Politica e Ideas

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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, May 29, 2011

EL NUEVO ESTADO LLANO



A muchos analistas les está sorprendiendo la manera en que los movimientos ciudadanos han comenzado a desplegar su capacidad de acción y algunos ya apuntan a la extrañeza que les causa que los dirigentes políticos tradicionales no estén siendo capaces de interpretar este fenómeno y, mucho menos, de reaccionar adecuadamente.






Lo que ocurre es relativamente sencillo. La comprensión del concepto de la ciudadanía proviene desde los tiempos de la Revolución Francesa, que es más o menos el mismo origen de la democracia representativa que rige a la mayoría de las naciones occidentales en la actualidad. Los revolucionarios reprodujeron en la composición del nuevo poder una estructura similar, en lo que se refiere al pueblo, a la que existió durante el feudalismo.






A pesar que la revolución de 1789 se hizo para que el pueblo asumiera el poder, en la práctica se optó por la representación de este a través de los congresales electos. De esta forma, el Estado Llano, compuesto por la burguesía, el campesinado, los artesanos y los incipientes profesionales siguió relativamente ajeno al ejercicio del poder, dada la imposibilidad práctica de que abandonaran sus labores para dedicarse a la política. Hubo excepciones, claro, pero en lo esencial el ejercicio del poder siguió reservado a los profesionales de la política, que accedían a sus cargos por medio de las elecciones y no ya por nacimiento, lo que fue, sin duda, un gran avance.






Tras más de dos siglos, sin embargo, el Estado Llano sigue en la misma posición: Dueño de la soberanía nacional, es el que delega el poder a las autoridades electas y luego se desplaza a un costado sin más participación hasta los siguientes comicios.






Pues bien. Esta es la raíz de la incomprensión actual. El dirigente político que mantiene una mentalidad propia de la democracia representativa asume que al ciudadano le basta con elegir a sus autoridades con cierta periodicidad, que a la hora de las definiciones siguen siendo suficientes como referencias que los partidos se definan como de izquierda, centro o derecha y que en definitiva la gente tiene su tiempo ocupado con los trabajos que le permiten su subsistencia como para, además, organizarse para la manifestación de sus opiniones sobre asuntos determinados cuando estos no son satisfactoriamente resueltos por las personas que eligió como sus representantes.






En teoría sigue siendo así, pero la aparición de las tecnologías de la información permite ahora que la gente se comunique entre sí con muchísima mayor velocidad, que compruebe con la misma rapidez que su opinión no es tan aislada como suponía y que el esfuerzo por organizar una manifestación pública de todos los que comparten esa opinión es mucho más sencillo que antaño.






En esas condiciones, los representantes tienen que hacer un esfuerzo mucho más serio por demostrar que siguen siendo necesarios, y mientras no lo hagan simplemente están apurando el paso de la democracia representativa a una democracia directa que, de todos modos, está por definirse.

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Sunday, May 22, 2011

LOS INDIGNADOS



Sin que hubiera un acuerdo previo ni una planificación, en distintas plazas del mundo mareas de ciudadanos descontentos con la situación en sus respectivos países han salido a manifestar su queja, sin promover ni cuestionar a un sector político determinado sino al conjunto de un sistema político y económico que no es capaz de responder a las necesidades y esperanzas básicas de las personas.






Este es un fenómeno relativamente nuevo y aún está por verse hacia donde encaminará sus pasos, pero ya es atractivo para la gente interesada en la política que las manifestaciones de las personas pidiendo democracia se produzcan tanto en las naciones árabes como ahora, en estos días, en España; del mismo modo que ocurrió años atrás en Argentina, bajo el lema "que se vayan todos", en alusión a una clase política que había sumido al país en una de sus peores crisis financieras.






Hasta donde se sabe, no se piden medidas concretas ni se critica a un grupo partidista en particular, sino que sólo se demanda más democracia y un sistema económico más justo, y eso tiene ya una traducción a los hechos que pasa posiblemente por las ideologías de quien haga la interpretación. Tampoco se organizan a través de los canales partidistas habituales, sino directamente por medio de las redes sociales y dejando absolutamente de lado a los partidos que se han visto sorprendidos por estas expresiones de descontento, espontáneas en su origen.






Por otra parte, hay quienes descalifican estas manifestaciones de insatisfacción popular como síntomas de anarquía, como modas vacías en incluso como muestras de esnobismo, pero sin duda el alcance que han tenido estos movimientos, siendo que por lo general no hay liderazgos visibles sino solo una autoconvocatoria gestionada a través de las redes sociales, confirma por lo menos que responden a una inquietud real en esas sociedades.






También es interesante constatar que las demandas de estas manifestaciones no responden a aspectos puntuales del ordenamiento político y económico de esas sociedades ni exclusivamente a asuntos vinculados con la calidad de vida, sino que apuntan a las condiciones generales que determinan que existan condiciones de injusticia y desequilibrio, siendo que aparentemente se trata de naciones en las que existe democracia y un modelo económico moderno.






Como se trata de un movimiento relativamente nuevo, se ignora cómo se produce el siguiente paso, es decir el momento en el que se han aceptado los cambios exigidos y -se supone- que se responde a las críticas. En el caso de Argentina, con el "que se vayan todos" cayó el gobierno de ese momento, pero al poco tiempo volvieron al poder otros rostros de esa misma clase política que provocó el descontento popular. Si se trata solo de denunciar sin propuestas concretas ni tener una organización capaz de asumir el gobierno, estos movimientos parecen ser poco relevantes, pero aún es pronto para poder responder a este asunto.

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Sunday, May 15, 2011

DEMOCRACIA PROTEGIDA



Distintos hechos ocurridos en los últimos días demuestran las debilidades de nuestro sistema democrático, así como la falta de atención a la necesidad de avanzar en su perfeccionamiento antes de que la confianza de la ciudadanía en la estructura política llegue a un punto en el que comiencen a considerarse la validez de otras formas de organizar la sociedad.

