POLÍTICA, ECONOMÍA Y ÉTICA
La propuesta de establecer un salario ético es una nueva muestra de la inmadurez que caracteriza el debate nacional, porque todos están de acuerdo en que una familia no puede vivir en condiciones dignas con el nivel fijado para salario mínimo de 144 mil pesos, y sin embargo no se logra una solución al respecto y además no se reconoce que el fondo de la discusión no es el salario mínimo sino la verdadera colisión que se genera entre la política y la economía.
Cuando irrumpió el régimen militar y Sergio De Castro, con el respaldo de Pinochet, adoptó las tesis económicas de la Escuela de Chicago, se resolvió al mismo tiempo que la economía tendría preeminencia sobre la política, y ello ha permanecido sin variación desde entonces, a pesar del discurso social de la Concertación.
La economía tiene como propósito optimizar el uso de los recursos, y considera por lo tanto al ser humano como un insumo más en el proceso productivo. La política, en cambio, debe tener como objetivo el bien común, y desde esa perspectiva debe privilegiar la satisfacción de las personas, incluso en contra del racionalismo de la economía. Si el mercado señala, por ejemplo, una tarifa determinada para las cuentas de electricidad, el político puede asumir que miles de hogares no pueden pagar ese precio y determina la implementación de subsidios.
Lo mismo ocurre con el salario mínimo. El mercado naturalmente no hará nada por elevar los sueldos, en especial en un país como Chile en que el nivel de capacitación de los trabajadores no es alto, pero el gobernante sabe que requiere los votos de la mayoría para mantener el poder, y está obligado por lo tanto a mejorar las condiciones de vida de las personas.
Es preciso hacer constar además, para los propósitos de los discursos de cada sector, que la economía carece de ética por la simple razón de que no tiene relevancia en la producción y, por el contrario, puede representar costos que no traen ventajas aparejadas. Para el político, la ética tiene un claro valor electoral, pero cuando decide privilegiar la economía por sobre la política está renunciando al factor de la ética y se le moteja como un “tecnócrata”.
Por ello, cuando se habla tanto del salario ético sin que se tome una decisión, es legítimo sospechar que no hay una verdadera intención de cambiar este esquema en el que manda la regla económica sobre el realismo político.
Finalmente, hay que destacar que el empleo del término “salario ético” es un eufemismo similar al que se emplea para referirse a los vagabundos como personas “en situación de calle” o el más gracioso sinónimo de “evento” dado a los hoyos en las calles, y es un eufemismo porque lo que se debería decir es que se debe garantizar un salario decente, que es lo mismo que sostener que el actual salario mínimo es indecente.
Cuando irrumpió el régimen militar y Sergio De Castro, con el respaldo de Pinochet, adoptó las tesis económicas de la Escuela de Chicago, se resolvió al mismo tiempo que la economía tendría preeminencia sobre la política, y ello ha permanecido sin variación desde entonces, a pesar del discurso social de la Concertación.
La economía tiene como propósito optimizar el uso de los recursos, y considera por lo tanto al ser humano como un insumo más en el proceso productivo. La política, en cambio, debe tener como objetivo el bien común, y desde esa perspectiva debe privilegiar la satisfacción de las personas, incluso en contra del racionalismo de la economía. Si el mercado señala, por ejemplo, una tarifa determinada para las cuentas de electricidad, el político puede asumir que miles de hogares no pueden pagar ese precio y determina la implementación de subsidios.
Lo mismo ocurre con el salario mínimo. El mercado naturalmente no hará nada por elevar los sueldos, en especial en un país como Chile en que el nivel de capacitación de los trabajadores no es alto, pero el gobernante sabe que requiere los votos de la mayoría para mantener el poder, y está obligado por lo tanto a mejorar las condiciones de vida de las personas.
Es preciso hacer constar además, para los propósitos de los discursos de cada sector, que la economía carece de ética por la simple razón de que no tiene relevancia en la producción y, por el contrario, puede representar costos que no traen ventajas aparejadas. Para el político, la ética tiene un claro valor electoral, pero cuando decide privilegiar la economía por sobre la política está renunciando al factor de la ética y se le moteja como un “tecnócrata”.
Por ello, cuando se habla tanto del salario ético sin que se tome una decisión, es legítimo sospechar que no hay una verdadera intención de cambiar este esquema en el que manda la regla económica sobre el realismo político.
Finalmente, hay que destacar que el empleo del término “salario ético” es un eufemismo similar al que se emplea para referirse a los vagabundos como personas “en situación de calle” o el más gracioso sinónimo de “evento” dado a los hoyos en las calles, y es un eufemismo porque lo que se debería decir es que se debe garantizar un salario decente, que es lo mismo que sostener que el actual salario mínimo es indecente.
Labels: economía, ética, política, salario mínimo
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