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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, October 28, 2012

¿Por qué voto?

Hay quienes han llamado a no votar en las elecciones, aprovechando que por primera vez el sufragio es voluntario, o a anular el voto. Creo que están en todo su derecho. Yo mismo he anulado el voto alguna vez en las elecciones en las que era obligatorio participar, pero nunca hice alarde de mi posición, a menos que alguien me preguntara ni mucho menos se me ocurrió tratar de impedir el voto de los demás.


Primero, el derecho a votar fue una reconquista difícil, tras 17 años de dictadura en los que a veces no se podía votar ni siquiera para elegir una directiva de curso en el colegio. Es posible que cada voto no sea determinante, pero la suma de todos ellos sí que lo es, y duele muchísimo cuando no se tiene ni siquiera la posibilidad de votar por el presidente de la junta de vecinos o el del sindicato. Como muchas cosas importantes, se le echa de menos cuando no está pero no se le valora cuando sí se le tiene.

Segundo, ni el voto nulo ni la abstención sirven. Lo más que se podría lograr es que los comentaristas manifiesten su asombro por una eventual alta abstención, pero después de diez minutos el dato pierde importancia y sólo se suma a las muchas expresiones ciudadanas que hablan del malestar de la gente respecto a los políticos. ¿Y los políticos cambian de actitud por esas manifestaciones? Hasta ahora, no, y los votos nulos ni siquiera se informan al momento de hacer el recuento en las elecciones.

Tercero, cuando la gente no está conforme con sus representantes tiene el deber de cambiarlos. Los presidentes, alcaldes, concejales, parlamentarios, todos son representantes de los ciudadanos que los eligen, pero cuando el votante se desentiende de sus obligaciones y se conforma solo con ir a votar cada cierto tiempo el personaje electo no siente la presión necesaria para responder a sus compromisos y obligaciones. Se es ciudadano todo el tiempo.

Siempre me acuerdo del caso ocurrido en una zona de Japón, en una bahía en la que los delfines jugaban alegremente en perfecta convivencia con los humanos, hasta que una fábrica de un producto X comenzó a verter desechos al agua y los delfines se marcharon. Como respuesta, la comunidad se organizó para boicotear dicho producto hasta que se realizara un proceso productivo limpio y los delfines regresaron a la bahía. Eso es lo que hay que hacer cuando uno está disconforme.

Hemos ido aprendiendo a hacerlo en nuestra condición de consumidores, pero todavía no lo intentamos en nuestra calidad de ciudadanos. Hacemos manifestaciones, marchas, concentraciones, pero no aprovechamos el poder del voto, que no es nada desdeñable cuando está respaldado por la organización social.

Sunday, October 21, 2012

¿Qué se vota?

Habitualmente las elecciones municipales se la analiza desde dos puntos de vista: Por un lado, como la expresión de los liderazgos locales, lo que impide sacar conclusiones de alcance nacional y sobre la adhesión a los pactos políticos; o por el contrario, como elecciones netamente políticas, en las que los porcentajes alcanzados por los partidos de manera específica en las elecciones de concejales permitiría hacer cálculos respecto al peso real de cada partido, aunque en este caso se ignora el factor de los caudillismos locales.


Por lo general, los análisis que hacen los supuestos especialistas no tienen nada que ver con la opinión de los votantes, que se quedan en argumentos relativos a la capacidad de gestión de los candidatos, su honradez, coherencia y otros atributos que son de índole personal y no política. Los votantes están lejanos de interpretaciones y se limitan a expresar su preferencia dentro de las opciones que se le presentan, y ven incluso como una especie de juego sin sentido el afán de los expertos por interpretar su voto.

Hay que considerar además que el sistema electoral municipal, al menos en el caso de los alcaldes, presenta las opciones en blanco y negro. Sin considerar los candidatos alternativos a los pactos tradicionales -que de todos modos no hay en todas las comunas- cuando se trata de los dos principales pactos han sido los partidos los que han elegido por la ciudadanía el nombre por quien se puede votar. Si se simpatiza con la Alianza y dentro de ella con RN, por ejemplo, pero el candidato es UDI, no se puede sostener seriamente que ese votante respalde a la UDI. Lo mismo ocurre en el caso de la Concertación.

Posiblemente lo único que puede deducirse de una elección municipal es el grado de respaldo de los votantes respecto de determinados modelos de gestión comunal, aunque definidos en líneas muy gruesas. Por lo general, y aunque los candidatos disimulen su militancia, estos modelos se distinguen por el grado de asistencialismo que se promete, en contraste con la propuesta de promover la organización social. Evidentemente, ambos esquemas son complementarios y es difícil distinguir dónde comienza y termina cada modelo, lo que hace improbable extraer conclusiones definitivas.

Lo que sí resulta claro es que cada bloque y cada partido tendrá argumentos para esgrimir un triunfo electoral, ya sea porque se eligieron más candidatos o en comunas más importantes. Desde ese punto de vista, los análisis electorales son como las estadísticas y se puede decir cualquier cosa. De lo que se trata es de decirlas con convicción para que parezcan creíbles, por lo menos por algunos días porque apenas terminen las elecciones municipales empieza la campaña por la elección presidencial y parlamentaria y estos comicios van a haber pasado al olvido.

