Politica e Ideas

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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, March 25, 2012

Sorpresa

La aparición en los medios informativos en Santiago de Iván Fuentes, vocero del movimiento social de Aysén, produjo un impacto político que hace mucho tiempo no se veía en el país. Fue, como dirían los comentaristas deportivos, un golpe a la cátedra.


Lo curioso es que se trataba, más o menos, del mismo personaje y del mismo discurso transmitido desde Aysén durante el mes que duró el conflicto, pero el crecimiento del carisma de Iván Fuentes, sumado al hecho de que su permanencia en la capital provocó mayor resonancia en los medios de comunicación, marcaron un efecto claramente superior.

Fuentes no es un político de partidos, no tiene la apostura ni los contactos sociales que suelen tener los políticos tradicionales, tiene una voz particularmente poco apropiada para descollar como orador, pero lo logra, y lo hace a la antigua, con pura emoción, una capacidad neta para empatizar con la audiencia y una honestidad y coherencia que resultan inusualmente creíbles.

Si se analiza su discurso, se puede constatar que recurrió a frases hechas, sin mayor contenido concreto, que sería imposible reconocer su orientación política porque utilizó el sentido común, pero todo tan bien dicho que no faltan quienes lo han empezado a proclamar como posible candidato a la Presidencia de la República y es esa aparición como personaje de nivel nacional lo que se ha convertido en toda una sorpresa.

¡Por Dios!, dirán los políticos tradicionales, esos que pertenecen a partidos políticos, ¿cómo podría ser Presidente alguien que no es de Santiago, que no es hijo de ni primo de, uno que no pasó por las aulas de un colegio reconocido, que no se sabe en realidad qué piensa ni qué podría hacer?

Eso es un escándalo, se podría agregar, porque de verdad sí que lo es. No pertenecer a la clase política es un acto más revolucionario que promover el aborto o marchar sin autorización por la Alameda. Sería gravísimo, pero aún más grave es constatar cómo la clase política queda desnudada con la aparición de un hombre del sur que no tiene más antecedentes que haber movilizado a una región tras una serie de reivindicaciones que parecen perfectamente razonables.

Bastaba hablar desde el sentido común, con pasión y convicción, para que el orden aparentemente natural de las cosas quedara trastocado por completo, tal como en el cuento del rey desnudo, cuando es un niño el que dice en voz alta ¡miren, el rey está desnudo! para que todo el pueblo se atreviera a burlarse de su soberano. Es lógico esperar ahora que los políticos y la prensa se vayan en contra de Iván Fuentes porque es peligroso, porque “revuelve el gallinero”; así como es previsible que se vea rodeado de quienes quieran beneficiarse de su súbita aura de héroe.

Sunday, March 18, 2012

Santiago no es Chile

Ha llamado la atención la sucesión de actos de protesta en distintos puntos del territorio nacional, desde Punta Arenas hace un año a las presentes movilizaciones en Aysén, Arica y próximamente Calama, como si fueran expresiones sin una mayor lógica si se las analiza desde Santiago.


Chile ha venido viviendo desde comienzos del siglo pasado un fuerte proceso de migración desde el campo a las ciudades, lo que en cierta forma ha alimentado la creencia de que en las grandes urbes están las mayores posibilidades de progreso, pero eso ha significado un abandono del resto del territorio nacional. Como consecuencia de eso, las Fuerzas Armadas -en especial el Ejército- elaboraron desde mediados del siglo XX la doctrina de las fronteras interiores, que apuntaba a reconocer aquellas áreas que, por diversas razones, podían convertirse en zonas conflictivas, tanto entre chilenos como ante eventuales aspiraciones territoriales de las naciones fronterizas.

La principal causa de la consolidación de esas fronteras interiores es la baja densidad habitacional, sumada a una escasez de desarrollo económico, y a partir de eso la dictadura implementó a finales de los 70’s el proceso de regionalización y descentralización administrativa, como continuación de proyectos anteriores, sin que este plan se haya desarrollado por completo.

La paralización de este propósito se origina tanto en la capacidad de los polos urbanos para absorber nuevos inmigrantes como por una decisión política de mantener concentrado el poder en las ciudades y especialmente Santiago y que ha sido replicada por el sector privado.

Paralelamente, desde las regiones ha habido una creciente preocupación por luchar contra el centralismo, que ha considerado el impulsar la elección directa de los consejeros regionales (actualmente en discusión en el Congreso) y de los intendentes hasta la conversión de la república unitaria que es actualmente Chile en una república federal, como Estados Unidos, Brasil o México, entre otras naciones.

Con el 80 % de la población concentrada en seis de las quince regiones del país, es evidente que hay problemas de equilibrio en el desarrollo nacional y no se deberían requerir las protestas en las regiones que se consideran más postergadas para que la reparación de este desbalance fuera de una de las prioridades de cualquier gobierno.

En lugar de eso, los representantes de la gente al Parlamento, por ejemplo, se siguen decidiendo en Santiago; las inversiones públicas y privadas también se resuelven en la capital y los intendentes responden a la confianza del Presidente de la República… en Santiago.

Paralelamente, la capital sufre de una hipertrofia que afecta seriamente la calidad de vida de sus habitantes. A la contaminación y la congestión se unen diversos factores que contribuyen al stress y a las enfermedades.

Lo lógico entonces sería promover una regionalización auténtica y democrática y el crecimiento homogéneo del conjunto del territorio nacional.

