CRISIS FINANCIERA Y ESTADO DE COMPROMISO
Con motivo de las sucesivas crisis financieras internacionales, algunos comentaristas y “expertos” en este tipo de temas han comenzado a plantear que estas dificultades son consecuencia de un supuesto fracaso del llamado Estado de Compromiso, es decir las políticas tendientes a que el Estado intervenga en una economía de mercado para proteger a los grupos más débiles frente a la competencia que supone este modelo.
Estas afirmaciones son similares a las que se hicieron con motivo de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, cuando se llegó a sostener que el derrumbe del socialismo significaba, de modo automático, el triunfo del capitalismo, sin conceder que entre una y otra cosa existen matices que no pueden ser ignorados olímpicamente por mucho interés que se tenga en presentar como un triunfo propio el fracaso ajeno.
Algo similar ocurre en estos últimos meses, desde la crisis financiera en Estados Unidos y ahora con la que cruza a Europa. El análisis simple es que la crisis obedece al hecho que el gasto es mayor que los ingresos y, por ende, hay que gastar menos. En este punto, en lugar de considerar el gasto en defensa o en las remuneraciones más alta, o en la posibilidad de perfeccionar el sistema tributario, los “expertos” deciden que el gasto social es desproporcionado y sugieren recortar sueldos, pensiones y otras formas de protección social.
Lo que olvidan estos especialistas es que el gasto social tiene su origen en dos circunstancias. Por un lado, que el sistema capitalista o de mercado no es perfecto y, por lo tanto, tiende a apartar a los grupos menos competitivos de la sociedad. La marginación de estos sectores no sólo implica una amenaza a la legitimidad política del capitalismo sino que, desde un punto de vista práctico, significa dañar la capacidad de compra de los consumidores.
En segundo término, esta idea de que el Estado se debe hacer cargo de los grupos menos competitivos de una sociedad orientada por el capitalismo no tiene sólo una dimensión ética sino que, por sobre todo, obedece a una estrategia política porque dejar a estos grupos en el desamparo puede servir como espacio para el desarrollo de las teorías y partidos socialistas.
El Estado de Compromiso no es redistribuir la riqueza porque sea justo o porque de esa forma se garantiza la posibilidad de seguir creando riqueza, sino también porque de esa manera se evita la competencia de otros sistemas políticos que prometen la justicia social que el capitalismo niega. Los “expertos”, que sólo ven las cifras, suelen olvidar que la historia no es estática.
Estas afirmaciones son similares a las que se hicieron con motivo de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, cuando se llegó a sostener que el derrumbe del socialismo significaba, de modo automático, el triunfo del capitalismo, sin conceder que entre una y otra cosa existen matices que no pueden ser ignorados olímpicamente por mucho interés que se tenga en presentar como un triunfo propio el fracaso ajeno.
Algo similar ocurre en estos últimos meses, desde la crisis financiera en Estados Unidos y ahora con la que cruza a Europa. El análisis simple es que la crisis obedece al hecho que el gasto es mayor que los ingresos y, por ende, hay que gastar menos. En este punto, en lugar de considerar el gasto en defensa o en las remuneraciones más alta, o en la posibilidad de perfeccionar el sistema tributario, los “expertos” deciden que el gasto social es desproporcionado y sugieren recortar sueldos, pensiones y otras formas de protección social.
Lo que olvidan estos especialistas es que el gasto social tiene su origen en dos circunstancias. Por un lado, que el sistema capitalista o de mercado no es perfecto y, por lo tanto, tiende a apartar a los grupos menos competitivos de la sociedad. La marginación de estos sectores no sólo implica una amenaza a la legitimidad política del capitalismo sino que, desde un punto de vista práctico, significa dañar la capacidad de compra de los consumidores.
En segundo término, esta idea de que el Estado se debe hacer cargo de los grupos menos competitivos de una sociedad orientada por el capitalismo no tiene sólo una dimensión ética sino que, por sobre todo, obedece a una estrategia política porque dejar a estos grupos en el desamparo puede servir como espacio para el desarrollo de las teorías y partidos socialistas.
El Estado de Compromiso no es redistribuir la riqueza porque sea justo o porque de esa forma se garantiza la posibilidad de seguir creando riqueza, sino también porque de esa manera se evita la competencia de otros sistemas políticos que prometen la justicia social que el capitalismo niega. Los “expertos”, que sólo ven las cifras, suelen olvidar que la historia no es estática.
Labels: Andrés Rojo, capitalismo, crisis económica, economía, estado de compromiso, política, socialismo
3 Comments:
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