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Soy periodista y comentarista político.

Monday, September 14, 2009

LA HERENCIA DEL ARQUITECTO DE LA DEMOCRACIA


A sus 84 años, falleció Edgardo Boeninger, uno de los más prominentes agnósticos de las filas de la Democracia Cristiana, y contrariamente a la rigurosidad de su pensamiento se le ha faltado el respeto calificándolo como el arquitecto de la transición a la democracia, siendo que su legado es la democracia misma, o más exactamente el sistema político que tiene hoy Chile.

Junto con consolidar la instalación de la democracia tras los 17 años de dictadura, a base de una firme restricción de las aspiraciones democratizadoras y de las reivindicaciones sociales, Edgardo Boeninger también fue responsable junto a Enrique Correa de un modelo político que dio sustento a la Concertación durante cuatro períodos presidenciales, basado en mantener la disciplina de los partidos a los dictados de La Moneda y estructurar un equipo de Gobierno condicionado por las capacidades profesionales y la afinidad de los funcionarios a los grupos predominantes en cada uno de los partidos oficialistas.

Es preciso reconocer que Boeninger contó siempre con el respaldo de Patricio Aylwin, quien tempranamente optó por la fórmula que le propuso, en desmedro de las propuestas de Adolfo Zaldívar, que estaban orientadas a preservar la autoridad de la DC sobre sus socios de pacto.

Del mismo modo, hay que decir que Eduardo Frei mantuvo, en lo esencial, el mismo esquema por los seis años siguientes, hasta que la DC tuvo que ceder el liderazgo de la Concertación al bloque PS-PPD y se originó el proceso de migración de algunos grupos internos.

Boeninger no se inspiró más que en el pragmatismo, y el pragmatismo dictaba en esos primeros años de democracia la necesidad de afianzar la débil institucionalidad surgida al alero de la dictadura y ordenar las filas propias para poder avanzar, como se estableció, “en la medida de lo posible”.

Lo posible no era en esos años la modificación del modelo económico ni la profundización de la democracia, aun sabiendo que ello minaría la mística inicial y podría llegar a producir el desencanto de la ciudadanía y la desconfianza en la actividad política.

Edgardo Boeninger tuvo la habilidad de prever el futuro del mediano plazo y distinguir la paja del grano, pero su pragmatismo significó también desarmar la capacidad de reflexión política. Ahora que Boeninger no está, el país no tiene a nadie de su talla para pensar la estrategia necesaria para avanzar en el camino del progreso.

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