RESILIENCIA, ANIVERSARIO DEL NO Y CRISIS ECONÓMICA
De vez en cuando se ponen de moda algunos conceptos que curiosamente tienen aplicación con el momento político que se vive en el país y el mundo. Es lo que ocurre con la idea de la “resiliencia”, que se refiere a la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves.
Este concepto se puede aplicar perfectamente a la crisis financiera por la que atraviesa Estados Unidos y que amenaza con salpicar la estabilidad del resto de la economía mundial, ya que a pesar de las voces que juzgan lo ocurrido con la banca norteamericana como un aviso perentorio del fin del capitalismo, al menos como se le entiende en la actualidad, las opiniones de la mayoría de los expertos y del público en general apuntan a que la crisis se superará aunque para ello se tengan que saltar algunas de las reglas del mercado, en especial la que señala que el Estado no debe intervenir.
Pero también la resiliencia se puede aplicar a la situación política nacional, en que los distintos bandos se aprontan a competir en una elección municipal tratando de medir la aprobación o rechazo de la Concertación, lo que coincide con el vigésimo aniversario del triunfo del NO en el plebiscito del 5 de octubre, cuando el país resolvió negar a Pinochet su proyección como gobernante y abrir la posibilidad del cambio, que en ese momento encarnó la Concertación.
Hace veinte años, y aunque había dificultades objetivas derivadas de la transición a la democracia y la permanencia del anterior dictador en la Comandancia en Jefe del Ejército, la Concertación tenía el campo abierto para alcanzar el protagonismo que ha tenido en el desarrollo nacional del último medio siglo. Es cierto que se pudo haber hecho más, pero también es cierto que se ha avanzado quizás más de lo que se pudo pensar en su momento, cuando la propaganda que apoyaba la opción del SÍ amenazaba con el caos político y económico, amén del regreso del marxismo totalitario que Allende no alcanzó a implementar.
Pero no es el juicio del pasado lo que importa, sino comprobar que en estos veinte años la Concertación ha llegado a un estado de agotamiento, en el que la acumulación del cansancio, los errores acumulados, las tensiones internas sin resolver y el agotamiento del impulso inicial la han llevado a un punto en el que todos sus méritos son menospreciados, y sólo su capacidad de resiliencia le permitirán sortear un escenario en el que hasta sus propios integrantes tienden a creer que la hora del recambio es inevitable. Es en estos próximos meses que los dirigentes de la Concertación deberán demostrar su habilidad para comprender la profundidad de los cambiantes procesos sociales y convertir la amenaza en una oportunidad. Para la Alianza es el momento, en cambio, de seguir la inercia, tal como lo hizo la Concertación hace veinte años atrás.
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