La construcción del mito
Originalmente
el mito se refiere a la narración transmitida por la vía oral acerca de las
proezas o desgracias de dioses u otro tipo de entidades cuya existencia no se
puede verificar pero que permiten explicar el origen de las cosas. A medida que una civilización cuenta con una
mayor cantidad de mitos, más compleja es su comprensión del mundo y más rica su
cultura. Los mitos hacen bien, entonces.
Sin
embargo, también es posible construir mitos en estos tiempos en los que la
transmisión oral de las historias ha sido reemplazada hace mucho por la
escritura y está reforzada además por los medios de comunicación y últimamente
por las redes sociales, ya por la vía escrita.
En
este caso, se requiere que la formación espontánea de la historia y la
asignación social de su relevancia -que es la que le permite al mito su
transmisión generación tras generación- sea sustituida por una “voz oficial”
que le dice a la comunidad en la que se quiere insertar el mito, que convence a
las personas de la necesidad de asignar al personaje o hecho un lugar especial
en la historia y adopta las medidas para que no se cuestionen sus afirmaciones.
Ya
sabemos que no hay muerto que no sea bueno, pero cuando se trata de promover un
mito, la prudencia que se observa al momento del fallecimiento de cualquiera
suele perder espacio frente a la exageración, que de todos modos se requiere
para reafirmar el mito.
El
personaje mitificado no cometió errores ni pecó, siempre quiso lo mejor para
todos y se le presenta como un modelo que todos deben seguir. Se borra de su currículo cualquier mancha y se
le saca lustre a sus méritos porque, si la historia no es perfecta, hay que
reescribirla.
El
problema es que, detrás de todos estos esfuerzos comunes a los nuevos mitos de
todo tipo -políticos, religiosos, culturales, etc.- no está el sincero
propósito de contribuir, como era en los mitos originales, a la formación de
una cosmovisión de las sociedades sino que se trata de imponer determinada
ideología y se carece de la espontaneidad que determinaba en la antigüedad
cuáles eran los mitos que se conservarían en el tiempo.
Cuando
los mitos son impuestos, su perduración es feble y depende, en definitiva, sólo
de la capacidad de sus promotores de seguir forzando la verdad a su amaño. El mito no permite el cuestionamiento y
cuestionar las verdades siempre ha sido el mejor camino para el progreso de las
comunidades. Sólo los años dirán cuáles
de los mitos modernos son los que sobrevivirán la prueba del tiempo.
1 Comments:
Totalmente de acuerdo; es más, el mito, hoy en día, es un factor (a mi juicio) retrógrado y peligroso, pues acentúa el poder cuasidivino de simples seres humanos y los cubre con una capa de protección que incluso los pone por encima de la ley y de la moral. Ya al mito no se le exige nada, todo se le perdona, y la objetividad necesaria para que la política no se convierta en la vía para el absolutismo se desvanece. Y en Latinoamérica estamos viendo demasiados casos así, líderes con pies de barros que el pueblo coloca sobre pedestales mientras sus políticas económicas y sociales son meras telas de araña que no representan ninguna solución real ni un cheque a fecha para el futuro...
Post a Comment
<< Home