Los imprescindibles
En estos días tres noticias han llamado la atención: Dos
muertes, las de Adolfo Zaldívar y la del sindicalista Juan Pablo Jiménez; y una
elección, la italiana, en la que el actor y cómico Beppe Grillo logró, con su
Movimiento Cinco Estrellas, ocupar la tercera posición, superando al presidente
saliente Mario Monti y haciéndose imprescindible para la conformación del nuevo
gobierno
Cada cual, a su modo, ha sacudido consciencias por sus
obras o su testimonio de vida y ha hecho pensar que sí es posible lograr los
cambios políticos y sociales que tanto se anhelan. Su suerte ha sido también distinta, pero no
es eso lo que interesa destacar sino el hecho que un solo hombre (o mujer), con
la suficiente convicción y decisión, puede ser significativo, lo que desmiente
aquello de que no es posible modificar el sistema.
Es posible que al final, quienes detentan el poder
vuelvan a tener la capacidad para mantener las condiciones de la forma en que
les acomoda, pero si cada vez surgen más personas con la destreza para
movilizar a una ciudadanía necesitada de alguien que sólo toque la campana para
ponerse en marcha es una prueba de la habilidad de la propia política para
reconvertirse a sí misma.
Puede ser una ilusión.
Claro que sí, pero es una ilusión que enciende esperanzas y con las esperanzas
actuando cambia la disposición de la gente para bregar por la tarea de avanzar
en el mejoramiento de sus condiciones de vida.
Con personas como Zaldívar, Jiménez y Grillo cobra sentido la manida
frase de Bertold Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros
que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy
buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.
Después de tanto tiempo repitiendo esta cita como un
mantra resulta bueno encontrarse con gente que sí se pueden calificar como
“imprescindibles”. Independientemente de
que se esté de acuerdo con ellos o no, su sola existencia o su legado son una
señal que reaviva confianzas y su paso debería generar gente deseosa de seguir
su ejemplo.
Es importante, al mismo tiempo, decir que los sueños
colectivos, las utopías en definitiva, parten con una sola persona que dice en
voz alta lo que todos piensan, que dan el primer paso solos, sin saber si
alguien los seguirá. Ese acto de
valentía es el que permite comprobar si las sociedades están maduras para
evolucionar, más allá de las sesudas reflexiones filosóficas de gente que no
pone un pie en la calle. Cuando la
acción refleja un estado social, la persona que da el primer paso se convierte
en ese “imprescindible”. Puede ser
cualquiera, pero es solo uno y es el que completa el puzzle.
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