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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, August 18, 2013

¿De quién es la pelota?

   
Si algo novedoso tiene la próxima elección presidencial y parlamentaria, es la irrupción de una fuerza independiente como no se ha visto desde el retorno a la democracia.  Exceptuando los casos del segundo gobierno de Carlos Ibáñez Del Campo y la presidencia de Jorge Alessandri, todos los presidentes han sido integrantes de partidos fuertemente institucionalizados y esta vez más de la mitad de los postulantes son independientes o pertenecen a colectividades que no forman parte del poder tradicional, y eso solo ya es novedoso.

   A ellos se agrega una cifra aún por conocer de candidatos a senadores y diputados ajenos a las dos principales coaliciones, lo que además de novedoso es una fuerte apuesta en un sistema político estructurado en torno a un modelo electoral binominal que favorece a los grandes pactos.

   Existen, por lo tanto, fuertes expectativas por lo que decidirá la ciudadanía respecto de estos nombres más o menos alternativos, así como una gran incógnita respecto de lo que será su desempeño electoral.

   Hablando en términos futbolísticos, la Concertación y la Alianza son los que se han repartido en el último cuarto de siglo el manejo de la pelota, y ahora aparecen nuevos jugadores tratando de arrebatarles el balón y declarando muy orgullosos que no quieren que les hagan pases sino dominar el juego.

   El problema de esta osadía es que, si no son capaces de hacer algún gol, ya que no sería justo pedirles que ganen el partido, lo más probable es que no quieran volver a jugar.  Para que exista la disposición a competir tiene que existir el incentivo de tener la oportunidad real de ganar, al menos de vez en cuando y hasta ahora los partidos tradicionales son los que se han quedado con la pelota, con las copas, los puntos y hasta han designado a los árbitros.

   Durante casi 25 años, la ciudadanía les ha dado la razón a los jugadores de siempre y ahora que aparecen otros competidores, precisamente invocando el tedio y la desilusión de esa misma ciudadanía tendrán que ser los votantes los que zanjen el asunto.


   No se trata -y esto es lo delicado- de resolver quién se queda con el partido, sino de aclarar con total precisión que la política es una actividad en la que puede ganar cualquiera, siempre que tenga los méritos para coronarse como campeón en cualquiera de los niveles de la competencia.   Si no ocurre así, se hace muy fuerte la tentación de no competir o de crearse otros espacios para hacerlo, como ocurre en los barrios cuando una liga es cerrada a nuevos clubes y estos optan por fundar su propia liga.

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