5 de octubre
Para todos los chilenos menores de unos 30 años significa ya poco la fecha del 5 de octubre de 1988, cuando la dictadura pinochetista fue derrotada en las urnas. Para ellos, la normalidad es haber vivido en un país regido por un sistema que, con todas sus imperfecciones, es democrático en lo esencial.
Ellos no saben que sus mayores vivieron por años sometidos a estados de excepción, con toque de queda y la obligación de portar en todo momento sus documentos de identidad porque en cualquier momento la autoridad policial podía decidir que uno era sospechoso de cualquier cosa.
No saben tampoco que hacer bromas como las que se hacen con toda libertad respecto a nuestros gobernantes era constitutivo de eventuales querellas judiciales y amenazas directas, sin contar con la eventualidad de arrestos que iban acompañados de maltratos, cuando no simplemente la muerte, sin que los tribunales siquiera se dignaran a revisar los recursos de protección que se pudieran presentar en favor de del detenido.
La normalidad para los menores de 30 años es otra cosa a la que significa para los mayores. Los jóvenes consideran que tienen una serie de derechos que antes eran un privilegio, y eso sin duda alguna es bueno.
El problema se produce cuando se trata de hacer la política dentro de un paradigma que ya gran parte de los chilenos no comparten ni consideran realista. Ya no son los demócratas contra un dictador, aunque para muchas familias aún persistan huellas de ese período oscuro, sino que se espera que los dirigentes políticos sean capaces de interpretar la realidad presente y no la pasada, por mucho que el presente se explique en el pasado.
Por ejemplo, que la Concertación siga pensando en el símbolo del arco iris como representación de la pluralidad de doctrinas que representa es algo que al chileno de 30 años no le dice nada, porque creció viendo que no había mayores diferencias entre los partidos e incluso que cuesta distinguir entre el pensamiento de un concertacionista y un aliancista.
Así las cosas, resulta improbable esperar que el esfuerzo que realizan los presidentes de los partidos de la Concertación para relanzar la coalición, en el marco del 28º aniversario del plebiscito, pueda tener algún resultado significativo, así como es esperable que la fecha del 5 de octubre de 1988 vaya perdiendo sentido con el tiempo, por mucho escándalo que ello provoque entre los que vivieron ese período y sentían que la política era jugarse la vida por una causa porque, simplemente, ya no es así.
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