Sunday, March 11, 2012

Segundo tiempo

Justo este domingo se cumplen dos años desde que Sebastián Piñera asumió como Presidente de la República y se encuentra exactamente a la mitad de su período. Como dice la broma infantil respecto al punto hasta el que se entra en el bosque (hasta la mitad porque luego se empieza a salir), empieza a acercarse al término de su mandato y comienzan a presionar algunas interrogantes que, seguramente, irán tendiendo cada vez más a caracterizar la acción gubernamental.


En primer lugar, la posibilidad de entregar la banda presidencial a una persona del mismo sector político, hecho que se suele considerar como señal consagratoria del éxito de un gobierno. Hay que decir, en todo caso, que salvo los gobiernos radicales de la primera mitad del siglo pasado y los de la Concertación, la norma en Chile ha sido que los presidentes sean sucedidos por representantes de otras corrientes, por lo que hay que desdramatizar el tema de la sucesión.

Luego, lograr una mayoría parlamentaria para que, se conserve o se pierda el Gobierno, la Alianza por Chile pueda seguir teniendo un lugar decisivo en la política nacional. Mientras no se modifique el sistema binominal se ve difícil que la Alianza y la Concertación no sigan siendo las fuerzas predominantes en el Parlamento.

Finalmente, obtener el reconocimiento ciudadano respecto a los hitos de la administración Piñera y esta es una aspiración que debe orientarse en el largo plazo. Son escasos los presidentes que han sido despedidos con el pesar de la mayoría del pueblo, a pesar de que establecer períodos presidenciales de cuatro años disminuye el desgaste, en estos tiempos de creciente velocidad el cansancio del público respecto de las autoridades también es rápido.

Nada fácil, a la luz de lo que dicen las encuestas hasta ahora que, aunque no reconocen los aspectos positivos del Gobierno y pueden ser acusadas como instrumentos de medición de un estado de ánimo subjetivo y emocional de la sociedad, suelen ser indicativas de las opciones electorales de la gente. A ello se agrega que, por errores de diseño, estos dos años estarán marcados por las campañas electorales, que siempre provocan una mayor polarización, imposibilitan la cooperación entre el Ejecutivo y sus detractores y, sobre todo, generan un estado de nerviosismo entre unos y otros que paralizan las políticas y decisiones que se podrían tomar con la cabeza fría.

Lo curioso es que esto de dividir los períodos presidenciales en mitades es un asunto netamente psicológico, ya que la verdad es que no se puede hacer un balance de la gestión sino hasta su término.

Sunday, March 04, 2012

La violencia en la democracia

A estas alturas ya nadie cuestiona el derecho del pueblo a rebelarse contra un gobierno opresor -aunque el asunto se discutió durante siglos, casi hasta que ya no quedaba sobre el planeta un número significativo de ese tipo de regímenes-, pero ahora, cuando a propósito de la rebelión ciudadana en Aysén se dice que la gente está cometiendo actos de violencia es oportuno proponer que se discuta el derecho a generar hechos de violencia dentro del marco democrático.


A primera vista, parece lógico afirmar que no es posible aceptar la violencia dentro de la democracia, pero eso es suponiendo que el sistema democrático cuenta con canales eficientes para que la gente exprese sus puntos de vista y demandas.

Si se acepta que el gobierno dentro de la democracia es el arte de articular las distintas exigencias existentes al interior de la sociedad, se debe aceptar también que a todos se les debe reconocer el derecho de plantear sus necesidades de manera eficaz, por lo que antes de achacar a la gente que protesta la condición de violentistas hay que analizar si no es esta la última alternativa que les quedaba.

Sin entrar siquiera a considerar la justicia de las demandas de Aysén, hay que reconocer que la institucionalidad regional no sirve para canalizar las inquietudes populares: Intendentes y demás cargos dependen de la confianza política del gobierno central y no son electos por la gente, por lo que no tienen la necesidad de atender las demandas sociales. Los parlamentarios intentaron intermediar recién al término de sus vacaciones, más para que se viera que estaban con la gente y que de verdad actuaban como sus representantes, y no fueron ni siquiera recibidos.

Sin saber cuántas gestiones previas hubo dentro de los cauces institucionales, es posible suponer que si la gente en Aysén ha llegado al extremo de auto-bloquearse y someterse a una situación de desabastecimiento de todo tipo, es porque realmente ha llegado a un estado de desesperación que los ha motivado a apostar por la movilización.

Y si a ello se agrega que el Gobierno envía ministros a la zona y estos se marchar sin entregar propuestas sobre las que negociar, bajo el argumento de que la gente no ha depuesto sus movilizaciones, el resultado evidente es que las medidas de presión se incrementarían, así como era evidente que nadie que ha logrado llamar la atención de su contraparte cede totalmente el poder de negociación que ha conquistado.

Hay distintos grados de violencia. La que tiene connotación de delito es directamente un delito, pero si las personas se ponen a caminar en círculos con pancartas, como en las películas, es dable esperar que todavía estarían pisando la tierra sin ningún resultado. El punto es determinar cuál es el grado de violencia aceptable en una democracia así como el grado de fuerza para mantener el orden sin llegar a coartar los derechos ciudadanos, pero antes hay que analizar si la democracia está entregando las herramientas necesarias para que no se requiera la violencia porque, al final, la vida no es una película en blanco y negro.