GATOPARDISMO
Tanto en la novela El Gatopardo como en la posterior película se incluye una frase en boca de uno de los protagonistas que habitualmente tiene aplicación en la política: “Algo debe cambiar para que todo siga igual”.
Este aserto tiene plena vigencia en Chile, en donde la renuncia del ministro de Transportes fue rechazada para que siguiera a cargo del mismo problema que no alcanzó a resolver, o en donde parte de los parlamentarios de la Concertación anuncian que rechazarán el informe de la Comisión Especial de la Cámara de Diputados sobre el Transantiago, con lo que nuevamente no habrá una asignación de responsabilidades políticas a los autores de este proyecto fracasado.
Se busca sancionar al senador Adolfo Zaldívar por coincidir con la oposición en el Transantiago, y ahora será la oposición la que coincida con gran parte de los diputados de la Concertación para aprobar el informe de la Cámara; el Gobierno toma acuerdos con la oposición y luego sus propios diputados, al menos parcialmente, votan en contra del proyecto de ley establecido en el primero de esos acuerdos, relativo a la educación.
Todo el mundo político espera un inminente cambio de gabinete, pero es presumible que, igual que en “El Gatopardo”, el reemplazo de unos por otros sólo sirva para aliviar en parte la sensación de bloqueo que ahoga al Ejecutivo, pero sin alteraciones significativas en la estrategia gubernamental, a pesar de que en estos dos primeros años de gestión de la Presidenta Bachelet se ha demostrado de sobras que su esquema original no tuvo éxito y la evidencia de que sólo le queda la mitad de su período para levantar la popularidad de la Concertación y asegurar un quinto mandato para un candidato oficialista.
En la oposición, en tanto, y a pesar de algunos intentos de Lavín y Longueira por buscar nuevos caminos, se ha vuelto a la misma rivalidad de siempre entre RN y UDI, en que pareciera que lo un partido haga invariablemente será rechazado por el otro.
En estas circunstancias no es posible esperar ningún tipo de evolución de la política nacional, salvo la repetición de las mismas conductas que vienen duplicándose hace años. La única diferencia con administraciones anteriores es que durante la actual un grupo de parlamentarios de Gobierno se ha sentido con la libertad para actuar por su cuenta, e incluso en contra de los intereses del Ejecutivo, pero eso se ha traducido en una desorientación de la Concertación que, lejos de servir como oportunidad para su enriquecimiento y progresión a una segunda etapa, sólo ha generado obstáculos que, sumados a los que se ha puesto el propio Gobierno, implican un serio riesgo a la proyección del actual bloque oficialista.
Este aserto tiene plena vigencia en Chile, en donde la renuncia del ministro de Transportes fue rechazada para que siguiera a cargo del mismo problema que no alcanzó a resolver, o en donde parte de los parlamentarios de la Concertación anuncian que rechazarán el informe de la Comisión Especial de la Cámara de Diputados sobre el Transantiago, con lo que nuevamente no habrá una asignación de responsabilidades políticas a los autores de este proyecto fracasado.
Se busca sancionar al senador Adolfo Zaldívar por coincidir con la oposición en el Transantiago, y ahora será la oposición la que coincida con gran parte de los diputados de la Concertación para aprobar el informe de la Cámara; el Gobierno toma acuerdos con la oposición y luego sus propios diputados, al menos parcialmente, votan en contra del proyecto de ley establecido en el primero de esos acuerdos, relativo a la educación.
Todo el mundo político espera un inminente cambio de gabinete, pero es presumible que, igual que en “El Gatopardo”, el reemplazo de unos por otros sólo sirva para aliviar en parte la sensación de bloqueo que ahoga al Ejecutivo, pero sin alteraciones significativas en la estrategia gubernamental, a pesar de que en estos dos primeros años de gestión de la Presidenta Bachelet se ha demostrado de sobras que su esquema original no tuvo éxito y la evidencia de que sólo le queda la mitad de su período para levantar la popularidad de la Concertación y asegurar un quinto mandato para un candidato oficialista.
En la oposición, en tanto, y a pesar de algunos intentos de Lavín y Longueira por buscar nuevos caminos, se ha vuelto a la misma rivalidad de siempre entre RN y UDI, en que pareciera que lo un partido haga invariablemente será rechazado por el otro.
En estas circunstancias no es posible esperar ningún tipo de evolución de la política nacional, salvo la repetición de las mismas conductas que vienen duplicándose hace años. La única diferencia con administraciones anteriores es que durante la actual un grupo de parlamentarios de Gobierno se ha sentido con la libertad para actuar por su cuenta, e incluso en contra de los intereses del Ejecutivo, pero eso se ha traducido en una desorientación de la Concertación que, lejos de servir como oportunidad para su enriquecimiento y progresión a una segunda etapa, sólo ha generado obstáculos que, sumados a los que se ha puesto el propio Gobierno, implican un serio riesgo a la proyección del actual bloque oficialista.
Labels: Chile, Concertación, gobierno, oposición, política
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