de espacios verdes, esenciales para paliar los efectos de la contaminación, para la realización de actividades recreativas y para la integración de las personas con la naturaleza.
No se entregaron todos los resultados, pero con lo publicado basta. Se dice, por ejemplo, que las Naciones Unidas recomienda un promedio de 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante y que la comuna de Santiago que más se acerca es Providencia, con 14,1 metros cuadrados por vecino.
En el ranking aparecen luego Vitacura y La Reina, y se da la cifra importante: Entre estas tres comunas suman el 49 por ciento de la superficie verde de toda la ciudad de Santiago. Como la información es incompleta, no se sabe si se están considerando las 37 comunas del Gran Santiago o solamente las 26 que están completamente dentro del radio urbano. Sea cual sea la situación, si únicamente tres comunas concentran la mitad es evidente que la otra mitad se divide entre 34 o 23 comunas, con lo que da un promedio bajísimo.
Por último, la noticia informa que el 2,4 por ciento de los santiaguinos vive cerca de un parque de al menos 10 mil metros cuadrados, sin que se diga qué tan cerca es eso ni que se recuerde que 10 mil metros cuadrados es apenas una manzana, o sea casi nada.
La nota incluye la reacción del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que naturalmente dice que se está trabajando en el tema, pero nadie dice nada que cualquier ciudad, sobre todo una tan grande como Santiago, necesita espacios para el desarrollo de sus habitantes. No puede ser que a la gente se la tenga arrumada en edificios, consumiendo más de dos horas diarias en sus desplazamientos desde sus hogares a sus sitios de trabajo o de estudio, con sueldos que se destinan en un porcentaje altísimo a pagar deudas y que, cuando llegan a tener un momento de recreación -que resultan bastante escasos- no tengan lugares donde ir.
El resultado de este modelo de vida es evidente: Las personas viven estresadas, desarrollan más enfermedades -mentales y de las otras- y las únicas vías de salida que tienen son ahondar en la única forma de vida que tienen: Más aislamiento, más individualismo, desconfianza, materialismo, consumismo.
Si se trata de tener una fábrica de trabajadores al menor costo posible, sería bueno que alguien se de cuenta que se están extremando las condiciones a tal punto que, en cualquier momento, los santiaguinos pueden reventar como una caldera bajo presión.
No se entregaron todos los resultados, pero con lo publicado basta. Se dice, por ejemplo, que las Naciones Unidas recomienda un promedio de 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante y que la comuna de Santiago que más se acerca es Providencia, con 14,1 metros cuadrados por vecino.
En el ranking aparecen luego Vitacura y La Reina, y se da la cifra importante: Entre estas tres comunas suman el 49 por ciento de la superficie verde de toda la ciudad de Santiago. Como la información es incompleta, no se sabe si se están considerando las 37 comunas del Gran Santiago o solamente las 26 que están completamente dentro del radio urbano. Sea cual sea la situación, si únicamente tres comunas concentran la mitad es evidente que la otra mitad se divide entre 34 o 23 comunas, con lo que da un promedio bajísimo.
Por último, la noticia informa que el 2,4 por ciento de los santiaguinos vive cerca de un parque de al menos 10 mil metros cuadrados, sin que se diga qué tan cerca es eso ni que se recuerde que 10 mil metros cuadrados es apenas una manzana, o sea casi nada.
La nota incluye la reacción del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que naturalmente dice que se está trabajando en el tema, pero nadie dice nada que cualquier ciudad, sobre todo una tan grande como Santiago, necesita espacios para el desarrollo de sus habitantes. No puede ser que a la gente se la tenga arrumada en edificios, consumiendo más de dos horas diarias en sus desplazamientos desde sus hogares a sus sitios de trabajo o de estudio, con sueldos que se destinan en un porcentaje altísimo a pagar deudas y que, cuando llegan a tener un momento de recreación -que resultan bastante escasos- no tengan lugares donde ir.
El resultado de este modelo de vida es evidente: Las personas viven estresadas, desarrollan más enfermedades -mentales y de las otras- y las únicas vías de salida que tienen son ahondar en la única forma de vida que tienen: Más aislamiento, más individualismo, desconfianza, materialismo, consumismo.
Si se trata de tener una fábrica de trabajadores al menor costo posible, sería bueno que alguien se de cuenta que se están extremando las condiciones a tal punto que, en cualquier momento, los santiaguinos pueden reventar como una caldera bajo presión.