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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Tuesday, September 30, 2008

RESILIENCIA, ANIVERSARIO DEL NO Y CRISIS ECONÓMICA



De vez en cuando se ponen de moda algunos conceptos que curiosamente tienen aplicación con el momento político que se vive en el país y el mundo. Es lo que ocurre con la idea de la “resiliencia”, que se refiere a la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves.
Este concepto se puede aplicar perfectamente a la crisis financiera por la que atraviesa Estados Unidos y que amenaza con salpicar la estabilidad del resto de la economía mundial, ya que a pesar de las voces que juzgan lo ocurrido con la banca norteamericana como un aviso perentorio del fin del capitalismo, al menos como se le entiende en la actualidad, las opiniones de la mayoría de los expertos y del público en general apuntan a que la crisis se superará aunque para ello se tengan que saltar algunas de las reglas del mercado, en especial la que señala que el Estado no debe intervenir.
Pero también la resiliencia se puede aplicar a la situación política nacional, en que los distintos bandos se aprontan a competir en una elección municipal tratando de medir la aprobación o rechazo de la Concertación, lo que coincide con el vigésimo aniversario del triunfo del NO en el plebiscito del 5 de octubre, cuando el país resolvió negar a Pinochet su proyección como gobernante y abrir la posibilidad del cambio, que en ese momento encarnó la Concertación.
Hace veinte años, y aunque había dificultades objetivas derivadas de la transición a la democracia y la permanencia del anterior dictador en la Comandancia en Jefe del Ejército, la Concertación tenía el campo abierto para alcanzar el protagonismo que ha tenido en el desarrollo nacional del último medio siglo. Es cierto que se pudo haber hecho más, pero también es cierto que se ha avanzado quizás más de lo que se pudo pensar en su momento, cuando la propaganda que apoyaba la opción del SÍ amenazaba con el caos político y económico, amén del regreso del marxismo totalitario que Allende no alcanzó a implementar.
Pero no es el juicio del pasado lo que importa, sino comprobar que en estos veinte años la Concertación ha llegado a un estado de agotamiento, en el que la acumulación del cansancio, los errores acumulados, las tensiones internas sin resolver y el agotamiento del impulso inicial la han llevado a un punto en el que todos sus méritos son menospreciados, y sólo su capacidad de resiliencia le permitirán sortear un escenario en el que hasta sus propios integrantes tienden a creer que la hora del recambio es inevitable. Es en estos próximos meses que los dirigentes de la Concertación deberán demostrar su habilidad para comprender la profundidad de los cambiantes procesos sociales y convertir la amenaza en una oportunidad. Para la Alianza es el momento, en cambio, de seguir la inercia, tal como lo hizo la Concertación hace veinte años atrás.

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Monday, September 22, 2008

ANSIEDAD Y AMISTAD


Aunque todos los sectores políticos invariablemente sostienen que las elecciones municipales no son decisivas para los comicios presidenciales posteriores, mientras al mismo tiempo ya piensan en la forma de demostrar sus propios triunfos en las municipales, se está comenzando a producir de modo paralelo el fenómeno de la ansiedad ante los resultados electorales, fenómeno que, de ser tomado en serio, puede convertirse en un factor decisivo para las siguientes definiciones políticas.
Hay cierto consenso entre los especialistas en cuanto a cuál será el hecho principal de las municipales, esto es que la Concertación obtendrá más votos pero no alcanzará la mayoría para arrogarse un éxito total. A partir de esa situación se puede abrir una amplia gama de interpretaciones que permitirán a todos los partidos afirmar alguna cuota de triunfo para sí, pero lo esencial es que, si bien la Concertación será la primera fuerza, no puede imponerse por sí sola y eso no se verá modificado ni en esta elección municipal ni la siguiente presidencial.
Ello significa que la definición del próximo Presidente de la República dependerá más de la capacidad de las demás corrientes de lograr un consenso que de la capacidad de la Concertación para convencer a un electorado que se ha ido distanciando de ella. Sin embargo, la posibilidad de que unos y otros logren demostrar en las municipales alguna base para la medición posterior está generando expectativas y temores que, desde el punto de vista psicológico, se resumen en la palabra ansiedad.
Y si esa ansiedad llega a predominar en las relaciones entre los partidos y los pactos, puede desplazar a la amistad cívica con la que, tradicionalmente, unos y otros han construido los consensos e incluso los disensos que han caracterizado la historia política nacional.
Del mismo modo, cuando la ansiedad substituye a la racionalidad y la responsabilidad en el análisis político, las conclusiones a partir de las cuales se deciden las acciones pasan a estar teñidas por un factor emocional que impide decisiones prudentes y constructivas, al menos desde el punto de vista de los objetivos que cada sector persigue con la lucha política.
Las pasiones y los prejuicios desplazan al criterio y la objetividad y si ese proceso no se detiene a tiempo, se genera una cadena de efectos que es cada vez más difícil de parar. A grandes rasgos, la clase política chilena se ha caracterizado por su estabilidad y responsabilidad, pero ello ha sido posible también por la consolidación de alianzas estables, y es esa debilidad la principal carencia que está demostrando la Concertación, arriesgando al mismo tiempo sus posibilidades de mantener el poder y cederlo a la Alianza por sus propios errores y, a la vez, erosionando la coherencia del conjunto de la actividad política.

