OTRA COSA ES SIN GUITARRA
Se acaba el año y es obligatorio hacer balances de lo ocurrido durante el 2010 que se va. Cuando se hace un análisis político, lo obvio es centrarse en la labor del Gobierno, pero ya no es necesario recordar que Sebastián Piñera concluye diciembre con un balance positivo, considerando que debió enfrentar terremoto, maremoto, mineros, conflictos sociales y, sobre todo, las expectativas de vastos sectores de la parte de la sociedad que se interesa en la política, que supusieron que realizaría una gestión absolutamente derechista, entendiendo por tal la privatización masiva de los recursos públicos, favorecer descaradamente a los empresarios y limitar las ya limitadas prerrogativas de los trabajadores. Algo de eso se ha insinuado en los últimas semanas y sin embargo Piñera y los partidos que lo respaldan mantienen un apoyo ciudadano, según las encuestas, mayor de los que favorecen a la Concertación.
Considerando que el triunfo electoral de Piñera se debe más al rechazo a la Concertación que al apoyo ciudadano, sin perjuicio de que, luego de ser electo, el Presidente ha optado por mantener muchas de las políticas concertacionistas, tratando de mantener lo bueno y enrostrarle a los gobernantes anteriores los errores y vicios, es más interesante como ejercicio analizar cómo lo han hecho quienes pasaron a ocupar el lugar de la oposición.
En este sentido, parece más relevante la forma en que actúe la oposición actual para poder determinar si podrá volver al poder, y para poder evaluar eso es evidente que hay dos factores mínimos a medir: Por un lado, la capacidad de renovación de sus liderazgos y por el otro la capacidad que pueda demostrar de haber comprendido el sentido de su derrota electoral y hacer las adecuaciones que demanda la ciudadanía. En ninguna de estas dos materias el 2010 parece ser un año positivo para la Concertación, ya que se sigue discutiendo su política de alianzas electorales, como si bastara con sumar más partidos o movimientos para recuperar la confianza de los votantes y además no ha logrado concretar pasos reales en esa dirección.
En cuando a su conducta cotidiana, se ha dejado ver con claridad que la Concertación, o al menos parte de sus representantes, ha sentido el alivio de no cargar con la responsabilidad de ejercer el gobierno y han retomado un discurso de defensa de ciertas materias que la propia Concertación descuidó cuando estaba en La Moneda.
Durante el año que termina, los dirigentes concertacionistas se han acordado de los mapuches, de las desigualdades sociales, de los derechos laborales, y cuando se les cuestiona que se trata de asuntos en los que no se avanzó todo lo que ahora prometen la respuesta es siempre la misma: Ahora sí que nuestro compromiso es resuelto, como si no tener la guitarra que pone la música del gobierno marcara una diferencia significativa respecto al tiempo en que la Concertación sí tenía la guitarra y ponía la música.
Considerando que el triunfo electoral de Piñera se debe más al rechazo a la Concertación que al apoyo ciudadano, sin perjuicio de que, luego de ser electo, el Presidente ha optado por mantener muchas de las políticas concertacionistas, tratando de mantener lo bueno y enrostrarle a los gobernantes anteriores los errores y vicios, es más interesante como ejercicio analizar cómo lo han hecho quienes pasaron a ocupar el lugar de la oposición.
En este sentido, parece más relevante la forma en que actúe la oposición actual para poder determinar si podrá volver al poder, y para poder evaluar eso es evidente que hay dos factores mínimos a medir: Por un lado, la capacidad de renovación de sus liderazgos y por el otro la capacidad que pueda demostrar de haber comprendido el sentido de su derrota electoral y hacer las adecuaciones que demanda la ciudadanía. En ninguna de estas dos materias el 2010 parece ser un año positivo para la Concertación, ya que se sigue discutiendo su política de alianzas electorales, como si bastara con sumar más partidos o movimientos para recuperar la confianza de los votantes y además no ha logrado concretar pasos reales en esa dirección.
En cuando a su conducta cotidiana, se ha dejado ver con claridad que la Concertación, o al menos parte de sus representantes, ha sentido el alivio de no cargar con la responsabilidad de ejercer el gobierno y han retomado un discurso de defensa de ciertas materias que la propia Concertación descuidó cuando estaba en La Moneda.
Durante el año que termina, los dirigentes concertacionistas se han acordado de los mapuches, de las desigualdades sociales, de los derechos laborales, y cuando se les cuestiona que se trata de asuntos en los que no se avanzó todo lo que ahora prometen la respuesta es siempre la misma: Ahora sí que nuestro compromiso es resuelto, como si no tener la guitarra que pone la música del gobierno marcara una diferencia significativa respecto al tiempo en que la Concertación sí tenía la guitarra y ponía la música.
Labels: Andrés Rojo, Concertación, gobierno, política