EL AÑO EN EL QUE VIVIREMOS EN PELIGRO
No se necesitan las predicciones de los mayas para poder anticipar que el 2012 será un año complicado, en Chile y el mundo. Basta simplemente con comprender que las cosas que ocurren son parte de procesos de larga extensión para que todo indique que, a partir de lo que sucede en estos días, los mismos procesos ya existentes parecen ir encaminados al terreno de las dificultades.
En lo político, tenemos en gran parte de los países gobiernos que no están siendo capaces de comprender las dinámicas sociales y creen que la gente acatará las órdenes de “apretarse el cinturón” bajo el argumento del mal menor y que aceptará que sus expectativas no podrán ser satisfechas en un “por ahora” que tiende a hacerse indefinido en el tiempo. Eso no es realista, sencillamente.
Este estado de tensión implica necesariamente que las personas expresarán su malestar y que, en la medida, que sus protestas no sean atendidas con el respeto y la urgencia que merecen, estas acciones se podrán conducir tanto dentro como fuera de los cauces de la institucionalidad democrática.
En Chile ya sabemos por lo menos que los estudiantes continuarán con sus movilizaciones y que, en la medida que ellos salgan a la calle, otros grupos se animarán a hacer lo mismo. Suponer que la interrupción creada por las vacaciones será permanente es ilusorio. Hay demasiados resquemores y desconfianzas acumuladas, y lo mismo sucede en el ámbito laboral, previsional, la salud, la vivienda y todos los aspectos en los que el sistema económico no ha ofrecido soluciones acordes a la dignidad de las personas.
La posibilidad de que el sistema político pueda dar salidas civilizadas a los conflictos es algo que ha venido siendo puesto en duda desde que se comenzó a cuestionar el modelo de la democracia representativa, y aunque en Chile se ha dado por fin un gran paso hacia el perfeccionamiento de la democracia con el establecimiento de la inscripción automática en los registros electorales y el voto voluntario, existen serias dudas respecto de que aún se esté a tiempo para que esta medida tenga efectos positivos en la participación política de la ciudadanía.
Si en lugar de concretarse una mayor concurrencia a las urnas, si los partidos y los independientes no son capaces de satisfacer la demanda popular por dirigentes acordes a las necesidades, el nuevo sistema electoral sólo dejará en evidencia la magnitud de la crisis y la falta de respaldo político a las nuevas autoridades para proponer nuevas alternativas.
Pero no todo es tan malo porque aún queda lo importante, lo que le da vida al planeta: Los seres humanos. Por último, queda eso de que las crisis son oportunidades de crecimiento.
En lo político, tenemos en gran parte de los países gobiernos que no están siendo capaces de comprender las dinámicas sociales y creen que la gente acatará las órdenes de “apretarse el cinturón” bajo el argumento del mal menor y que aceptará que sus expectativas no podrán ser satisfechas en un “por ahora” que tiende a hacerse indefinido en el tiempo. Eso no es realista, sencillamente.
Este estado de tensión implica necesariamente que las personas expresarán su malestar y que, en la medida, que sus protestas no sean atendidas con el respeto y la urgencia que merecen, estas acciones se podrán conducir tanto dentro como fuera de los cauces de la institucionalidad democrática.
En Chile ya sabemos por lo menos que los estudiantes continuarán con sus movilizaciones y que, en la medida que ellos salgan a la calle, otros grupos se animarán a hacer lo mismo. Suponer que la interrupción creada por las vacaciones será permanente es ilusorio. Hay demasiados resquemores y desconfianzas acumuladas, y lo mismo sucede en el ámbito laboral, previsional, la salud, la vivienda y todos los aspectos en los que el sistema económico no ha ofrecido soluciones acordes a la dignidad de las personas.
La posibilidad de que el sistema político pueda dar salidas civilizadas a los conflictos es algo que ha venido siendo puesto en duda desde que se comenzó a cuestionar el modelo de la democracia representativa, y aunque en Chile se ha dado por fin un gran paso hacia el perfeccionamiento de la democracia con el establecimiento de la inscripción automática en los registros electorales y el voto voluntario, existen serias dudas respecto de que aún se esté a tiempo para que esta medida tenga efectos positivos en la participación política de la ciudadanía.
Si en lugar de concretarse una mayor concurrencia a las urnas, si los partidos y los independientes no son capaces de satisfacer la demanda popular por dirigentes acordes a las necesidades, el nuevo sistema electoral sólo dejará en evidencia la magnitud de la crisis y la falta de respaldo político a las nuevas autoridades para proponer nuevas alternativas.
Pero no todo es tan malo porque aún queda lo importante, lo que le da vida al planeta: Los seres humanos. Por último, queda eso de que las crisis son oportunidades de crecimiento.
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