LA UDI Y LA ESPADA DE DAMÓCLES
Es curioso cómo, a pesar de los discursos sobre la eficiencia del Gobierno y lo diferente que está siendo respecto a las cuatro administraciones de la Concertación, empiezan a cometer errores similares a los que motivaron que el pacto de Centro-Izquierda perdiera las últimas elecciones.
Y lo más curioso es que el error esté siendo monopolizado por la Unión Demócrata Independiente, la gran responsable del triunfo electoral de la Derecha, con su pragmatismo, realismo y capacidad para ganar espacio en los mismos sectores populares que la Concertación abandonó.
Las quejas de la UDI por no tener participación en el equipo político de La Moneda o por no tener el control de la institucionalidad vinculada a la seguridad son perfectamente válidas y legítimas, pero al hacerla a través de los medios de comunicación repiten el mismo error concertacionista de poner a los partidos por sobre el interés nacional.
Aunque es evidente que el propósito de los partidos es alcanzar el poder y administrarlo para moldear un país acorde a sus principios doctrinarios, hay que reconocer que por cerca de veinte años la UDI fue capaz de disimular su conservadurismo, en la medida de lo posible por supuesto, con el solo fin de llegar al Gobierno, pero ahora que llegan a La Moneda con un hombre del pacto que integran, pero no de sus filas, empiezan a ponerse nerviosos por no disfrutar como creen que se merecen los beneficios del poder.
No hay que olvidar que el Presidente Piñera no sólo no es de la UDI sino que además genera fuertes recelos en esa colectividad por su pasado demócrata cristiano, pero no se comprende al mismo tiempo que el éxito de su gestión significa la posibilidad de que un militante de la UDI -hombre o mujer porque en estos tiempos hasta podría ser una mujer- sea su sucesor el 2014. Repetir las críticas que hizo la Concertación y que llevaron a la gente a opinar con razón que los partidos no pensaban en el bien del país, es claramente una amenaza a esa posibilidad, y así como van las cosas será electo el 2014 la persona que genere menso rechazo.
Otro aspecto curioso es el distanciamiento que se ha venido produciendo entre la UDI y su propio senador Pablo Longueira, tradicionalmente reconocido como el gran estratega de ese partido. Longueira, con un olfato mucho más desarrollado, ya está pensando en la agenda de los próximos años, con la modernización del Estado, el acceso al mar de Bolivia, además de sus críticas al excesivo protagonismo del Presidente de la República, pero sus correligionarios prefieren mantener la vista en el corto plazo, tratar de imponer a los partidos sobre el presidencialismo y buscar nombramientos en cargos públicos para los amigos: Lo mismo que la Concertación.
Y lo más curioso es que el error esté siendo monopolizado por la Unión Demócrata Independiente, la gran responsable del triunfo electoral de la Derecha, con su pragmatismo, realismo y capacidad para ganar espacio en los mismos sectores populares que la Concertación abandonó.
Las quejas de la UDI por no tener participación en el equipo político de La Moneda o por no tener el control de la institucionalidad vinculada a la seguridad son perfectamente válidas y legítimas, pero al hacerla a través de los medios de comunicación repiten el mismo error concertacionista de poner a los partidos por sobre el interés nacional.
Aunque es evidente que el propósito de los partidos es alcanzar el poder y administrarlo para moldear un país acorde a sus principios doctrinarios, hay que reconocer que por cerca de veinte años la UDI fue capaz de disimular su conservadurismo, en la medida de lo posible por supuesto, con el solo fin de llegar al Gobierno, pero ahora que llegan a La Moneda con un hombre del pacto que integran, pero no de sus filas, empiezan a ponerse nerviosos por no disfrutar como creen que se merecen los beneficios del poder.
No hay que olvidar que el Presidente Piñera no sólo no es de la UDI sino que además genera fuertes recelos en esa colectividad por su pasado demócrata cristiano, pero no se comprende al mismo tiempo que el éxito de su gestión significa la posibilidad de que un militante de la UDI -hombre o mujer porque en estos tiempos hasta podría ser una mujer- sea su sucesor el 2014. Repetir las críticas que hizo la Concertación y que llevaron a la gente a opinar con razón que los partidos no pensaban en el bien del país, es claramente una amenaza a esa posibilidad, y así como van las cosas será electo el 2014 la persona que genere menso rechazo.
Otro aspecto curioso es el distanciamiento que se ha venido produciendo entre la UDI y su propio senador Pablo Longueira, tradicionalmente reconocido como el gran estratega de ese partido. Longueira, con un olfato mucho más desarrollado, ya está pensando en la agenda de los próximos años, con la modernización del Estado, el acceso al mar de Bolivia, además de sus críticas al excesivo protagonismo del Presidente de la República, pero sus correligionarios prefieren mantener la vista en el corto plazo, tratar de imponer a los partidos sobre el presidencialismo y buscar nombramientos en cargos públicos para los amigos: Lo mismo que la Concertación.
Labels: alianza, Andrés Rojo, Coalición por el Cambio, gobierno, Pablo Longueira, política, Sebastián Piñera, UDI
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