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Monday, September 15, 2008

SUBDESARROLLO POLÍTICO



Con razón, el país sueña con llegar a un estado de desarrollo en lo económico, promesa que se ha presentado no sólo como la respuesta a la mayoría de las necesidades individuales sino también como una meta posible, pero en un mundo que no solo es globalizado sino que además está cambiando con rapidez, hay una faceta en la cual Chile se está quedando atrasado y que, de no resolverse, podría llegar a impedir que pueda seguir progresando en lo económico.
La razón es que el ordenamiento -y que involucra una adecuada planificación, el uso racional de los rcursos disponibles, la definición de un equilibrio entre el trabajo y el capital- que se requiere para pasar a un nivel superior de desarrollo económico depende de la capacidad de la clase política para conducir al país, y esta a su vez depende de la comprensión de los fenómenos sociales, incluyendo los enormes cambios vividos en la sociedad en los últimos años, gracias a una globalización que no solo ayuda a las comunicaciones empresariales sino también a las sociales y, por ende, acelera las transformaciones.
Las sociedades modernas, como ya se está viendo, definitivamente no están integradas por consumidores informados que demandan el respeto a sus derechos como tales, sino que se ha dado un paso más allá de lo previsto y se está conformando un nuevo tipo de ciudadano que no sólo exige eficiencia, consecuencia y honorabilidad a sus dirigentes políticos, sino que amenaza al mismo tiempo con desplazarlos cuando los políticos no son capaces o no quieren solucionar los problemas de la comunidad.
El nuevo paradigma en la política es esencial para que los países puedan alcanzar el desarrollo en este nuevo siglo, y los gobernantes que no lo entienden están condenando a sus naciones a permanecer en condiciones de estancamiento económico.
El nuevo paradigma exige también que se comprenda que los ciudadanos ya no se conforman solo con que sus derechos como consumidores sean atendidos o con que existan las condiciones de desarrollo económico nacional que generen las condiciones para su propio progreso individual. Estos nuevos ciudadanos demandan que sus posiciones y requerimientos sean atendidos con prontitud.
No les basta con ser escuchados, sino que quieren también que se acate su vountad. Tras décadas de democracia representativa, los representados están comprendiendo que sus representantes no los representan con fidelidad, y ante la constatación de esta realidad sólo basta con que alcancen el grado de frustración necesario para que decidan reemplazar a los viejos políticos por una nueva generación dirigente, lo que se hace más inevitable si los políticos les hablan de sueños colectivos cuando la gente vive en una cotidianeidad invididual en la que no tienen ya espacio las utopías.
Hay que recalcar que el hecho de que los políticos tradicionales no estén cediendo paso a nuevas generaciones que entiendan el nuevo paradigma no sólo obstaculiza el proceso de desarrollo político de una nación, sino que se convierte al mismo tiempo en una señal para toda la ciudadanía en cuanto a que no hay disposición para el cambio.

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Monday, September 08, 2008

LA VIEJA GUARDIA

Murió Juan Hamilton, ex-senador y ex-ministro, además de amigo de mucha gente entre la que me incluyo, que supo de sus cualidades humanas y como político. Ahora muchos le rinden homenaje, a pesar de que en cierto momento hasta fieles amigos le dieron la espalda, y prefiero sumarme a quienes siempre creyeron que fue un hombre honesto, íntegro y verdaderamente comprometido con las causas que defendió, como la democracia y la justicia social.

En cierto momento, cuando debió decidir si competiría por la reelección como senador, Hamilton prefirió dar un paso al lado, sabiendo que la forma de hacer política que se estaba instalando en el país no era la que él conoció y que aprendió de figuras como Alberto Hurtado, Eduardo Frei o Bernardo Leighton.

