Politica e Ideas

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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Monday, February 23, 2009

CHILE ES UN FESTIVAL


La condición de hito veraniego del Festival de Viña no es discutida por nadie, pero resulta interesante anotar la evolución que ha tenido este evento en sus ahora cincuenta años de existencia, que van a la par y reflejan en cierta forma los cambios que ha vivido la propia sociedad.

En sus inicios, se encontraba lejos de la masividad actual. Las primeras ediciones fueron transmitidas sólo por radio y luego por una televisión en blanco y negro que, sin la espectacularidad del color, ya presagiaba el impacto medial de un encuentro musical sin más pretensiones que atraer turistas y cerrar en cierta forma el período vacacional de cada año.

Pero también ha habido un proceso de transformaciones desde el punto de vista político. De la asepsia inicial, tan inocua como la Nueva Ola de los ‘60s, se pasó por un período politizado en que pasaron por el mismo escenario Quilapayún y Los Huasos Quincheros, aunque en días distintos para evitar la mezcla de los públicos. Tras ese período, es bien sabido, se impuso un largo período en el que las expresiones políticas estuvieron ausentes, salvo chispazos ocasionales, como algún chiste de humoristas valientes, un José Luis Rodríguez pidiendo “escuchar la voz del pueblo” o una peruana descalificada de la competencia por una canción con muchas palabras “No” el mismo año del plebiscito.

Tras la reinstauración de la democracia, como era lógico, los organizadores se dieron algunos gustos, incluyendo en el show a artistas que habían estado vetados durante 17 años, pero eso ya también paso y lo que hoy se vive es el pluralismo. En la misma jornada inaugural Serrat y La Noche; Juanes, Ubiergo y KC a la segunda noche; rock, baladas, salsa y reggaeton en los demás días. Esto no es sólo eclecticismo musical o estrategia de marketing, sino que es respeto por las distintas sensibilidades de la sociedad.

Por otra parte, hay que resaltar que, a diferencia de las épocas de ideologización o de exclusión, hoy en día la sociedad chilena acepta todas estas muestras artísticas, con mayor o menor valor en lo estrictamente musical, pero idéntica legitimidad ante el público, y se acepta la convivencia de estilos de una manera que antes no se producía.

Este sólo argumento basta para reconocer la importancia del Festival de Viña o de cualquier otro evento que pudiera ser considerado farandulero por personas solemnemente serias, y a la validez que da la convivencia se agrega la capacidad de este tipo de encuentros de ir educando a la gente en el valor de la tolerancia.

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Monday, February 16, 2009

BOCHORNOS Y FESTIVALES


La reciente incursión de la Presidenta Michelle Bachelet a tierras cubanas ha seguido generando reacciones y más reacciones, a propósito de la evaluación sobre la visita, que ha sido calificada tanto de bochornosa, desde el punto de vista de su utilidad para los intereses nacionales como de excusa para criticar al Gobierno cuando se carece de legitimidad moral para hacer cuestionamientos.

Es posible entender que la virulencia de este debate obedezca a las pasiones, favorables y contrarias, que despierta Fidel Castro o al hecho de que nuestro país se apronta a iniciar una lucha electoral que se anticipa como estrecha.

Si se revisan en los foros las posiciones de unos y otros, escasean las apreciaciones objetivas sobre el estado de las relaciones entre Chile y Cuba y abundan los prejuicios, del mismo modo que si se trata de la calificación de democracia o dictadura de un gobierno determinado o del respeto a los derechos humanos en un país o una época determinados, pero eso no tiene relación alguna con la visita a Cuba, que es poco más que una excusa para debatir asuntos internos que no han sido nunca despejados, en un verano que, además, ha estado escaso de noticias políticas.

Los críticos y defensores parecen olvidar que la conducción de las relaciones exteriores del país es de responsabilidad exclusiva del Primer Mandatario, por lo que este tipo de debates generan más bochorno al público que a cualquiera de las partes en la controversia y deben resultarles pintorescos a los observadores imparciales.

De todos modos, es razonable esperar que las críticas a la gestión internacional de la Presidenta se diluyan a partir de los próximos días, en la medida que se acerque el Festival de Viña del Mar y se borren las imágenes de la Primera Mandataria saliendo de una ceremonia con un trotecito para ir a reunirse con Fidel Castro.

Hay dos personas que están especialmente interesados en que comience el Festival de Viña, para que las candidatas a reina y los romances veraniegos desplacen de las portadas a los políticos que se quedaron cumpliendo turno durante las vacaciones, para dar paso luego al retorno de marzo

Uno es el canciller Alejandro Foxley, quien ha guardado un discreto silencio, atrapado entre su lealtad con el Gobierno que quiso organizar la visita a Cuba incluso sin el entusiasmo del Ministro y su pertenencia a un partido político -la DC- que siendo parte de la Concertación ha actuado en esta materia con más cercanía a la UDI que a sus socios de pacto.

El otro que espera con ansias marzo es el Presidente de la DC Juan Carlos Latorre, al que sus propios militantes le están cuestionando que suscriba con una mano un pacto electoral con el Partido Comunista, mientras con la otra mano apunta acusadoramente al Gobierno de Cuba, ejemplo para todos los comunistas a los que se les pedirá en diciembre que voten por los candidatos de la Concertación.

