Feria de las Vanidades
Es inevitable tener que reconocer que la actividad política queda suspendida durante el mes que media hasta las elecciones municipales. No es que estos comicios sean particularmente importantes, de hecho la prensa se ha concentrado en unas pocas comunas para tratar de sacarle algo de brillo, sino que es una peculiaridad del oficio de la política: Cuando hay elecciones, nada es más importante que asomarse a la calle a repartir folletos, pasearse con banderas y colgar letreros hasta de los semáforos, cuando es posible.
Se podría decir que es como un juego, y quienes lo juegan postergan cualquier otro asunto hasta que termina la partida y se conoce al ganador. Es como si al apostador se le pidiera dejar sus cosas por un momento para preocuparse por hacer un trámite burocrático: Simplemente no puede, no está en su naturaleza.
Lo más triste de esta obsesión, o vicio, es que cuando los candidatos se ponen a jugar se olvidan de tratar de comprender qué espera la gente de ellos. De hecho, ya es tarde cuando empiezan a repartir lápices, calendarios, chapitas. La gente agradece los regalos, por supuesto, pero no tiene idea de cuáles son las diferencias entre un candidato u otro ni de las razones por las que habría de votar por uno u otro.
En las elecciones municipales, el tamaño de las comunas permite en ocasiones tener algún tipo de referencia de los candidatos, pero es difícil esperar que la propaganda proporcione alguna información útil para decidir el voto porque los candidatos parecen estar muy ocupados mirándose el ombligo y dedicados a jugar como para darse cuenta de su responsabilidad como sostenedores del sistema democrático y como pedagogos de la política.
¿Alguien ha visto a algún candidato pronunciándose sobre los cambios que pudieran hacerse al sistema económico, sobre el tema de la educación que tanta atención ha venido teniendo hace más de un año, acerca del modelo de televisión que tenemos?
En esas condiciones, es difícil extraer conclusiones políticas de una elección en la que las razones que llevan a votar por un candidato a alcalde o concejal están dadas porque es el primo lejano del vecino que alguna vez fue amable o porque el postulante se ve simpático en la foto del cartel, a menudo mediatizada por el photoshop.
El país no se va a ver afectado ni en un sentido ni otro con las elecciones municipales porque son comicios estrictamente locales en los que, además, no se discute nada importante. Es casi como para dejarlos que jueguen mientras la gente se mantiene ocupada en cosas realmente relevantes.
Se podría decir que es como un juego, y quienes lo juegan postergan cualquier otro asunto hasta que termina la partida y se conoce al ganador. Es como si al apostador se le pidiera dejar sus cosas por un momento para preocuparse por hacer un trámite burocrático: Simplemente no puede, no está en su naturaleza.
Lo más triste de esta obsesión, o vicio, es que cuando los candidatos se ponen a jugar se olvidan de tratar de comprender qué espera la gente de ellos. De hecho, ya es tarde cuando empiezan a repartir lápices, calendarios, chapitas. La gente agradece los regalos, por supuesto, pero no tiene idea de cuáles son las diferencias entre un candidato u otro ni de las razones por las que habría de votar por uno u otro.
En las elecciones municipales, el tamaño de las comunas permite en ocasiones tener algún tipo de referencia de los candidatos, pero es difícil esperar que la propaganda proporcione alguna información útil para decidir el voto porque los candidatos parecen estar muy ocupados mirándose el ombligo y dedicados a jugar como para darse cuenta de su responsabilidad como sostenedores del sistema democrático y como pedagogos de la política.
¿Alguien ha visto a algún candidato pronunciándose sobre los cambios que pudieran hacerse al sistema económico, sobre el tema de la educación que tanta atención ha venido teniendo hace más de un año, acerca del modelo de televisión que tenemos?
En esas condiciones, es difícil extraer conclusiones políticas de una elección en la que las razones que llevan a votar por un candidato a alcalde o concejal están dadas porque es el primo lejano del vecino que alguna vez fue amable o porque el postulante se ve simpático en la foto del cartel, a menudo mediatizada por el photoshop.
El país no se va a ver afectado ni en un sentido ni otro con las elecciones municipales porque son comicios estrictamente locales en los que, además, no se discute nada importante. Es casi como para dejarlos que jueguen mientras la gente se mantiene ocupada en cosas realmente relevantes.