Sunday, October 14, 2012

MAMI

Mami ha vuelto, pero no ha vuelto. Sus hijos estiran el cuello, concentran todos los sentidos para saber qué pasa con Mami, pero Mami no dice nada. La versión oficial es que viene a hacer una visita familiar pero ninguno de sus hijos la siente golpear a su puerta y empiezan a temer que pase de largo.


Como si se tratara de una parábola, parte de sus hijos la aguarda con impaciencia para que le devuelva la sensación de seguridad que tenían cuando ella los acogía bajo su falda. La otra parte la espera para enrostrarle sus errores, como si de esa forma pudieran liberarse definitivamente de la sombra maternal. En una parábola, ella terminaría dándoles alguna lección de vida, alguna frase un poco críptica que cada uno podría interpretar de acuerdo a sus propias necesidades, pero esto no es una parábola.

Es increíble. La ex-presidenta Bachelet viaja al país por dos o tres días y todos los actores políticos se sobresaltan, comienzan a dar largas declaraciones explicando por qué es bueno o malo que regrese y ella mantiene su silencio, roto sólo con algunas cartas ocasionales a la distancia en las que manifiesta sus buenos sentimientos respecto de algunas instituciones o personas, pero nada dice de lo que todos quieren saber: Si será o no candidata a la Presidencia.

Podría dar para una obra de teatro o una novela de enredos, al típico estilo británico, con personas que entran y salen de escena, pero lo dramático, lo que impide que sea comedia, es que demasiadas cosas dependen de esta madre que viene de vez en cuando a ver a su familia. A la verdadera, claro, a la sanguínea y no a la de miles de hijos putativos que quieren guarecerse en ella o tratar de asesinarla en el más puro sentido freudiano.

Por un lado, las fuerzas de Gobierno saben que Michelle Bachelet es -hasta donde es posible prever- la única que puede derrotarlos en le próxima elección presidencial y tratan por todos los medios de manchar su falda de madre con el evidente propósito de enlodar su prestigio.

Por la otra parte, las fuerzas de la Concertación -que no es lo mismo que toda la oposición- saben que sin Bachelet se les hace francamente difícil recuperar el poder y la ansiedad de pensar en pasar otros cuatro años lejos de La Moneda les produce un miedo profundo.

En ambos casos, la relación con el poder parece revestir un cariz de trauma y la figura de la madre viene a encarnar el símbolo de ese temor. El problema es que la madre no puede hacerse responsable de sus hijos si quiere que maduren y lleguen de una buena vez a adultos.

Sunday, October 07, 2012

Sin alegría ni lágrimas

Cuando han transcurrido 24 años del triunfo del NO en el plebiscito de octubre de 1988 -amén de los innumerables cambios vividos tanto en el país como en el resto del planeta-, resulta sencillo y casi lógico esperar que ese momento de nuestra historia sea denostado como una especie de estafa por una alegría que nunca llegó.


Es comprensible, pero injusto. La gran cantidad de chilenos que no vivieron los años de la dictadura en razón de su edad no pueden alcanzar a comprender la situación de represión que se vivía en esos años ni la cantidad de sufrimiento que hubo que soportar. Algunos podrán decir que la violencia policial que se ha visto en tiempos recientes es inadmisible y por supuesto que es inaceptable, pero se puede informar al respecto. También son comprensibles las quejas por un sistema económico profundamente desequilibrado -hasta los obispos lo dicen- pero no se reconoce que la calidad de vida de las personas es mejor que hace veinte años y que hay menos pobres que en esa época.

Las críticas son ciertas y efectivamente la Concertación no cumplió todo lo que prometió. La mejor demostración de ello es que la mayoría de los chilenos votó por un cambio e instaló a Sebastián Piñera en la Presidencia. Si fue un error o no, se decidirá en las próximas elecciones presidenciales. Para eso es la democracia, la misma democracia que no existía durante la dictadura y que se hizo posible el 5 de octubre de 1988.

¿Qué la democracia no es como la desean algunos? Por supuesto. Eso ocurre en muchísimos países y cualquier ciudadano está en su pleno derecho a demandar más democracia porque se trata de un sistema político que siempre puede ser mejorado. Pero eso no es la alegría prometida sino una herramienta para buscar esa alegría, que no es otra cosa que tener el derecho a una vida satisfactoria, y no sólo en lo económico.

Antes de la recuperación de la democracia no había alegría, sino lágrimas, y no tenerlas ya, es decir no estar expuestos a que un policía haga detenciones en medio de la noche sin explicaciones, tener la posibilidad de decir que no gusta tal o cual cosa, es un tremendo avance que sólo pueden reconocer los que han vivido una vida gris.

Hoy tenemos colores -no los de la Concertación, probablemente-, pero están disponibles para que cada uno pinte el país que le gustaría habitar. Los que recuperaron la democracia ya cumplieron su parte y ahora les toca a otros seguir avanzando, recurriendo al consejo de los mayores si lo desean pero sin depender de ellos para que los cambios sean reales, ni quedándose anquilosados en la crítica de algo que ya pertenece más a las páginas de la historia que al futuro.