Los acreedores
Nadie
objetivo puede cuestionar los resultados económicos obtenidos por la dictadura,
pero del mismo modo tampoco se puede negar que sus éxitos fueron a costa de la
supresión de derechos sindicales y de la atomización de la organización social. Así es cómo avanza Chile, y a costa del
sacrificio de parte de la sociedad se logra un progreso que, se supone,
beneficia a la mayoría. La lógica indica
que en algo tiene que favorecer a los que se sacrifican o ese grupo habría
desaparecido casi desde el principio de nuestra historia.
El
problema es que, tarde o temprano, vuelven a aparecer los grupos que se han
visto postergados en nombre del bienestar general a reclamar su parte del premio por haberse sacrificado. El raciocinio es claro: Si hemos contribuido
a que la economía del país esté mejor, ¿por qué a nosotros no nos va a llegar
esa mejoría? Es perfectamente justo. Lógico, justo y necesario porque no se
pueden estar pidiendo contribuciones sin reconocerlas, y mucho menos cuando en
bastantes ocasiones esos aportes no son voluntarios.
Eso
es lo que sucede con las demandas de los mapuches. Su queja no es solamente contra el
colonizador español ni contra las actuales autoridades. Es contra un siglo y medio de engaños y
abusos patrocinados por el Estado chileno.
No
es posible asombrarse ahora porque pidan un cierto grado de autonomía ni por
exigir que se les pida perdón. Lo que
sí es complicado es la petición de que sean indemnizados. Es
justo, eso no se puede negar, pero el único valor posible para cubrir los daños
que se les han causado es devolverles el territorio nacional, y eso no es realista.
Pero
ellos no son los únicos que pueden reclamar el pago de su deuda. Están las demás etnias, están los pobres a
los que se les ha negado la posibilidad de aprovechar sus capacidades para
progresar, están las regiones que por el solo hecho de estar a cierta distancia
de la capital se han visto frenadas en su desarrollo, están todos los que han
sido víctimas de abusos por parte del Estado.
Sería imposible pagar todas esas deudas pero sería un buen paso
reconocerlas al menos.
Claro
que eso requiere adoptar como sociedad una nueva actitud: La de mirar de
frente, la de reconocer culpas y errores, la de asumir las responsabilidades
heredadas porque en algo que somos expertos es en mirar para el lado, en
echarle la culpa al que ya no se puede defender y prometer compromisos que no
se piensan en cumplir desde el segundo previo al juramento.
Así
no se puede. Así no son los países que
quieren ser serios y respetados.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home