¿Por qué voto?
Hay quienes han llamado a no votar en las elecciones, aprovechando que por primera vez el sufragio es voluntario, o a anular el voto. Creo que están en todo su derecho. Yo mismo he anulado el voto alguna vez en las elecciones en las que era obligatorio participar, pero nunca hice alarde de mi posición, a menos que alguien me preguntara ni mucho menos se me ocurrió tratar de impedir el voto de los demás.
Primero, el derecho a votar fue una reconquista difícil, tras 17 años de dictadura en los que a veces no se podía votar ni siquiera para elegir una directiva de curso en el colegio. Es posible que cada voto no sea determinante, pero la suma de todos ellos sí que lo es, y duele muchísimo cuando no se tiene ni siquiera la posibilidad de votar por el presidente de la junta de vecinos o el del sindicato. Como muchas cosas importantes, se le echa de menos cuando no está pero no se le valora cuando sí se le tiene.
Segundo, ni el voto nulo ni la abstención sirven. Lo más que se podría lograr es que los comentaristas manifiesten su asombro por una eventual alta abstención, pero después de diez minutos el dato pierde importancia y sólo se suma a las muchas expresiones ciudadanas que hablan del malestar de la gente respecto a los políticos. ¿Y los políticos cambian de actitud por esas manifestaciones? Hasta ahora, no, y los votos nulos ni siquiera se informan al momento de hacer el recuento en las elecciones.
Tercero, cuando la gente no está conforme con sus representantes tiene el deber de cambiarlos. Los presidentes, alcaldes, concejales, parlamentarios, todos son representantes de los ciudadanos que los eligen, pero cuando el votante se desentiende de sus obligaciones y se conforma solo con ir a votar cada cierto tiempo el personaje electo no siente la presión necesaria para responder a sus compromisos y obligaciones. Se es ciudadano todo el tiempo.
Siempre me acuerdo del caso ocurrido en una zona de Japón, en una bahía en la que los delfines jugaban alegremente en perfecta convivencia con los humanos, hasta que una fábrica de un producto X comenzó a verter desechos al agua y los delfines se marcharon. Como respuesta, la comunidad se organizó para boicotear dicho producto hasta que se realizara un proceso productivo limpio y los delfines regresaron a la bahía. Eso es lo que hay que hacer cuando uno está disconforme.
Hemos ido aprendiendo a hacerlo en nuestra condición de consumidores, pero todavía no lo intentamos en nuestra calidad de ciudadanos. Hacemos manifestaciones, marchas, concentraciones, pero no aprovechamos el poder del voto, que no es nada desdeñable cuando está respaldado por la organización social.
Primero, el derecho a votar fue una reconquista difícil, tras 17 años de dictadura en los que a veces no se podía votar ni siquiera para elegir una directiva de curso en el colegio. Es posible que cada voto no sea determinante, pero la suma de todos ellos sí que lo es, y duele muchísimo cuando no se tiene ni siquiera la posibilidad de votar por el presidente de la junta de vecinos o el del sindicato. Como muchas cosas importantes, se le echa de menos cuando no está pero no se le valora cuando sí se le tiene.
Segundo, ni el voto nulo ni la abstención sirven. Lo más que se podría lograr es que los comentaristas manifiesten su asombro por una eventual alta abstención, pero después de diez minutos el dato pierde importancia y sólo se suma a las muchas expresiones ciudadanas que hablan del malestar de la gente respecto a los políticos. ¿Y los políticos cambian de actitud por esas manifestaciones? Hasta ahora, no, y los votos nulos ni siquiera se informan al momento de hacer el recuento en las elecciones.
Tercero, cuando la gente no está conforme con sus representantes tiene el deber de cambiarlos. Los presidentes, alcaldes, concejales, parlamentarios, todos son representantes de los ciudadanos que los eligen, pero cuando el votante se desentiende de sus obligaciones y se conforma solo con ir a votar cada cierto tiempo el personaje electo no siente la presión necesaria para responder a sus compromisos y obligaciones. Se es ciudadano todo el tiempo.
Siempre me acuerdo del caso ocurrido en una zona de Japón, en una bahía en la que los delfines jugaban alegremente en perfecta convivencia con los humanos, hasta que una fábrica de un producto X comenzó a verter desechos al agua y los delfines se marcharon. Como respuesta, la comunidad se organizó para boicotear dicho producto hasta que se realizara un proceso productivo limpio y los delfines regresaron a la bahía. Eso es lo que hay que hacer cuando uno está disconforme.
Hemos ido aprendiendo a hacerlo en nuestra condición de consumidores, pero todavía no lo intentamos en nuestra calidad de ciudadanos. Hacemos manifestaciones, marchas, concentraciones, pero no aprovechamos el poder del voto, que no es nada desdeñable cuando está respaldado por la organización social.