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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, December 19, 2010

CUIDAR LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA


A raíz de las últimas encuestas que confirman la baja confiabilidad de la gente en los partidos políticos, algunos analistas se han apresurado en señalar la necesidad de proteger esta institución, argumentando que los partidos son indispensables para el funcionamiento de la democracia.

El razonamiento es en parte correcto, pero no por completo, porque supone que sólo los partidos políticos pueden encauzar las corrientes de opinión existentes en una sociedad y eso es coherente con una visión decimonónica de la política y se contradice a la vez con la realidad del siglo XXI. Las personas necesitan ser representadas en un sistema democrático, pero la responsabilidad que tienen los partidos sobre la materia no es exclusiva ni excluyente.

La desafección de la gente hacia los partidos se explica por la percepción de corrupción y de ineficacia de estos organismos, pero también porque la misma gente ya no tiene visiones monolíticas respecto a la forma de resolver los problemas que se presentan. Aunque se pueda culpar de este fenómeno al liberalismo y al individualismo, lo cierto es que más influencia tienen los medios de comunicación virtuales, en los que cada individuo tiene la posibilidad -el derecho y el deber- de generar contenidos, opiniones y noticias.

De esta manera, se facilita que sea la propia gente la que cree sus propios espacios de participación, en torno a asuntos muy determinados, y eso lo puede hacer con mayor confianza para el público, mayor rapidez y eficiencia. Hay asuntos que las propias personas resuelven mientras los partidos todavía están pensando en crear comisiones para decidir cómo se definen respecto a estos temas y, si los consideran importantes, recién comenzar a realizar gestiones.

Por otra parte, con un nivel de confianza en los partidos del 15 por ciento y del 28 por ciento en el Parlamento, es bien poco lo que queda por rescatar, al menos sin realizar transformaciones que ayuden a estas instituciones a sintonizarse con el sentir ciudadano. Lo realista es reconocer esta situación y actuar en consecuencia.

Frente a ello, la idea de proteger a los partidos políticos, dictando leyes que los ayuden a una reactualización que no saben hacer por sí mismos porque no logran diagnosticar sus propias falencias, resulta inútil. Más absurdo aún si se piensa que la solución será una suerte de bendición derramada desde lo más alto del poder político y no desde la base social, que es la que necesita sentirse representada.

Para cuidar la democracia, lo primero es proteger a quienes participan en ella, los que le dan sentido y vida. Desde ese punto de vista, los partidos son poco más que correas de transmisión del motor.

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