Hamilton es, en cierta forma, uno de los últimos nombres de la vieja guardia, compuesta por hombres y mujeres que hacían política sin considerar la tecnocracia sino la voluntad popular; que no renunciaban a su propio pensamiento doctrinario y que, desde este, invitaban a la gente a soñar el mismo proyecto de país ideal.

Esos hombres y mujeres no tienen cabida en el Chile actual, en el que los tecnócratas tienen la última palabra, aunque esta vaya contra el sentido común, y en el que las ideologías deben ceder su protagonismo a los dictados del marketing y las estrategias electorales, que a su vez sólo buscan el triunfo sin entrar en consideraciones relativas al fin que se persigue con alcanzar el poder.

Hamilton, Máximo Pacheco, Francisco Bulnes, Carlos Altamirano o Clotario Blest, hubieran sobrado en estos días, lo que no es grave porque es parte de la naturaleza que en cualquier actividad las nuevas generaciones vayan desplazando las anteriores, pero lo que sí debe preocupar es que los nuevos liderazgos no tengan la calidad de los previos y que el reemplazo se produzca sólo por la renovación de las caras, sin que necesariamente existan méritos. No es un asunto de identidades partidarias lo que preocupa, sino que no ha habido una progresión en la calidad de los dirigentes políticos y, por ende, de la política.

Se podrá argumentar que fue esa vieja guardia precisamente la responsable del colapso institucional del ’73, pero eso sería ignorar las condiciones sociales y políticas del momento. Si a la actual dirigencia del país se la pusiera en un contexto como el que se vivió en Latinoamérica a mediados del siglo pasado, no sería capaz de mantener en funcionamiento las instituciones como lo hizo esa vieja guardia. Pero, sobre todo, sería ignorar que, más allá de los indicadores económicos -que como las estadísticas pueden ser empleados para uno y otro propósito- la gente quiere sentirse interpretada por los políticos y creer en la posibilidad de un país mejor acorde a sus convicciones, y eso sí que marca una gran diferencia.

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Monday, September 01, 2008

EL ESTILO “CHIVO EXPIATORIO”


Hay gobiernos de todo tipo, y ello permite contar con una amplísima gama de sistemas de clasificación, pero en Chile, que siempre parece haber una creatividad inagotable para ideas inútiles, estamos viviendo desde hace un tiempo el esquema del “Chivo Expiatorio” en el que la exigencia no es hacer bien las cosas sino encontrar siempre a alguien culpable de que las políticas gubernamentales no funcionen como se promete.

Aunque siempre ha habido una tendencia de culpar a los otros, es desde el primer fracaso de la reforma laboral que se comenzó a percibir que las iniciativas se presentaban con el único afán de culpar a otros por los fracasos de propuestas con las que ni su propio autor está de acuerdo ni tiene esperanzas de que vayan a prosperar.

No es nada curioso que este tipo de situaciones florezca en los períodos previos a las elecciones, porque a fin de cuentas su única motivación es obtener dividendos electorales y no hacer bien las cosas. El mismo esquema se ha repetido desde hace años con la reforma del sistema electoral casi como un lema pero también se ha utilizado en otras circunstancias, siendo la última el Transantiago, plan que está evidentemente fracasado y requiere como mínimo que se asuma la responsabilidad de que miles de personas vivan diariamente en la humillación.

En este caso, es tan evidente que no hay responsabilidad política de la oposición que el Gobierno ha buscado un nuevo chivo expiatorio, recurriendo como alternativa a los empresarios del Transantiago y se encuentra preparando una ofensiva comunicacional luego de amenazar que quienes no cumplan los contratos serán caducados, lo que es a simple vista un engaño.

En primer lugar, porque el impacto de retirar de la calle un operador sin tener un reemplazo significaría dejar sin servicio a barrios y comunas enteras, lo que es impensable para un sistema de transporte público que ya está al borde de la pérdida de legitimidad a los ojos de los usuarios.

Pero además, el Ejecutivo no se ha detenido a pensar que es la propia autoridad la que ha tenido desde el principio la facultad de exigir el cumplimiento de los contratos suscritos, y por lo mismo la decisión de caducarlos puede dar inicio a una áspera batalla legal que se podría arrastrar por meses y terminar por significar un daño para el Fisco, en caso de que no logre demostrar la validez de su decisión unilateral, sin tomar en cuenta que los empresarios de la locomoción colectiva tienen formas de presión que, siendo legales y legítimas, pueden desencadenas un estallido social.

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