CHILE LINDO
Había una vez un país hermoso que, según la leyenda infantil, fue el depósito de todo lo que le sobró a Dios en la creación del mundo. Así, Chile tiene desiertos y hielos, mar y cordillera, aire puro y ríos abundantes. Al acercarse un nuevo aniversario nacional, es conveniente recordar que un país no sólo puede estar satisfecho por la belleza de sus paisajes sino que, especialmente, necesita que su gente sea feliz.
Así como el Padre Alberto Hurtado preguntaba en 1941 “¿Es Chile un país católico?” sería útil preguntar hoy si nuestro país es el “Chile Lindo”, como señala la canción que muchos cantarán en estas Fiestas Patrias.
En lo personal, recuerdo un país con una clase media pujante y un grupo importante de pobres que, dentro de todo, no se encontraban en la miseria; abundancia de sueños y de recursos naturales; y el reconocimiento de las personas por sus capacidades y no por sus posesiones. Era un país en el que la inteligencia era valorada, respetada y estimulada; y la austeridad era una conducta generalizada y aplaudida.
Recuerdo también que las ciudades eran amables. No había que recorrer horas para llegar donde se quisiera y ricos y pobres convivían sin problemas, era una sociedad integrada en la que la solidaridad fluía de forma natural.
Es posible que el recuerdo esté filtrado por mi visión, pero creo que aunque los índices macroeconómicos digan lo contrario mi país no es más feliz de lo que era antes y que ahora los que no pueden subirse al carro del éxito económico simplemente sobran y se convierten en una parte molesta de las estadísticas.
Pareciera también que ahora no hay dos Chiles, como se suele decir sino más divisiones incluso, si ello es posible: El Chile próspero, el Chile pobre, el Chile que se encuentra en la más extrema de las miserias, el Chile de los marginados de la sociedad, el Chile de los extranjeros, y quizás cuántos Chiles más. Todos ellos quieren celebrar el aniversario del país sintiéndose parte de la Nación.
Cuando se canonizó al Padre Alberto Hurtado, el ex-Presidente Patricio Aylwin dijo algo que sigue teniendo vigencia: “si el Padre Hurtado se apareciera hoy entre nosotros, repetiría con igual vigor, tal vez con más, sus palabras llamando a los chilenos al amor y a la justicia”.
En los últimos años el país ha progresado, pero sin privilegiar el amor y la justicia, y ello ha significado que dentro del hermoso paisaje que mostramos en las postales las personas no aparezcan más que como objetos folclóricos casi equivalentes a las vacas o a la nieve.
Así como el Padre Alberto Hurtado preguntaba en 1941 “¿Es Chile un país católico?” sería útil preguntar hoy si nuestro país es el “Chile Lindo”, como señala la canción que muchos cantarán en estas Fiestas Patrias.
En lo personal, recuerdo un país con una clase media pujante y un grupo importante de pobres que, dentro de todo, no se encontraban en la miseria; abundancia de sueños y de recursos naturales; y el reconocimiento de las personas por sus capacidades y no por sus posesiones. Era un país en el que la inteligencia era valorada, respetada y estimulada; y la austeridad era una conducta generalizada y aplaudida.
Recuerdo también que las ciudades eran amables. No había que recorrer horas para llegar donde se quisiera y ricos y pobres convivían sin problemas, era una sociedad integrada en la que la solidaridad fluía de forma natural.
Es posible que el recuerdo esté filtrado por mi visión, pero creo que aunque los índices macroeconómicos digan lo contrario mi país no es más feliz de lo que era antes y que ahora los que no pueden subirse al carro del éxito económico simplemente sobran y se convierten en una parte molesta de las estadísticas.
Pareciera también que ahora no hay dos Chiles, como se suele decir sino más divisiones incluso, si ello es posible: El Chile próspero, el Chile pobre, el Chile que se encuentra en la más extrema de las miserias, el Chile de los marginados de la sociedad, el Chile de los extranjeros, y quizás cuántos Chiles más. Todos ellos quieren celebrar el aniversario del país sintiéndose parte de la Nación.
Cuando se canonizó al Padre Alberto Hurtado, el ex-Presidente Patricio Aylwin dijo algo que sigue teniendo vigencia: “si el Padre Hurtado se apareciera hoy entre nosotros, repetiría con igual vigor, tal vez con más, sus palabras llamando a los chilenos al amor y a la justicia”.
En los últimos años el país ha progresado, pero sin privilegiar el amor y la justicia, y ello ha significado que dentro del hermoso paisaje que mostramos en las postales las personas no aparezcan más que como objetos folclóricos casi equivalentes a las vacas o a la nieve.