CONTRATIEMPOS CONTRA EL TIEMPO
Una de las facetas de la política que la asemeja al arte es la definición del momento apropiado para adoptar e implementar decisiones significativas. Esa capacidad de encontrar el instante exacto en que las acciones tengan mayor impacto es una de las pocas áreas de esta actividad que no está aún regulada por el marketing y en donde resulta esencial la habilidad del político de entender los procesos sociales y comprender de verdad cuáles son las aspiraciones de la ciudadanía.
Estas últimas semanas han permitido constatar que la aproximación a estos tiempos ha diferido entre los distintos candidatos presidenciales. Por ejemplo, Eduardo Frei demoró posiblemente más de lo necesario en estructurar su campaña y debió enfrentar el desafío de José Antonio Gómez casi sorprendido por el mejor sentido de la oportunidad del radical; Sebastián Piñera se adelantó en los tiempos y ha debido hacer serios esfuerzos por mantenerse en el primer plano de la contienda con acciones relativamente artificiales, arriesgando pasos en falso que han afectado su candidatura.
Marco Enríquez-Ominami, en cambio, parece haber iniciado su campaña en el momento exacto para recibir la frustración de los concertacionistas que no están satisfechos con Frei y heredar el apoyo que José Antonio Gómez no pudo capitalizar en las primarias de la Concertación, y en la UDI, a pesar de los corcoveos de Longueira, su presidente real, ya se pasó el momento para levantar una alternativa paralela a Piñera.
Los demás candidatos minoritarios no tienen el problema del tiempo porque lo suyo no es la competencia real, sino la construcción de respaldos sociales a sus posturas, y para eso la elección presidencial representa para ellos una oportunidad.
Sin embargo, la forma en que cada uno de los postulantes a La Moneda toma sus decisiones sobre sus tiempos impacta en el escenario dentro del cual los demás tienen que adoptar sus definiciones, y nuevamente el ejemplo más claro se encuentra en el nombre de Enríquez-Ominami que, tras ser rechazado para participar en las primarias de la Concertación, está obligando a Eduardo Frei a buscar un mecanismo que le permita asegurar en una eventual segunda vuelta el respaldo de los votantes del diputado socialista, quedando atrapado en una evidente pérdida de la ocasión para una negociación de este tipo.
Si Enríquez hubiera sido incorporado en las primarias, junto con Frei y Gómez, probablemente hubiera perdido y hoy tendría que estar alineado tras la candidatura única de la Concertación u obligado a guardar silencio. Pero hoy en día no sólo está obligado a seguir hasta diciembre sino que, además, no puede entrar en negociaciones con el oficialismo para no perder la identidad de su propuesta. De este modo, si Frei decidió correctamente su tiempo para presentar su postulación en una fecha en la que su nombre casi no aparecía en las encuestas, hoy arriesga todo lo logrado por decisiones de otros. Así las cosas, no es posible que nadie se sienta seguro del apoyo ciudadano conseguido hasta el momento y es necesario que todos asuman que el paso del tiempo se acelerará cada vez más hasta diciembre en una vorágine que sólo sortearán quienes tengan más sentido de la realidad y de la oportunidad.
Estas últimas semanas han permitido constatar que la aproximación a estos tiempos ha diferido entre los distintos candidatos presidenciales. Por ejemplo, Eduardo Frei demoró posiblemente más de lo necesario en estructurar su campaña y debió enfrentar el desafío de José Antonio Gómez casi sorprendido por el mejor sentido de la oportunidad del radical; Sebastián Piñera se adelantó en los tiempos y ha debido hacer serios esfuerzos por mantenerse en el primer plano de la contienda con acciones relativamente artificiales, arriesgando pasos en falso que han afectado su candidatura.
Marco Enríquez-Ominami, en cambio, parece haber iniciado su campaña en el momento exacto para recibir la frustración de los concertacionistas que no están satisfechos con Frei y heredar el apoyo que José Antonio Gómez no pudo capitalizar en las primarias de la Concertación, y en la UDI, a pesar de los corcoveos de Longueira, su presidente real, ya se pasó el momento para levantar una alternativa paralela a Piñera.
Los demás candidatos minoritarios no tienen el problema del tiempo porque lo suyo no es la competencia real, sino la construcción de respaldos sociales a sus posturas, y para eso la elección presidencial representa para ellos una oportunidad.
Sin embargo, la forma en que cada uno de los postulantes a La Moneda toma sus decisiones sobre sus tiempos impacta en el escenario dentro del cual los demás tienen que adoptar sus definiciones, y nuevamente el ejemplo más claro se encuentra en el nombre de Enríquez-Ominami que, tras ser rechazado para participar en las primarias de la Concertación, está obligando a Eduardo Frei a buscar un mecanismo que le permita asegurar en una eventual segunda vuelta el respaldo de los votantes del diputado socialista, quedando atrapado en una evidente pérdida de la ocasión para una negociación de este tipo.
Si Enríquez hubiera sido incorporado en las primarias, junto con Frei y Gómez, probablemente hubiera perdido y hoy tendría que estar alineado tras la candidatura única de la Concertación u obligado a guardar silencio. Pero hoy en día no sólo está obligado a seguir hasta diciembre sino que, además, no puede entrar en negociaciones con el oficialismo para no perder la identidad de su propuesta. De este modo, si Frei decidió correctamente su tiempo para presentar su postulación en una fecha en la que su nombre casi no aparecía en las encuestas, hoy arriesga todo lo logrado por decisiones de otros. Así las cosas, no es posible que nadie se sienta seguro del apoyo ciudadano conseguido hasta el momento y es necesario que todos asuman que el paso del tiempo se acelerará cada vez más hasta diciembre en una vorágine que sólo sortearán quienes tengan más sentido de la realidad y de la oportunidad.
Labels: Andrés Rojo, eduardo frei, Marco Enriquez-Ominami, política, Sebastián Piñera
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