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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Monday, April 13, 2009


A medida que se vaya acercando la fecha de las elecciones de diciembre, es factible esperar que se produzca una creciente simbiosis entre los candidatos presidenciales y los partidos que los apoyan, en la medida que estos sientan que sus respectivos postulantes tienen opciones de triunfo, por la sencilla razón de que los partidos llevan sus propios candidatos al Parlamento y creen que el apoyo a los presidenciables puede agregarse a los interesados en llegar al Senado o a la Cámara de Diputados.

Esta situación plantea dos problemas en la relación de los candidatos presidenciales y sus partidos. En primer lugar, el afán de los partidos por influir en la campaña de los presidenciables; y en segundo término, el interés de estos por sacudirse a los partidos para no verse lastrado por instituciones que, especialmente en tiempos de campaña, parecen estar más preocupados de alcanzar el poder que de servir a los intereses de la ciudadanía.

Lo descrito obedece básicamente al descrédito en que se encuentran los partidos políticos, por lo que aunque los candidatos pertenezcan a uno de estos prefieren no hacer hincapié en este hecho para no perjudicar su propia imagen, en tanto que para los partidos se trata justamente de lo contrario, de aferrarse al prestigio de cualquiera que tenga mayor prestigio ante la opinión pública para compensar su propio descrédito.

Lamentablemente, es sólo en períodos de campaña que los partidos parecen preocuparse de mejorar su imagen pública, en lugar de trabajar el resto del tiempo por actuar de forma que la ciudadanía pueda tener confianza en estas instituciones. Antiguamente, las personas eran electas porque pertenecían a un determinado partido político; pero hoy en día la calidad de militante de una colectividad es ocultada porque resta votos.

En este sentido, el afán de los partidos por apropiarse de los candidatos presidenciales que tienen un respaldo propio, en la esperanza de heredar parte de ese apoyo popular, genera precisamente un efecto contrario al buscado porque la posibilidad de recibir beneficios por aparecer en la foto con el candidato sólo sirve para identificar al postulante al Congreso, pero al candidato presidencial raramente le es útil figurar con un aspirante a senador o a diputado, y mucho menos si a este se le nota la desesperación por aparecer en la foto.

Si en política, o cualquier actividad, es necesario tener una cuota de pudor, amor propio y dignidad, la necesidad se hace aún más intensa durante las campañas electorales porque el desprestigio causado por un individuo repercute en todas los partidos políticos.

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