EL CENTRO HA MUERTO, VIVA EL CENTRO
Siguiendo a la perfección el rol definido por el libreto dictado hace 30 años por Pinochet, la Derecha y la Izquierda han ido haciendo todo lo necesario para decretar la muerte política del Centro, aunque cada cual con estrategias distintas.
El espacio que ocuparon sucesivamente el Partido Radical y tiempo después el Demócrata Cristiano ha ido perdiendo sentido en virtud del sistema electoral que, al establecer la segunda vuelta para la elección presidencial y el sistema binominal para las parlamentarias ha garantizado que el país cuente con gobiernos de mayoría pero, como consecuencia, obliga a los partidos a configurar solo dos pactos políticos, uno de Izquierda y otro de Derecha, en el que el único papel que tiene el Centro es prestar los votos necesarios para alcanzar la mayoría de los votos, pero sin la fuerza necesaria para ser una alternativa real en sí mismo.
De esta forma, el espacio que hoy ocupa la DC ha ido perdiendo sentido político, porque el objetivo de los partidos es, naturalmente, llegar al poder para implementar sus programas doctrinarios. Al verse obligada a pactar con uno u otro bando, el Centro, que en el caso chileno es la DC, arriesga la pérdida de su identidad cuando no tiene la fuerza para liderar cualquiera de estos bloques.
La Derecha, cargando con ciertos traumas, ha tratado de desplazarse hacia el Centro, y la Izquierda rehúye del Centro, pero en cada caso se trata sólo de captar más votación. Posiblemente, en este esquema político la Izquierda tiene una visión de más largo plazo porque en un sistema en que sólo hay dos alternativas, el caudal de votos que pueda aportar el Centro se va reduciendo, aunque en el presente momento obliga a los sectores de la DC que desconfían de sus actuales socios de la Concertación a emigrar hacia la Derecha.
De esta forma, el Centro como sector que pueda monopolizar el poder, como ocurrió con el Gobierno de Frei padre, o como principal partido de un pacto, con Aylwin y Frei hijo, es una fórmula que no se puede repetir, y difícilmente los demás partidos darán su venia para las reformas legales que pudieran hacer eso posible en otro momento de la historia.
Así las cosas, el Centro sólo puede jugar a inclinar la balanza de la mayoría entre la Izquierda y la Derecha, lo que le impedirá llegar al Gobierno pero le da la oportunidad estratégica de resolver la situación de virtual empate en la que se encuentran la Concertación y la Alianza, jugando a cambiar su política de alianzas de acuerdo a la realidad. Aunque eso no mejorará su prestigio, le dará una capacidad de influencia que en este período se está diluyendo y perder ambas cosas es encaminarse directamente a la extinción.
El espacio que ocuparon sucesivamente el Partido Radical y tiempo después el Demócrata Cristiano ha ido perdiendo sentido en virtud del sistema electoral que, al establecer la segunda vuelta para la elección presidencial y el sistema binominal para las parlamentarias ha garantizado que el país cuente con gobiernos de mayoría pero, como consecuencia, obliga a los partidos a configurar solo dos pactos políticos, uno de Izquierda y otro de Derecha, en el que el único papel que tiene el Centro es prestar los votos necesarios para alcanzar la mayoría de los votos, pero sin la fuerza necesaria para ser una alternativa real en sí mismo.
De esta forma, el espacio que hoy ocupa la DC ha ido perdiendo sentido político, porque el objetivo de los partidos es, naturalmente, llegar al poder para implementar sus programas doctrinarios. Al verse obligada a pactar con uno u otro bando, el Centro, que en el caso chileno es la DC, arriesga la pérdida de su identidad cuando no tiene la fuerza para liderar cualquiera de estos bloques.
La Derecha, cargando con ciertos traumas, ha tratado de desplazarse hacia el Centro, y la Izquierda rehúye del Centro, pero en cada caso se trata sólo de captar más votación. Posiblemente, en este esquema político la Izquierda tiene una visión de más largo plazo porque en un sistema en que sólo hay dos alternativas, el caudal de votos que pueda aportar el Centro se va reduciendo, aunque en el presente momento obliga a los sectores de la DC que desconfían de sus actuales socios de la Concertación a emigrar hacia la Derecha.
De esta forma, el Centro como sector que pueda monopolizar el poder, como ocurrió con el Gobierno de Frei padre, o como principal partido de un pacto, con Aylwin y Frei hijo, es una fórmula que no se puede repetir, y difícilmente los demás partidos darán su venia para las reformas legales que pudieran hacer eso posible en otro momento de la historia.
Así las cosas, el Centro sólo puede jugar a inclinar la balanza de la mayoría entre la Izquierda y la Derecha, lo que le impedirá llegar al Gobierno pero le da la oportunidad estratégica de resolver la situación de virtual empate en la que se encuentran la Concertación y la Alianza, jugando a cambiar su política de alianzas de acuerdo a la realidad. Aunque eso no mejorará su prestigio, le dará una capacidad de influencia que en este período se está diluyendo y perder ambas cosas es encaminarse directamente a la extinción.
Labels: Andrés Rojo, democracia cristiana, política, sistema político
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