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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, October 09, 2011

EL SOBERANO

La concepción de la democracia considera como uno de sus principios básicos (y más olvidados al mismo tiempo) que el pueblo es el soberano. Esto significa que es el conjunto de las personas que integran la sociedad el que decide a quién le delega la tarea de gobernar, pero sigue siendo al mismo tiempo ese grupo humano el que mantiene el derecho de tomar las decisiones importantes.

El poder se delega pero no se renuncia a este, es una especie de contrato a plazo fijo y el gobernante no debe actuar sin tomar en cuenta la voluntad mayoritaria de la ciudadanía.

Desde que se abolió la monarquía, la gente encarna al soberano y ningún Presidente ni otra autoridad puede actuar como rey porque el poder es del pueblo y este tiene el derecho de revocar el contrato si considera que no se han cumplido las condiciones especificadas. Las elecciones periódicas son una forma de renovar o asignar el mandato a otro, y sólo en circunstancias extremas se llega al punto en el que el contrato tenga que ser revocado antes de la fecha estipulada en el acuerdo inicial.

La lógica indica que, cuando se producen controversias en la comunidad, es el pueblo -el soberano- el que debe zanjarlas. Ese es el sentido del plebiscito. En los sistemas parlamentarios, existe el mecanismo adicional de la disolución del Parlamento, pero cuando el sistema político niega al soberano la expresión de su voluntad se producen dos situaciones.

Por un lado, se debilita la democracia, ya que la flexibilidad indispensable para garantizar su eficiencia se ve coartada y se genera un daño al conjunto de la sociedad.

Pero, por el otro lado, se genera una situación en la que el pueblo como titular de la soberanía tiene que agregar a su derecho para resolver las controversias, el deber de tomar las medidas que hagan efectiva la vigencia de ese derecho. Esa es exactamente la posición en la que se encuentra Chile en estos momentos, cuando el Gobierno y los dirigentes estudiantiles no han podido alcanzar un acuerdo que solucione el conflicto existente, así como tampoco los partidos políticos y los parlamentarios han tenido la habilidad para destrabar este diálogo de sordos.

Las razones de ello son relevantes pero no urgentes. Lo importante en estos momentos es que se acepte como hechos que las negociaciones no han rendido frutos y que es ampliamente reconocido que el sistema educacional requiere reformas.

De ello surge la necesidad de que sea el soberano el que, sin esperar a ser convocado, intervenga en el asunto para establecer una solución. A pesar de las críticas y el ninguneo pertinente, la campaña del voto ciudadano desarrollada estos días es un ejemplo perfecto de cómo es la misma gente la que expresa su posición, pero si no es suficiente habrá que impulsar nuevas iniciativas similares para evitar la parálisis por la que atraviesa el país.