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Monday, February 09, 2009

CUBA ES UN ESPEJO


La presencia de la Presidenta Michelle Bachelet en Cuba ha dado para todo tipo de polémicas, interesadamente infladas por la prensa con el fin de explotar las aparentes divisiones que la figura de Fidel Castro provoca entres los chilenos, lo que resulta especialmente curioso porque, en estos días, Cuba y Castro tienen cada vez menos relevancia en el mundo.

Si bien es cierto que Fidel pudo hacer una revolución bajo las narices de Estados Unidos, la verdad es que desde la disolución de la Unión Soviética, su gravitación en la política internacional es mínima y resulta evidente que sólo se sostiene por su carisma.

Desde el punto de vista del intercambio comercial, también la importancia de Cuba es mínima para los intereses nacionales, independientemente de los buenos negocios que algunos empresarios puedan hacer en la isla y que, curiosamente, pertenecen a todas las corrientes políticas.

La gracia de Cuba, lo que hace que la visita de la Presidenta sea polémica, es que Cuba sirve como un espejo de la propia realidad nacional. Quienes se ufanan de su vocación democrática quedan expuestos en la fragilidad de sus argumentos cuando se trata de analizar la situación de los derechos humanos, y quienes son criticados por su falta de compromiso democrático evidencian también su intolerancia frente a otras formas de gobierno.

Quienes defienden el capitalismo neoliberal a ultranza tienen a Cuba para mostrar que, a pesar de todo, la salud y la educación pueden funcionar bien con otros modelos y quienes defienden las economías centralizadas y planificadas no logran explicar las insuficiencias y falta de libertades de la economía cubana.

Visto desde el punto de vista del derecho a la autonomía de los pueblos, es claro que Cuba no encaja dentro de lo que se entiende como la democracia occidental, pero quién tiene la atribución de determinar qué es democrático. El propio Pinochet afirmaba que la suya era una “democracia protegida”.

Cualquier posición contrastada con Cuba presenta rasgos que no se perciben en la mirada exclusivamente nacional, y posiblemente por eso Fidel Castro despierta tantas pasiones que, a la luz de la racionalidad, no tendrían explicación.

Si la visión de las cosas depende del cristal con el que se mira, resulta claro que en el caso de Cuba, los colores de los cristales son más intensos que con otros países, pero eso no es culpa de Cuba sino de los observadores y de quienes les interesa mirar a la isla para lograr apoyos a sus respectivas miradas y negárselos a sus adversarios.

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Monday, February 02, 2009

¿IGUALDAD EN LAS VACACIONES?


Es perfectamente aceptable que en las vacaciones algunos puedan ir de viaje al extranjero mientras otros tengan que conformarse con mojarse los pies en una pileta pública, pero lo que no parece aceptable es que algunos sean protegidos de manera especial en su lugar de descanso por las Fuerzas Armadas y de Orden mientras otros ven restringidos sus derechos constitucionales para asegurar la comodidad de los primeros.

Eso es lo que está ocurriendo en el Lago Caburgua, de acuerdo a las informaciones de prensa que señalan que la cabaña en la que descansa la Presidenta Bachelet ha sido motivo de un amplio operativo de seguridad a cargo de Carabineros, Investigaciones y hasta la Armada, con el solo fin de que ningún otro veraneante o curioso la moleste.

Nadie cuestiona el derecho de la Presidenta a descansar ni a que aspire a que no se la moleste, pero eso no se puede hacer a costa de los derechos de otros. Si quiere privacidad, lo lógico es que vaya donde la pueda encontrar, pero si quiere mantener su tradicional lugar de descanso por más de diez años debe comprender que no puede imponer condiciones que afecten a otros.

De acuerdo a las informaciones, los barcos no pueden acercarse al sector de El Llolle, donde se encuentra la cabaña de Michelle Bachelet, pero además el perímetro de vigilancia sería más amplio que este sector e incluye efectivos del GOPE ocultos en el bosque que ya protege la casa de descanso y patrullajes de la Armada en el lago. Como contrapartida, los lancheros de Caburgua han instaurado paseos para los turistas por los que cobrarían hasta 80 mil pesos, con la condición de que el viaje se puede hacer hasta donde la Armada lo permita.

Llaman la atención estas restricciones cuando han sido los propios gobiernos de la Concertación los que han impulsado el libre acceso de todas las personas a todas las playas del país, salvo, claro está, cuando se trata de una cabaña específica del lago Caburgua. ¿Qué ocurriría si otro veraneante famoso de este balneario, el candidato Sebastián Piñera, quisiera llegar navegando de visita a la casa de la Presidenta? ¿Se haría una excepción o se le cerraría el paso?

No está de sobra recordar que los estados de excepción, que tanto criticó la Concertación cuando fueron aplicados por el régimen militar, comienzan por restringir los derechos constitucionales al desplazamiento de las personas por todo el territorio nacional. Lo que se hace en Caburgua iría contra la Constitución que la Presidenta juró respetar y resguardar al asumir, a menos que se dicte estado de emergencia. ¿Qué ocurriría si algún vecino de Caburgua interpone un recurso de amparo por la violación de sus derechos constitucionales?

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