DEL ARCOIRIS AL BLANCO Y NEGRO
Cuando se formó la Concertación a finales del régimen militar con la promesa de terminar con la dictadura y restablecer la democracia, hubo una promesa adicional a la de la recuperación de la normalidad institucional: El pluralismo. Se entendía que una de las debilidades del sistema político previo había sido la intolerancia entre quienes sostenían doctrinas distintas, y la Concertación misma fue un ejemplo de esa nueva etapa de pluralismo que se abría.
Ahora se ha olvidado, pero en la Concertación se lograron entender fuerzas que habían sido antagonistas durante buena parte del siglo XX, hasta culminar con la Unidad Popular durante la cual parte de la actual Concertación bregó por el término del régimen de Salvador Allende.
Como si eso fuera poco, la Concertación en sus inicios estuvo compuesta por 17 partidos políticos diferentes. Buena parte de esa cifra se entiende por las varias ramificaciones que había adoptado el socialismo y que, poco a poco, fueron fundiéndose en una sola colectividad.
Había sin embargo otras corrientes que dejaron de pertenecer a la Concertación o perdieron su relevancia. El PAC, que correspondía a lo que entonces se motejaba como una derecha democrática y republicana, en contraposición a quienes aún en esa época se reconocían como pinochetistas; estaba la Izquierda Cristiana que equilibraba el marxismo y la doctrina social de la Iglesia Católica; los Humanistas y los Verdes, ambos inspirados por el siloísmo que proporcionaban una visión ecológica que le ha hecho falta a la Concertación en su ya largo período de administración, equivalente en tiempo al régimen militar.
Sin duda, hoy en día uno de los principales defectos de la alianza gobernante a los ojos de la ciudadanía reside en la incoherencia entre el discurso y los hechos. El reciente episodio del rechazo al financiamiento extra para el Transantiago es una muestra de ello, ya que se hizo un escándalo porque parte de la DC y algunos renunciados al PPD hoy agrupados en Chile Primero votaron en contra, pero pocas horas antes el propio Gobierno, en La Moneda misma, suscribió una declaración de buenas intenciones con la Alianza por Chile, renunciando a parte de sus compromisos doctrinarios a cambio de un gesto que, mientras no sea puesto a prueba durante la tramitación parlamentaria, podría no pasar de constituir una maniobra de pirotecnia para demostrar la capacidad de la Concertación para unir a todos los sectores políticos tras sus objetivos.
Se ha olvidado la exclusión que sufren fuerzas políticas importantes; se ha olvidado el compromiso de reformar el sistema electoral; y se ha dejado de lado también la posibilidad de reformar los quórum constitucionales que impiden el ejercicio de la mayoría política, y todo ello se explica porque la mística que dio razón de ser a la Concertación ha sido reemplazada por el pragmatismo, del mismo modo que el pluralismo cedió paso a una verdadera dictadura del Ejecutivo frente a un Parlamento que, teniendo la misión de expresar la soberanía popular, carece de herramientas para servir de contrapeso al Gobierno.
Ahora se ha olvidado, pero en la Concertación se lograron entender fuerzas que habían sido antagonistas durante buena parte del siglo XX, hasta culminar con la Unidad Popular durante la cual parte de la actual Concertación bregó por el término del régimen de Salvador Allende.
Como si eso fuera poco, la Concertación en sus inicios estuvo compuesta por 17 partidos políticos diferentes. Buena parte de esa cifra se entiende por las varias ramificaciones que había adoptado el socialismo y que, poco a poco, fueron fundiéndose en una sola colectividad.
Había sin embargo otras corrientes que dejaron de pertenecer a la Concertación o perdieron su relevancia. El PAC, que correspondía a lo que entonces se motejaba como una derecha democrática y republicana, en contraposición a quienes aún en esa época se reconocían como pinochetistas; estaba la Izquierda Cristiana que equilibraba el marxismo y la doctrina social de la Iglesia Católica; los Humanistas y los Verdes, ambos inspirados por el siloísmo que proporcionaban una visión ecológica que le ha hecho falta a la Concertación en su ya largo período de administración, equivalente en tiempo al régimen militar.
Sin duda, hoy en día uno de los principales defectos de la alianza gobernante a los ojos de la ciudadanía reside en la incoherencia entre el discurso y los hechos. El reciente episodio del rechazo al financiamiento extra para el Transantiago es una muestra de ello, ya que se hizo un escándalo porque parte de la DC y algunos renunciados al PPD hoy agrupados en Chile Primero votaron en contra, pero pocas horas antes el propio Gobierno, en La Moneda misma, suscribió una declaración de buenas intenciones con la Alianza por Chile, renunciando a parte de sus compromisos doctrinarios a cambio de un gesto que, mientras no sea puesto a prueba durante la tramitación parlamentaria, podría no pasar de constituir una maniobra de pirotecnia para demostrar la capacidad de la Concertación para unir a todos los sectores políticos tras sus objetivos.
Se ha olvidado la exclusión que sufren fuerzas políticas importantes; se ha olvidado el compromiso de reformar el sistema electoral; y se ha dejado de lado también la posibilidad de reformar los quórum constitucionales que impiden el ejercicio de la mayoría política, y todo ello se explica porque la mística que dio razón de ser a la Concertación ha sido reemplazada por el pragmatismo, del mismo modo que el pluralismo cedió paso a una verdadera dictadura del Ejecutivo frente a un Parlamento que, teniendo la misión de expresar la soberanía popular, carece de herramientas para servir de contrapeso al Gobierno.
Labels: Chile, Concertación, constitución, democracia, parlamento, participación, partidos políticos, poder ejecutivo, poder legislativo
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