Politica e Ideas

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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Wednesday, October 31, 2007

EL REGRESO DE LOS TRES TERCIOS

Durante buena parte del siglo XX, la política en Chile siguió el modelo de los tres tercios, en el que las preferencias del electorado se distribuían entre los partidos de Izquierda, Centro y Derecha sin dar el predominio absoluto a ninguno de ellos y obligando, por lo tanto, a que el Centro diera la mayoría a las corrientes dominantes.

Con el fin de evitar esa situación que significa en la práctica que ningún sector tuviera mayorías parlamentarias sólidas, debido a que era habitual que los pactos iniciales se desarmaran tras poco tiempo, el general Pinochet estableció el sistema electoral binominal, dentro del propósito más amplio de reemplazar los tres tercios por dos polos claramente diferenciados.

Sin embargo, transcurridos ya casi dos décadas de este experimento es posible constatar que la idiosincrasia nacional sigue ordenándose de modo aproximado en tres tercios, aunque ahora se llaman Concertación, Alianza e indiferentes o independientes, repitiéndose una situación de empate entre los polos pero sin otorgar una expresión electoral al Centro de los indiferentes para que se resuelva la paridad electoral existente.

Al mismo tiempo, en ninguno de los dos pactos se ha producido una cohesión que les signifique ser algo más que la suma de dos, tres o cuatro partidos con coincidencias doctrinarias generales y que, por lo tanto, están más unidos por la búsqueda y la conservación del poder que por una identidad real.

Paralelamente, tanto en la Alianza como en la Concertación, ante la erradicación del Centro político que había con el esquema de los tres tercios, se han ido desplazando doctrinariamente hacia el centro para copar el espacio que suponen les podría garantizar la mayoría, obteniendo con ello sólo como recompensa el desengaño de sus partidarios originales y el descrédito ante el electorado independiente que vota por el mal menor y no por quien los convence realmente.

Frente a este escenario, al interior de cada pacto se ha producido un nuevo fenómeno de polarización con dos mitades luchando por imponer sus visiones estratégicas y que terminan anulándose una a la otra y dejando a todos los actores políticos relevantes en la inmovilidad.

Las soluciones pasan, entonces, por modificar el sistema electoral binominal de modo que los tres tercios que forman parte de la idiosincrasia nacional se puedan expresar, o bien reformando el sistema de partidos de manera que en cada bloque pudiera haber un tercer sector que incline las decisiones a uno u otro lado, proporcionando a cada pacto mayor eficiencia a la hora de definir sus principios y objetivos. Mientras no haya cambios, la clase política seguirá siendo percibida por la ciudadanía como distante e ineficiente.

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Wednesday, October 24, 2007

EL CORRECTO USO DE LAS PALABRAS

Con el fin de explicar la falta de respaldo ciudadano, la Presidenta Michelle Bachelet ha acuñado un nuevo término: El “femicidio político”, sin darse cuenta que por seguir la moda respecto al femicidio, que es una situación grave y seria, ha tomado prestada una palabra que no existe -porque están aceptados el homicidio, el fratricidio o el parricidio, pero no el femicidio- y la ha mezclado, además, con el calificativo de “político”, que no tiene nada que ver con el drama que viven muchas mujeres y que, por el contrario, resta relevancia al “femicidio”.

Es comprensible que la Presidenta, que seguramente siente que lo está haciendo lo mejor que puede, trate de dar una explicación a la baja adhesión de las encuestas, pero tiene que tomar en cuenta que, así como ha sido la mandataria peor evaluada desde 1990 a la fecha, tiene de todos modos un nivel de respaldo que le envidiarían muchos gobernantes latinoamericanos a la mitad de sus mandatos. Resulta inevitable, en cualquier caso, recordar al general Pinochet cuando se quejaba de que sus opositores intentaban hacerle un “asesinato de imagen”, lo que sólo viene a confirmar la soledad y la incomprensión del poder.

Días antes, Joaquín Lavín había ya inventado otro término: El “bacheletismo-aliancista”, que tampoco es correcto desde el punto de vista del lenguaje, si se considera, primero que bacheletismo no existe en Chile, como hubo y aún hay un laguismo, un freísmo o un aylwinismo; y luego que si se trata de referirse a la Concertación los términos son contradictorios. Sería como decir “comunista-liberal” o abstemio-alcohólico”.

Si, en cambio, lo que Lavín quiso decir es que no hay diferencias entre uno y otro sector habría que reconocerle mayor grado de genialidad, casi como el que se necesita para descubrir la forma de estar siempre vigente y en el ojo del debate político, incluso cuando no se es candidato a nada.

