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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Wednesday, October 11, 2006

EL DERECHO A GOBERNAR

Un grupo mayoritario de parlamentarios de la Alianza por Chile formuló un ferviente llamado a la unidad de sus partidos, afirmando que esta vez sí que el esfuerzo debe llegar a buen puerto y reconociendo, al mismo tiempo, que su propósito es constituirse en una alternativa real de Gobierno.

Es legítimo. En política se está para conquistar el poder y no para otra cosa. Se puede esgrimir la vocación de servicio como razón, pero el poder es esencial para demostrar esa disposición.

El problema es determinar a quién le corresponde el derecho a gobernar. En democracia, este derecho le corresponde al que logre captar la mayoría de las adhesiones ciudadanas, y para eso tiene que demostrar su capacidad de liderar a la gente, es decir conducirla hacia lo que es apropiado para ella aunque no siempre sea una meta atractiva, y de representar a la gente, o sea reconocer lo que las personas desean y satisfacer sus necesidades.

Sin duda, ambas visiones parecen contrapuestas y obligan por lo tanto a un equilibrio. Este equilibrio se logra con hechos y no con declaraciones. Las palabras pueden reforzar los hechos, explicarlos, pero no los pueden reemplazar.

En este sentido, a la Alianza por Chile le falta corroborar con hechos su voluntad unitaria y reconocer que no podrán captar la adhesión de los independientes y del centro político si no se abren a auténticas prácticas democráticas, del mismo modo que la Concertación puede perder su mayoría si continúa quedando en deuda respecto a lo que ha prometido y no logra convencer a los votantes de las mayores bondades de su proyecto frente a lo que pueda ofrecer la Alianza.

Ambos bloques han fallado en despertar el entusiasmo ciudadano y en lograr la participación de las personas que, sin tener interés en la política partidista, sí tienen la vocación de aportar al desarrollo de su propia sociedad. Cuando la clase política no logra ejercer el liderazgo ni asumir la real representación del electorado, se llega a una etapa como la que se vive en Chile, caracterizada por una democracia formal pero hueca que va alejando a las personas del compromiso ciudadano.

Cuando no se gana con las armas correctas el derecho a gobernar, los votantes terminan apoyando al menos malo. No al que los convence ni entusiasma, sino al que le parece menos peligroso, y en eso sin duda la Concertación ha demostrado con cuatro gobiernos seguidos que ha tenido la capacidad de representar una normalidad carente de utopía pero al menos soportable, y eso sólo puede ser derrotado por los sueños que se han quedado atrapados entre los pliegues de lo políticamente correcto y posible y entre los traumas del pasado y los sentimientos de culpa por situaciones que no vivieron directamente la mitad de los electores del país.