TRIUNFO CON SABOR A DERROTA
El triunfo logrado por el senador Eduardo Frei en la primera ronda de las primarias sobre el también senador José Antonio Gómez tuvo tres elementos que le dan un sello de derrota y que pueden causarle un serio daño político con vistas a la elección de diciembre próximo.
El primero, que es el más serio, es el hecho de que el representante de los tres más grandes partidos de la Concertación no se impusiera con mayor claridad sobre el candidato del partido minoritario. Ello refleja que parte del mundo progresista de la propia Concertación prefirió a Gómez sobre Frei y que esa porción del electorado puede en diciembre votar por cualquier otra alternativa que les resulte más atractiva que un postulante de 67 años, demócrata cristiano y que desea volver a La Moneda diez años después de haberla dejado.
Un segundo elemento, igualmente serio, es la escasa cantidad de ciudadanos que concurrieron a votar en unas parlamentarias que, por ser voluntarias, sólo cuentan con el interés que puedan despertar la competencia y el carisma de los candidatos para movilizar a la gente. Esto muestra que la Concertación no está entusiasmando a la ciudadanía, pero no significa necesariamente que ello se traduzca en apoyo a la Alianza.
El tercer factor a considerar, el que puede parecer menos serio pero puede ser el más gravitante en diciembre próximo, está dado por las anormalidades ocurridas durante el desarrollo de las primarias. Desde el acarreo evidente y público de votantes hasta el desgraciado incidente entre Camilo Escalona y José Antonio Gómez, con garabatos de grueso calibre. Estos hechos muestran a una Concertación que parece ceder el liderazgo a las personas más irritables y nerviosas ante la competencia, capaces de pasar por encima de sus propios aliados para conseguir sus propósitos, incluso frente a las cámaras de televisión, sin sutilezas ni educación.
Estas actitudes son profundamente rechazadas por los electores y puede llegar a significar una razón de derrota electoral, sobre todo si los contendores son capaces de mostrar sonrisas y amabilidad mientras se trata de competir con amarguras y hosquedades. Desde este punto de vista, Frei debería evaluar la idea de constituir a los presidentes de los partidos de la Concertación en su comando de campaña. Cada uno de ellos tiene preocupaciones propias para las elecciones de diciembre que pueden trastocar la capacidad de responder responsablemente al desafío de asegurar un quinto período para la Concertación.
El nerviosismo es comprensible, pero no puede ser la cara visible de ninguna candidatura porque genera sospechas sobre la seguridad del candidato y su convicción triunfadora.
El primero, que es el más serio, es el hecho de que el representante de los tres más grandes partidos de la Concertación no se impusiera con mayor claridad sobre el candidato del partido minoritario. Ello refleja que parte del mundo progresista de la propia Concertación prefirió a Gómez sobre Frei y que esa porción del electorado puede en diciembre votar por cualquier otra alternativa que les resulte más atractiva que un postulante de 67 años, demócrata cristiano y que desea volver a La Moneda diez años después de haberla dejado.
Un segundo elemento, igualmente serio, es la escasa cantidad de ciudadanos que concurrieron a votar en unas parlamentarias que, por ser voluntarias, sólo cuentan con el interés que puedan despertar la competencia y el carisma de los candidatos para movilizar a la gente. Esto muestra que la Concertación no está entusiasmando a la ciudadanía, pero no significa necesariamente que ello se traduzca en apoyo a la Alianza.
El tercer factor a considerar, el que puede parecer menos serio pero puede ser el más gravitante en diciembre próximo, está dado por las anormalidades ocurridas durante el desarrollo de las primarias. Desde el acarreo evidente y público de votantes hasta el desgraciado incidente entre Camilo Escalona y José Antonio Gómez, con garabatos de grueso calibre. Estos hechos muestran a una Concertación que parece ceder el liderazgo a las personas más irritables y nerviosas ante la competencia, capaces de pasar por encima de sus propios aliados para conseguir sus propósitos, incluso frente a las cámaras de televisión, sin sutilezas ni educación.
Estas actitudes son profundamente rechazadas por los electores y puede llegar a significar una razón de derrota electoral, sobre todo si los contendores son capaces de mostrar sonrisas y amabilidad mientras se trata de competir con amarguras y hosquedades. Desde este punto de vista, Frei debería evaluar la idea de constituir a los presidentes de los partidos de la Concertación en su comando de campaña. Cada uno de ellos tiene preocupaciones propias para las elecciones de diciembre que pueden trastocar la capacidad de responder responsablemente al desafío de asegurar un quinto período para la Concertación.
El nerviosismo es comprensible, pero no puede ser la cara visible de ninguna candidatura porque genera sospechas sobre la seguridad del candidato y su convicción triunfadora.
Labels: Andrés Rojo, Concertación, eduardo frei, José Antonio Gómez, política
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