LA POLÍTICA COMO ESPECTÁCULO
La forma en que se ha encarado la designación del gabinete ministerial del Presidente electo ha estado más marcada por la expectación creada en torno a los nombres que por su simbolismo político, lo que resulta llamativo considerando que es el primer paso para una coalición que debería aspirar a conservar el poder más allá de los siguientes cuatro años.
Pareciera que el afán de capturar el rating que tan buenos resultados le dio a la Derecha en la conquista del Gobierno, aún fuera un factor determinante al momento de comenzar a ejercer el poder y eso puede ser un error porque de lo que se trata ahora no es de capturar portadas con mujeres rubias o las destrezas deportivas del Presidente electo, sino de mostrar con hechos cuál es la diferencia entre un régimen liderado por la Derecha y el que sostuvo durante veinte años la Concertación.
Las comparaciones son inevitables y en eso, es justo decirlo, la Concertación tiene un capital que constituye una ventaja. El rol de Sebastián Piñera, entonces, será demostrar que fue una buena elección para la mayoría de los votantes que le allanaron el camino a La Moneda, que la Derecha ha aprendido a comprometerse con la democracia y la justicia social, que es eficiente en el ejercicio del poder y está libre -comparativamente con el pasado reciente- de los vicios de la corrupción y del aprovechamiento del poder.
Si no se comprende la magnitud del desafío, es difícil tomar las decisiones correctas. La Derecha ha estado alejada del poder democrático por más de medio siglo y si pretende seguir siendo competitiva tiene que demostrar las habilidades y la madurez política que no exhibió en el pasado, y no depender de que sus contendores ocasionales lo hagan tan mal que la ciudadanía esté dispuesta a darles la oportunidad de tener el Gobierno.
Lo que inicia Piñera no es sólo su Gobierno sino una etapa histórica en que una Derecha motejada como poco democrática, elitista, materialista y conservadora puede demostrar con hechos que no lo es; que el progresismo no es propiedad de la Izquierda; que el conservadurismo no es lo único que moviliza a ese sector y, sobre todo, que para la Derecha la política es un asunto serio y no un área más de la farándula.
Para ello, se requiere que desde sus primeros pasos Piñera entienda la magnitud y actué en consecuencia, sin repetir los mismos errores que criticó a la Concertación y que, en cierta forma, son inherentes al ejercicio del poder. La Concertación está iniciando su proceso de renovación, la Derecha tiene que demostrar que lo completó y que lo hizo exitosamente. Luego vendrá el momento en que tendrá que demostrar que es más competitiva que una Concertación que prometerá al electorado haber completado el círculo, pero para eso restan cuatro años.
Pareciera que el afán de capturar el rating que tan buenos resultados le dio a la Derecha en la conquista del Gobierno, aún fuera un factor determinante al momento de comenzar a ejercer el poder y eso puede ser un error porque de lo que se trata ahora no es de capturar portadas con mujeres rubias o las destrezas deportivas del Presidente electo, sino de mostrar con hechos cuál es la diferencia entre un régimen liderado por la Derecha y el que sostuvo durante veinte años la Concertación.
Las comparaciones son inevitables y en eso, es justo decirlo, la Concertación tiene un capital que constituye una ventaja. El rol de Sebastián Piñera, entonces, será demostrar que fue una buena elección para la mayoría de los votantes que le allanaron el camino a La Moneda, que la Derecha ha aprendido a comprometerse con la democracia y la justicia social, que es eficiente en el ejercicio del poder y está libre -comparativamente con el pasado reciente- de los vicios de la corrupción y del aprovechamiento del poder.
Si no se comprende la magnitud del desafío, es difícil tomar las decisiones correctas. La Derecha ha estado alejada del poder democrático por más de medio siglo y si pretende seguir siendo competitiva tiene que demostrar las habilidades y la madurez política que no exhibió en el pasado, y no depender de que sus contendores ocasionales lo hagan tan mal que la ciudadanía esté dispuesta a darles la oportunidad de tener el Gobierno.
Lo que inicia Piñera no es sólo su Gobierno sino una etapa histórica en que una Derecha motejada como poco democrática, elitista, materialista y conservadora puede demostrar con hechos que no lo es; que el progresismo no es propiedad de la Izquierda; que el conservadurismo no es lo único que moviliza a ese sector y, sobre todo, que para la Derecha la política es un asunto serio y no un área más de la farándula.
Para ello, se requiere que desde sus primeros pasos Piñera entienda la magnitud y actué en consecuencia, sin repetir los mismos errores que criticó a la Concertación y que, en cierta forma, son inherentes al ejercicio del poder. La Concertación está iniciando su proceso de renovación, la Derecha tiene que demostrar que lo completó y que lo hizo exitosamente. Luego vendrá el momento en que tendrá que demostrar que es más competitiva que una Concertación que prometerá al electorado haber completado el círculo, pero para eso restan cuatro años.
Labels: alianza, Concertación, gobierno, Sebastián Piñera
0 Comments:
Post a Comment
<< Home