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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, October 16, 2011

¡PAREN EL MUNDO QUE ME QUIERO BAJAR! (A propósito de los Indignados)

Dentro de todas las consignas empleadas al fragor de los acontecimientos del mayor del ’68 en Paris, una de las que mejor ha sobrevivido a nuestros tiempos es aquella que pedía que se detuviera el mundo para poder bajarse de él, en una especie de renuncia a una sociedad que no sólo resultaba insatisfactoria sino que, sobre todo, se percibía como opresiva.


El origen de esta frase es confuso. Para los hispanoparlantes, la asociación con Mafalda es automática, aunque hay quienes que señalan que fue empleada con mucha antelación por comediantes norteamericanos como Groucho Marx y Mel Brooks, y los antecedentes más remotos apuntan a que habría surgido en el curso de una revuelta estudiantil en Venezuela, en 1928.

Sin entrar en vericuetos historiográficos, es incuestionable que mucha gente en todo el mundo se siente interpretada por esta expresión y eso tiene dos explicaciones: Por un lado, que efectivamente hay una aceleración en los cambios que se viven en todo el planeta que agobian a los individuos, porque sencillamente se sienten sobrepasados y sin capacidad de controlar su situación personal. No tienen seguridad laboral ni económica, creen que pueden ser víctimas en cualquier momento de la delincuencia, la enfermedad o los conflictos territoriales y nacionales, sin contar la paranoia desatada por los predicadores del Apocalipsis.

Otra explicación es que la creciente complejidad de la sociedad separa al individuo de las estructuras de poder hasta el punto en que se termina siendo como un simple engranaje, irrelevante y sustituible además, en una maquinaria cuyo funcionamiento y propósitos desconoce, lo que naturalmente afecta la confianza de las personas en sí mismas.

Como sea, una de las principales noticias de este 2011 es que las personas que tienen ese sentimiento graficado en el “Paren el mundo…” tienen ahora un nombre común: Son los indignados, y ha resultado que son muchos más de lo que se hubiera podido pensar, que se encuentran en todo el mundo y que da más o menos lo mismo el sistema político y económico en el que se insertan. Así quedó demostrado con las manifestaciones realizadas en todo el mundo, bajo la convocatoria de los Indignados españoles.

Confirmada su existencia, se podría decir que queda también confirmado el diagnóstico de que la sociedad no está siendo útil para los intereses de sus integrantes, por lo que queda planteada la siguiente cuestión: ¿Qué se puede hacer? Y eso significa ineludiblemente que los propios indignados tengan la capacidad de proponer nuevas formas de organización social, ya que es evidente que si el actual sistema es parte central problema, difícilmente será un aporte en la solución.