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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, January 22, 2012

El Caso Pérez Concha

Andy Warhol lo dijo en su momento: “Todo el mundo será famoso durante quince minutos”. Lo que no se precisó en esa frase es que la fama podía estar más asociada a la infamia que a la gloria, y eso es precisamente lo que ha ilustrado lo ocurrido con Inés Pérez Concha, la residente de un barrio supuestamente elegante, cuyas declaraciones a Chilevisión sirvieron para condimentar la polémica sobre la discriminación entre las clases sociales en Chile.

Primero apareció una sola frase, según la cual Inés Pérez Concha parecía apoyar las normas vecinales discriminatorias contra las nanas. Luego, apareció el resto de la entrevista, cuyo tenor permitía interpretar lo contrario. Obviamente, como además de discriminadores los chilenos son morbosos, fue a partir de la primera versión que esta mujer se hizo famosa y sufrió hasta el acoso de cibernautas que se dieron la licencia de difundir información personal sin que ella pudiera defenderse. La segunda versión tuvo muchísima menos difusión. No era tan impactante como el extracto.

Como la versión ampliada y corregida fue difundida sin permiso del canal, se despidió al asistente que la filtró, por haber violado los términos de su contrato, aunque es evidente que la impresión que quedó es que se le exoneró por dejar en evidencia la falta de ética de la estación televisiva, por medio del acto de recoger la única frase que servía para exacerbar la polémica.

Este abuso de la imagen y el nombre de una persona es el mismo que sufren las personas sin conexiones cuando son acusadas de un delito, por ejemplo, y las cámaras de televisión los muestran a todo el país como autores incuestionables de ciertos hechos, sin esperar lo que dictamine la Justicia.

Cualquier persona habría demandado de inmediato al canal por lo ocurrido, pero ocurre que así como en Chile no existe la cláusula de conciencia que permite a los periodistas negarse a entregar una información cuando va contra sus convicciones, tampoco existen normas legales que protejan a las personas comunes y corrientes de los abusos de la prensa, sean o no intencionados.

Como país nos encontramos aún en una etapa infantil del desarrollo, en lo que se refiere a las libertades, derechos y deberes públicos y casos como este dejan en evidencia el desequilibrio de los distintos poderes coexistentes en la sociedad, dejando siempre a los individuos en el último lugar de las prioridades. Nuestro periodismo puede ser muy incisivo, pero no con los poderosos, sino con los débiles y urge tomar consciencia de esa situación para poder comenzar a revertirla, ya que mientras no contemos con un sistema informativo realmente pluralista, democrático, equitativo, transparente y volcado al servicio de la sociedad en la que se inserta, seguiremos siendo una nación subdesarrollada.

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