Las palabras, sin embargo, tienen que ser empleadas adecuadamente porque a partir de su uso es que se construyen las ideas, y sobre estas se levantan las sociedades. Si acostumbramos a los chilenos a que los dirigentes políticos tienen como principal actividad la invención de nuevos términos, nos olvidaremos que su responsabilidad es conducir a la Nación a mejores condiciones de vida.

El afán de llamar la atención a través de la invención de palabras implica además la constatación de que la política se hace a través de los medios de comunicación, y dentro de ellos preferentemente con “cuñas”, que es el término empleado por los periodistas para referirse a la frase que se reproduce textualmente en la boca del protagonista en una información. Hay políticos expertos en cuñas y asesores que los incentivan a hablar en bloques de treinta segundos o menos, para que puedan ser reproducidos con facilidad en la televisión.

Pero se desatienden los contenidos de fondo cuando el uso y abuso de las cuñas lleva al extremo de inventar términos que no tienen sentido en sí mismo.

Tuesday, October 16, 2007

BARAJANDO LAS CARTAS

El país ha presenciado una serie de sucesos políticos inusuales: La creación de nuevos movimientos desde la Concertación y desde la Alianza por Chile, además de nuevos planteamientos de parte de dirigentes en ambos sectores, como Joaquín Lavín declarándose bacheletista-aliancista o de la Democracia Cristiana recogiendo las banderas de corrección del modelo con las que Adolfo Zaldívar venía reclamando sin éxito y soportando la crítica de los alvearistas.

Todos estos movimientos tienen una sola explicación: La necesidad de recomponer las fuerzas políticas, o barajar las cartas como se dice en el póker, con el fin de enfrentar las siguientes elecciones.

En la medida que Fernando Flores inventa ChilePrimero y Adolfo Zaldívar logra, al fin, el apoyo al menos formal de su partido para tratar de modificar el modelo económico, la única señal posible de entender es que en la propia Concertación han asumido que el actual esquema político no puede dar las garantías de que se pueda conquistar un quinto Gobierno concertacionista y que es urgente, por lo tanto, adoptar una nueva estrategia que ayude a reconquistar al electorado.

En la Alianza, por su parte, la jugada de Lavín sólo puede entenderse como la férrea oposición de la UDI a la candidatura presidencial de Piñera. Al igual que en 1990, cuando RN con Andrés Allamand al frente negociaba los votos de sus parlamentarios con el Gobierno y la UDI se les adelantó con Jaime Guzmán para la aprobación de las leyes “Cumplido”, ahora es Lavín el que se adelanta a Piñera y lo deja solo a cargo de la tarea de oponerse al Gobierno mientras sus socios de pacto inician un camino de colaboracionismo, apostando a que los chilenos quieren entendimientos y castigarán electoralmente a quienes se queden en las peleas diarias de la política.

No hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que el empate entre Concertación y Alianza no beneficia a ninguno de los dos bloques. Ninguno de ellos puede gobernar sin el otro, y eso genera la impresión entre la ciudadanía de que los políticos no se diferencian demasiado entre ellos y sólo les interesa afirmarse o conquistar el poder, dependiendo de la posición de cada cual. No hay utopías ni emociones que puedan capturar el entusiasmo ciudadano.

Así es cómo la gente joven no se inscribe para votar y la juventud, en vez de participar en política como ha sido tradicional en Chile desde la misma independencia, prefiere dedicar su tiempo y energía a las organizaciones sociales de voluntariado.

El panorama podría seguir tal cual por muchos años, porque la clase política puede confiar en que, tarde o temprano, le tocará el turno de gobernar, pero el proceso de deslegitimación de la política puede llevar a todos al colapso de una aventura populista o militar, y en ese punto se hace obligatorio volver a barajar las cartas.

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Thursday, October 11, 2007

CALLEJÓN SIN SALIDA

El Partido Demócrata Cristiano realizará este fin de semana su Quinto Congreso Ideológico, con el fin de adaptar su pensamiento a las realidades y necesidades actuales. Es un propósito loable, sin duda, en especial cuando se trata de partidos políticos que deben asumir la representación de la ciudadanía, pero subyace de todos modos la impresión de que esta actualización tiene como fin asegurar las posibilidades presidenciales de la DC.

Los partidos tienen que representar a la gente, pero las colectividades con una fuerte raigambre doctrinaria, como es la DC, tienen ya una visión de la sociedad y tienen que contar con el poder para implementarla.

Desde ese punto de vista, es necesario preguntarse si la Democracia Cristiana aún está a tiempo para competir eficazmente con el poder o si, tras tantos años de hacer una política en la medida de lo posible, ya los imposibles están fuera de su alcance. A propósito de la detención de los Pinochet, Patricio Aylwin reconoció que, aparentemente, los límites de lo posible eran más amplios de lo que se pensó.

