LOS BUENOS, LOS MALOS Y LOS FEOS
Dentro de la argumentación dada por Jorge Schaulsohn para explicar por qué a partir de algún momento se habría considerado como válido recurrir a fuentes fiscales de financiamiento para los partidos de la Concertación, el personero que arriesga la expulsión del partido que ayudó a fundar por sincero dijo que en el pacto gubernamental se consideraba necesario recurrir a esa forma de financiamiento porque los partidos de la Derecha tenían aportes económicos privados que podrían haber significado que alcanzaran el poder por la vía electoral, y como ellos eran los “malos” y la Concertación los “buenos” se justificaba usar esta forma de ayuda económica aparentemente legal pero evidentemente injustificada.
Lo que no dice Schaulsohn, pero que no es necesario explicitarlo porque la gente ya se ha dado cuenta, es que el hecho de haber recuperado la democracia, si bien fue necesario y se debe agradecer, no significa que la realidad se pueda definir para siempre en blanco y negro. La Concertación pudo haber iniciado sus períodos presidenciales con una superioridad moral, pero después de un tiempo su legitimidad deriva de su capacidad de gobernar en favor del bien común nacional y no de las glorias del pasado.
Desde una perspectiva opuesta, la Derecha puede haber tenido menor legitimidad política por haber apoyado el régimen militar, pero ese lastre no es eterno y sólo durará hasta que a la gente no le importe el pasado de cada cual, en especial cuando ha transcurrido el mismo tiempo en democracia que el que duró la dictadura.
Una vez retornada la normalidad, en términos de haberse superado esta dicotomía, será la capacidad de cada sector de convencer al electorado de su mayor habilidad para resolver las necesidades de los chilenos la que definirá los destinos de cada partido.
Parafraseando el título del western del director Sergio Leone de 1966 protagonizado por Clint Eastwood, los dirigentes de la Concertación serían los “buenos” y los de la Alianza los “malos”. Si así son las cosas, corresponde preguntarse ¿quiénes serían los “feos”?, y se asoma la sospecha de que feos son todos los que tratan de mantener congelada la realidad en su propio beneficio, del mismo modo que quienes tratan de hacer olvidar el pasado con idéntico propósito, así como quienes distorsionan la realidad para justificar los errores propios.
Los políticos tienden a olvidar que la realidad es dinámica, y que lo que fue necesario en un momento puede dejar de serlo al instante siguiente. Si la realidad no fuera un fenómeno vivo, no se produciría la progresión social e histórica. Si los “malos” no pueden pasar a ser “buenos” y viceversa, la política pierde sentido como medio para conquistar voluntades y tendría que ser reemplazada por la ley de la selva.
Lo que no dice Schaulsohn, pero que no es necesario explicitarlo porque la gente ya se ha dado cuenta, es que el hecho de haber recuperado la democracia, si bien fue necesario y se debe agradecer, no significa que la realidad se pueda definir para siempre en blanco y negro. La Concertación pudo haber iniciado sus períodos presidenciales con una superioridad moral, pero después de un tiempo su legitimidad deriva de su capacidad de gobernar en favor del bien común nacional y no de las glorias del pasado.
Desde una perspectiva opuesta, la Derecha puede haber tenido menor legitimidad política por haber apoyado el régimen militar, pero ese lastre no es eterno y sólo durará hasta que a la gente no le importe el pasado de cada cual, en especial cuando ha transcurrido el mismo tiempo en democracia que el que duró la dictadura.
Una vez retornada la normalidad, en términos de haberse superado esta dicotomía, será la capacidad de cada sector de convencer al electorado de su mayor habilidad para resolver las necesidades de los chilenos la que definirá los destinos de cada partido.
Parafraseando el título del western del director Sergio Leone de 1966 protagonizado por Clint Eastwood, los dirigentes de la Concertación serían los “buenos” y los de la Alianza los “malos”. Si así son las cosas, corresponde preguntarse ¿quiénes serían los “feos”?, y se asoma la sospecha de que feos son todos los que tratan de mantener congelada la realidad en su propio beneficio, del mismo modo que quienes tratan de hacer olvidar el pasado con idéntico propósito, así como quienes distorsionan la realidad para justificar los errores propios.
Los políticos tienden a olvidar que la realidad es dinámica, y que lo que fue necesario en un momento puede dejar de serlo al instante siguiente. Si la realidad no fuera un fenómeno vivo, no se produciría la progresión social e histórica. Si los “malos” no pueden pasar a ser “buenos” y viceversa, la política pierde sentido como medio para conquistar voluntades y tendría que ser reemplazada por la ley de la selva.
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