Por ejemplo, cuando se aprueba un proyecto como el de HidroAysén, con una fuerte oposición ciudadana, se hace necesario determinar el ámbito de materias en los que prevalece la soberanía popular y aquellos en los que es posible reservar la decisión a la autoridad electa, aunque esta haya sido elegida a partir de la promesa de actuar en determinada dirección.

Del mismo modo, cuando se produce una movilización estudiantil pidiendo el diálogo con la autoridad para determinar reformas al sistema de educación superior y el Ministro responde que tiene que seguir la opinión de los que no se han expresado, nuevamente se llega a un área en la que no resulta clara la posibilidad de que la ciudadanía sea la que, por mayoría, determine las acciones a seguir.

Se argumenta al respecto que no se pueden plebiscitar todos los asuntos controvertidos, pero sucede precisamente lo contrario: Cada cuatro años la gente concurre a las urnas para optar entre alternativas que no parecen diferenciarse en los asuntos substanciales, y entre una y otra elección no hay posibilidades de que las personas, titulares de la soberanía popular, expresen su opinión. Es como si el derecho a la expresión y la opinión quedara suspendido.

En Chile tenemos lo que se conoce como un sistema democrático representativo, pero este no exime de la posibilidad de plebiscitar los asuntos en los que hay un evidente desacuerdo entre el Gobierno y los gobernados, siendo que son los gobernados los que tienen la atribución de designar a las autoridades, sin que estas se puedan arrogar el derecho de negarle al pueblo el derecho a manifestar su voluntad en cada momento.

Con el desarrollo de la tecnología, es perfectamente factible que se consulte con cierta regularidad a las personas sobre los asuntos de interés público que sean controvertidos. Acabamos de ver que en Haití se demoraron ¡meses! en decidir quién había ganado las elecciones. En Chile se sabe el mismo día, incluso antes de que se haga de noche.

Otro aspecto que no se condice con la modernidad reside en las restricciones al derecho de reunión. No tiene argumento valedero que las intendencias, que son autoridades políticas, deban autorizar las movilizaciones sociales. Se puede aceptar que coordinen con los organizadores las medidas para el orden público, pero no que depende de estas la autorización para ejercer derechos consagrados por la Constitución.

Es curioso que se restrinja la participación de las personas en política y, al mismo tiempo, se manifiesta inquietud por la escasa identificación de la gente con las instituciones y los liderazgos políticos, cuando son estos los que deberían acercarse a la gente para representar sus intereses. Eso es la esencia de la democracia representativa, pero lo que se hace recuerda el intento de la dictadura de establecer una democracia “protegida”, ignorándose el hecho que la libertad de expresión y la participación ciudadana son pilares de un sistema político auténticamente democrático.

Mientras la democracia no reconozca que hay aspectos que tienen que ser mejorados, incluyendo por supuesto que la gente tenga alternativas realmente distintas para elegir, se corre el riesgo de que un número creciente de personas comience a desconfiar de la democracia como sistema de gobierno y ya se sabe qué ocurre cuando se llega a esa situación.

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Sunday, May 08, 2011

LA FORMA Y EL FONDO



Como si fuera un ciego que se estrella una y otra vez contra la pared, la clase política parece entender que la estridencia es la única forma de responder a la falta de confianza en la ciudadanía en la actividad política y contribuyen de esa manera, confundiendo forma y fondo, a ensanchar el abismo que entre el Gobierno y los partidos, por un lado, de la gente por la otra parte.

El Gobierno acusa a la oposición de no dar su apoyo a sus iniciativas con impacto social, y la Concertación ataca al oficialismo afirmando que esas iniciativas no son eficientes para los fines que se proponen y contienen disposiciones que favorecen solamente a los más pudientes. Es un diálogo de sordos que parece divertir mucho a los dirigentes políticos pero que ya resulta incomprensible para la gente.

Esto parece deberse a una falta de comprensión respecto a nuestro sistema político, que siendo en apariencias completamente democrático por resolverse las autoridades a través de elecciones, carece de condiciones para ser calificado como satisfactorio cuando se analiza el fondo de la situación. En efecto, entre la Alianza y la Concertación se las han arreglado para mantener un sistema que les favorece por no permitir una real competencia de ideas y movimientos ciudadanos. Los requisitos para llegar al poder son excesivos y rígidos lo que hace inviable que cualquier persona con una genuina vocación de servicio público y con ideas alternativas pueda tener la oportunidad real de ponerlas en práctica.

El sistema actual tampoco da representación a las fuerzas minoritarias y es desequilibrado en la presencia de las regiones, y para los que pueden hacerlo y cometen delitos o errores no hay sanciones acordes a la magnitud de sus yerros, todo lo cual confluye en el desinterés por actuar en política.

Lo grave es que el sistema político puede ser completamente adecuado para las exigencias del siglo pasado, pero en esta época, en la que la gente puede expresar su opinión de manera inmediata y recibe información también con la misma inmediatez, exige que las autoridades que las representen tomen en cuenta el sentir de la ciudadanía, y al no hacerlo porque, en el fondo, tienen sus propias posiciones, producen una sensación de desilusión que lleva a aspirar a una representación más fidedigna.

Tampoco se reconoce la urgencia de dar una solución a esta demanda insatisfecha y mientras se siga prefiriendo la guerrilla, pensando tal vez que el show pueda recuperar el interés de la gente por la política, la crisis inminente se seguirá profundizando haciendo cada vez más inminente que la pretensión de lograr el equilibrio entre forma y fondo puede resultar inútil en algunos aspectos de la vida en sociedad.

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