Pero la DC enfrenta también otro problema al no darse cuenta de cuáles son sus reales amenazas. En un sistema electoral binominal, se tiende a un esquema partidista bipolar en donde sobra el centro. Los partidos moderados sólo sirven para formar alianzas que inclinen la mayoría de votos para un bloque o el otro, pero no conducen el Gobierno y tanto el bloque PS-PPD-PRSD como la Alianza han mostrado con hechos y sin disimulo su interés en hacerse de los votos que tradicionalmente han sido para los candidatos DC.

Ahora la DC va a actualizar su pensamiento y, dentro de lo que se ha sabido, dos son las principales novedades: Por un lado, la disposición a reconocer todo tipo de familias como igualmente válidas; y por el otro, introducir modificaciones a la Constitución para aminorar el excesivo presidencialismo dispuesto por el régimen militar.

En cuanto a lo primero, sólo basta con recordar que la DC se demoró una década en dar su visto bueno, y a regañadientes, a una ley de divorcio. Cuando más de la mitad de los hogares chilenos no son ya constituidos por dos padres, idealmente casados por un algún rito religioso, con sus respectivos hijos, resulta un poco tardío este cambio. Los partidos tienen que dirigir a la sociedad, no ir a su zaga.

Respecto a los cambios constitucionales, van desde la creación de un parlamento unicameral hasta la redacción de una nueva Constitución, pero es poco probable que se logre algo cuando la DC ya no tiene la mayoría en la Concertación y cuando su real y única necesidad para volver algún día al Gobierno es modificar el sistema electoral binominal. Es cierto que la DC es el partido más votado, pero es menos que la suma del bloque PS-PPD-PRSD y su subsistencia depende de la buena voluntad de sus aliados, cuando han pasado quince años del momento en el que se debieron prever los problemas que hoy enfrenta.

Friday, October 05, 2007

ENCUESTAS Y REALIDAD

Una delas principales noticias de los últimos días ha sido la encuesta Adimark que registró una nueva baja en el apoyo a> la Presidenta Bachelet, ubicándola en el nivel más bajo de un PrimerMandatario desde la restauración formal de la democracia en 1990.

Se ha explicado esta baja por los problemas del Transantiago y la delincuencia, enespecial por los actos de violencia del 11 de septiembre pasado, momento enel que se recogió la muestra de la encuesta.. Sin embargo, ello sólo explica la diferencia en el apoyo entre Santiago y las regiones, en las que -sin Transantiago ni mayores actosde vandalismo- el respaldo ciudadano es notoriamente bajo.

La explicación entonces se debe buscar en la insatisfacción generalizada en laciudadanía por la gestión del Gobierno, ya que no se trata de problemassectoriales sino de una percepción respecto a cierta incapacidad de la autoridad por resolver las necesidades de las personas, y ello a pesar deque los índices macroeconómicos deberían sustentar una amplia aceptación dela gente respecto al Gobierno.

Lo quehay es el incumplimiento de la promesa hecha por Bachelet de que sucondición de mujer se traduciría en un nuevo estilo, que comprendería al menos la renovación de los liderazgos, pero los rostros nuevos no han tenidola eficiencia administrativa de la vieja guardia, por lo que desde laspropias filas del Gobierno se pide un nuevo cambio.

De la imagen de miles de mujeres poniéndose bandas presidenciales para celebrar lallegada de una de sus representantes a La Moneda, se ha pasado a encuestas que empiezan a preguntar a laciudadanía si estaría dispuesta a votar nuevamente por una mujer.

Un eventual cambio ministerial solo tiene sentido pensando que lo que se leagotó a la actual administración es el entusiasmo popular, y a falta deresultados acordes a las expectativas creadas, la solución es empezar de nuevo, y ello sólo viene a reforzar la impresión de que el Gobierno estáhaciendo lo posible por concluir su mandato en las mejores condicionesposibles, siendo que aún no llega a la mitad de su período.

Chile tiene millonarios ahorros, pero no han sabido ser empleados para promover un modelo de desarrollo que beneficie a la mayoría de los chilenos, y mientras la Concertación no comprenda que tiene que cambiar el modelo político yeconómico, y no las caras de quienes implementan el mismo esquema desde hace 17 años, va a seguir perdiendo apoyo popular.

El drama de Chile es que esta baja no se traduce en un respaldo a una alternativa distinta a la Concertación, sino que se convierte en simple descontento que, el día de mañana, puede significar una creciente apatía o una explosión social.